Imagen de la contraportada de la edición de 1894, ilustrada por el mismo artista que ilustraba los libros de Charles Dickens y Shakespeare.
La primera página de la misma edición que contiene el famoso inicio: "Es una verdad mundialmente conocida..."
Mr. Bennet fue de los primeros en visitar a Mr. Bingley. Siempre había pensado hacerlo, por mucho que le asegurara a su esposa que no lo haría, y aquella no tuvo conocimiento de la entrevista hasta la tarde siguiente. El hecho quedó entonces revelado del modo siguiente: Mr. Bennet estaba observando a su segunda hija adornar su sombrero, cuando de pronto le dijo:
—Espero que a Mr. Bingley le guste Lizzy.
—Hasta que no lo visitemos —arguyó la madre con tono áspero—, no conoceremos los gustos de Mr. Bingley.
—Por lo visto olvidas, mamá —dijo Lizzy—, que lo encontraremos en las reuniones y que la señora Long ha prometido presentárnoslo.
—No creo que la señora Long haga semejante cosa. Tiene dos sobrinas, es egoísta, hipócrita; no creo que cumpla con su promesa.
—Yo tampoco lo creo —admitió Mr. Bennet—, y me alegro de que no dependas de sus favores.
La señora Bennet no replicó, pero, incapaz de contenerse, comenzó a reprender a sus hijas.
—¡Deja ya de toser, Kitty, por Dios! Ten piedad de mis nervios; estás destrozándomelos.
—Kitty nunca es oportuna para elegir el momento de toser —dijo el padre.
—No toso por diversión —replicó la muchacha, malhumorada— ¿Cuándo es tu próximo baile, Lizzy?
—Dentro de quince días.
—Así es —exclamó su madre—, y la señora Long no regresa hasta la víspera, de modo que le será imposible presentárnoslo, porque ella tampoco lo conocerá.
—Entonces, querida, puedes adelantarte a tu amiga presentándole tú a Mr. Bingley.
—Imposible, Bennet, imposible; ¿cómo quieres que lo haga si no lo conozco?
—Celebro tu sensatez. Quince días de relación es, en verdad, muy poco. En realidad, al cabo de ellos no se puede saber qué clase de persona es. Pero si no nos aventuramos, otra lo hará; y después de todo, la señora Long y sus sobrinas quieren probar suerte. Por consiguiente, si tú te niegas, ya me encargaré yo de hacerlo.
Las muchachas miraron fijamente a su padre. En cuanto a la señora Bennet, solo exclamó:
—¡Qué tontería!
—¿Qué significa esa enfática exclamación? —dijo él—. ¿Consideras una tontería algo tan importante como las ceremonias de presentación? No puedo estar de acuerdo contigo. ¿Qué dices, Mary, tú, que eres muchacha reflexiva y, según creo, lees libros muy serios y gustar de citar los pasajes más importantes?
Mary quería decir algo importante, pero no atinaba en encontrar las palabras.
—Mientras Mary coordina sus ideas —continuó él— volvamos a Mr. Bingley.
—Estoy harta de Mr. Bingley —exclamó la esposa.
—Lamento que digas eso, pero ¿por qué no me lo informaste antes? Si lo hubiera sabido esta mañana, no lo habría visitado. Es una verdadera desgracia; pero puesto que lo he visitado, no puedo eludir su amistad.
El asombro de las mujeres fue tal como él esperaba, y el de la señora Bennet mayor incluso que el de las hijas. Pero cuando hubo pasado el júbilo inicial, comenzó a decir que siempre había dado por sentado que él lo haría.
—¡Qué bueno eres, querido Bennet! Ya sabía yo que acabaría convenciéndote. Estaba segura de que amabas demasiado a tus hijas para perder una relación como esa. ¡Qué dichosa soy! Y vaya broma la tuya, no decirnos una palabra.
—Ahora, Kitty, puedes toser a tu antojo —dijo Mr. Bennet.
—¡Qué padre tan maravilloso tienen, hijas mías! —exclamó cuando la puerta se hubo cerrado—. No pueden reprocharle falta de cariño, ni a mí tampoco. A nuestra edad, se lo aseguro, no es grato entablar nuevas relaciones cada día; pero algo hemos de hacer por ustedes. Lydia, amor mío, aunque seas la menor, me atrevo a asegurar que Mr. Bingley bailará contigo en el próximo baile.
—¡Oh, no te preocupes, mamá! —repuso Lydia resueltamente—, porque aunque soy la más joven, también soy la más alta.
El resto de la velada se la pasó en conjeturas sobre cuándo devolvería Mr. Bingley su visita a Mr. Bennet y en determinar qué día lo invitarían a comer.
ESTÁS LEYENDO
Orgullo y prejuicio.
KlasikQuien dice que los clásicos son aburridos no conoce: Orgullo y prejuicio, de Jane Austen. SINOPSIS: ¡Jóvenes, guapos, solteros y ricos! Con la llegada de Mr. Darcy y su mejor amigo Bingley, el caos se desata entre las muchachas desesperadas po...