Las señoras de Longbourn no tardaron en corresponder la atención de las de Netherfield, y la visita fue devuelta debidamente. Los agradables modales de Jane cautivaron pronto a la señora Hurts y a Miss Bingley; aunque ambas encontraron insoportable a la madre y a las hermanas menores indignas de hablar con ellas, expresaron a las dos mayores su deseo de conocerse mejor.
Jane recibió encantada aquellas atenciones, pero Lizzy observaba un fondo de arrogancia en aquellas mujeres, con la sola excepción, quizá, de su hermana, por lo que seguía sin encontrarlas simpáticas. Aun así, la amabilidad que mostraban hacia Jane se debía, probablemente, a la influencia de su hermano. Era evidente para todos que admiraba a Jane, y para Lizzy también lo era que iba creciendo en su hermana la preferencia hacia él que desde un inicio había manifestado, y que esta preferencia iba camino a convertirse en amor. Pero consideraba a la vez, con placer, que eso escaparía a los demás pues Jane unía una discreción y jovialidad que la libraría de las sospechas de los importunos. Así se lo comunicó a Miss Lucas.
—Tal vez sea mejor en este caso —replicó Charlotte— poder escapar a la curiosidad de la gente; pero a veces es malo ser tan reservada. Si una mujer disimula su afecto al objeto del mismo, puede perder la oportunidad de conquistarle; y entonces es un pobre consuelo pensar que los demás están en la misma ignorancia. Hay tanto de gratitud y vanidad en casi todos, los cariños, que no es nada conveniente dejarlos a la deriva. Normalmente todos empezamos por una ligera preferencia, y eso sí puede ser simplemente porque sí, sin motivo; pero hay muy pocos que tengan tanto corazón como para enamorarse sin haber sido estimulados. En nueve de cada diez casos, una mujer debe mostrar más cariño del que siente. A Bingley le gusta tu hermana, indudablemente; pero si ella no le ayuda, la cosa no pasará de ahí.
—Ella le ayuda tanto como se lo permite su forma de ser. Si yo puedo notar su cariño hacia él, él, desde luego, sería tonto si no lo descubriese.
—Recuerda, Lizzy, que él no conoce el carácter de Jane como tú.
—Pero si una mujer está interesada por un hombre y no trata de ocultarlo, él tendrá que acabar por descubrirlo.
—Tal vez sí, si él la ve lo bastante. Pero aunque Bingley y Jane están juntos a menudo, nunca es por mucho tiempo; y además como solo se ven en fiestas con mucha gente, no pueden hablar a solas. Así que Jane debería aprovechar al máximo cada minuto en el que pueda llamar su atención. Y cuando lo tenga seguro, ya tendrá tiempo para enamorarse de él todo lo que quiera.
—Tu plan es bueno —contestó Elizabeth—, cuando la cuestión se trata sólo de casarse bien; y si yo estuviese decidida a conseguir un marido rico, o cualquier marido, casi puedo decir que lo llevaría a cabo. Pero esos no son los sentimientos de Jane, ella no actúa con premeditación. Todavía no puede estar segura de hasta qué punto le gusta, ni el porqué. Sólo hace quince días que le conoce. Bailó cuatro veces con él en Meryton; le vio una mañana en su casa, y desde entonces ha cenado en su compañía cuatro veces. Esto no es suficiente para que ella conozca su carácter.
—No tal y como tú lo planteas. Si solamente hubiese cenado con él no habría descubierto otra cosa que si tiene buen apetito o no; pero no debes olvidar que pasaron cuatro veladas juntos; y cuatro veladas pueden significar bastante.
—Sí; en esas cuatro veladas lo único que pudieron hacer es averiguar qué clase de bailes les gustaba a cada uno, pero no creo que hayan podido descubrir las cosas realmente importantes de su carácter.
—Bueno —dijo Charlotte—. Deseo de todo corazón que a Jane le salgan las cosas bien; y si se casase con él mañana, creo que tendría más posibilidades de ser feliz que si se dedica a estudiar su carácter durante doce meses. La felicidad en el matrimonio es sólo cuestión de suerte. El que una pareja crea que son iguales o se conozcan bien de antemano, no les va a traer la felicidad en absoluto. Las diferencias se van acentuando cada vez más hasta hacerse insoportables; siempre es mejor saber lo menos posible de la persona con la que vas a compartir tu vida.
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Orgullo y prejuicio.
ClassicsQuien dice que los clásicos son aburridos no conoce: Orgullo y prejuicio, de Jane Austen. SINOPSIS: ¡Jóvenes, guapos, solteros y ricos! Con la llegada de Mr. Darcy y su mejor amigo Bingley, el caos se desata entre las muchachas desesperadas po...