— ¿Estarás bien? —pregunto, aunque sé que es mi culpa que esto esté sucediendo.
— No lo sé —Lucemon contesta de forma temblorosa, su hombro derecho se ha cubierto de una mancha obscura— esto... podría ser crítico.
— ¿¡Por qué pasa esto!? ¿No sé supone que nuestro lazo es legítimo? —digo con un tono desesperado. No habíamos dormido en toda la noche, mientras intentábamos mitigar el dolor que sentíamos.
— Lo es, pero hasta los sentimientos más puros pueden ser fácilmente corrompidos —contesta, mientras se levanta y abre la ventana— quiero salir un rato.
— Lucemon... —sin decir más, se va.
Veo la ventana abierta y el sol brillante, mis ojos me duelen y la cabeza me da pulsaciones, empiezo a rascarme la cabeza con desesperación mientras poso mi rostro entre mis piernas. Siento el dolor en mi hombro, en mi pecho, ganas de llorar, de gritar, de escapar lejos.
Decido bajar a desayunar, la mesa está vacía y veo una nota: "Me fui temprano y probablemente regrese hasta tarde; ten cuidado. Papá". Leo eso y suspiro, por alguna razón ya no me sorprendía que no estuviera ahí. Al inicio era difícil estar solo, pero eventualmente me había dejado de importar, de algún modo había aceptado que ya no tenía una familia a mi lado y sólo me quedaba avanzar.
Saco un tazón, leche y cereal; ese es mi típico desayuno, cada mañana. Por un momento me quedo viendo como la leche burbujea cuando hundo las hojuelas de maíz en ella, y escucho el crujir de las mismas en mi boca. Una vez termino de comer, lavo los platos, tomo mis cosas y me dirijo a la escuela.
Me dirijo rápidamente al salón de clases y me siento en mi pupitre. Al fondo del salón, pegado a la pared de la puerta. Suspiro mientras cierro mis ojos, me siento mareado, con un dolor constante, apenas puedo mantener la conciencia y me pregunto si esto es lo que está sintiendo Lucemon.
¿Por qué tenía que pasar esto? ¿Por qué siempre tenía que ser tan difícil? Mi hermana, mi madre, mi padre... todos me dejan solo. No importa cuántas vueltas le dé al asunto, empiezo a perder la esperanza de que algo en mi vida cambie, y el dolor de mi pecho no se detiene.
— Al final, sólo es una pelea de vínculos en que es más fácil contaminar que purificar —eso fue lo que dijo Lucemon, y esas palabras aún rondaban en mi cabeza.
Decidí no practicar futbol ese día, probablemente no lo volvería a hacer... ¿Qué sentido tiene hacerlo? Si nada lleva a la felicidad, no importa que haga, no puedo hacer nada bien.
Después de clases, me quedé un rato mirando la ventana; el cielo era el mismo de siempre, con un brillante sol. En el patio estaba Morinaga y sus amigos; me sorprendí un poco cuando descubrí que le gustaba el futbol y debía admitir que era buena delantera.
— Me gustaría jugar con ella... —susurré sin darme cuenta, eso me sorprendió un poco; yo estaba sonriendo. ¿Hace cuánto de mi última sonrisa sincera? Eso se sentía raro para mí, fue sólo por un segundo, pero yo me sentí un poco más ligero.
Morinaga era una chica peculiar, de un carácter explosivo y sumamente sensible, aun así... ella se preocupaba por los demás. Supongo que su vida no había sido tan difícil como la mía, ella aún sonreía y siempre tenía aliento para su compañero digimon, a veces me preguntaba cómo lo hacía.
Pero a veces, era como yo, discutiendo con sus amigos y alejándose para estar sola. Ahí estaba ella, alejándose de la cancha de fútbol, eso también me sorprendió un poco, pero supongo que la experiencia de nuestra última pelea no fue fácil tampoco para ella.
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Digimon Magic
FanfictionItchi Morinaga es una niña de 11 años de edad que vive una vida normal con su madre y su hermano menor. Es una chica promedio con un gran gusto por los deportes como es el fútbol soccer; pero un día todo cambia cuando una pequeña voz le habla implor...