17. ¿De qué, mí amor?

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¿Había oído bien? Porque estaba dudando seriamente de su capacidad cognitiva y de repente creyó que su mente le estaba jugando sucio, porque si alguien le hubiese dicho "te has ganado la lotería" y ella le hubiese respondido "pero yo no he comprado ningún billete", recibiendo como respuesta a su vez "eso no importa, te la has ganado", se le habría hecho más fácil de creer que ese "¿te suena de algo "si vas a Advertisement Woods encontrarás lo que estás buscando"?"

Víctor había urdido un plan para hacer que ellas dos se reunieran y no se lo creía.

-Mira, Clarke, más te vale hacerlo bien ahora, porque si me entero de que estás haciendo sufrir a mí Lexa de nuevo, yo mismo me encargo de hundirte.

Necesitaba sentarse y respirar, eso no podía estar pasando. ¿Cómo diablos había hecho Víctor para encontrarla y cómo putas era que sabía, que lo que había estado buscando, era a Lexa?

-¿Cómo...?

-Eso no importa ahora, Clarke, solo te haré una sencilla pregunta- Clarke asintió sin salir de su asombro- ¿todavía quieres a Lexa?

Quería gritar "¡Sí!" hasta hacer que sus cuerdas vocales reventaran, pero su cuerpo no respondía, solo pudo mover la cabeza en señal de aceptación.

-Contesta- dijo ligeramente molesto.

-Sí- carraspeó, y luego al ver la cara de insatisfacción del hombre, desarrolló su respuesta- La sigo queriendo muchísimo. Pero ella a mí no, me detesta.- Víctor la miró con incredulidad y se cruzó de brazos.

-¿Segura?

¿Segura? Sí, dejando de lado el episodio de hacía unas horas, Lexa siempre se mostraba reacia siquiera a mantenerse en un mismo lugar que ella por más de cinco minutos.

-Esto es lo qué haremos, Clarke, ponme atención, porque no lo voy a repetir.

Lexa se preguntó porque Clarke y Víctor se demoraban tanto, esta bien que entendía que se habían conocido y llevado bien en el pasado, pero no es que Clarke fuese su persona favorita como para hablarle tan en secreto en el oído como lo hacía cuando los encontró aún en la puerta. Hizo un sonido con la garganta para hacer que ambos notaran su presencia. Ambos no se la esperaron y cuando se separaron asustados, Lexa no pudo sino pensar mal... de Clarke.

Quería olvidar, realmente lo quería y trataba de convencerse diciéndose que Clarke había cambiado en esos años, pero no podía simplemente dejarlo estar. Clarke era un misterio ahora. No la quería en su vida y ciertamente, no la quería cerca de su mejor amigo.


Decidieron salir a comer a algún restaurante y pasear por la ciudad ya que la visita de Lexa no se extenderían por más que unos cuantos días, en lo que quería disfrutar cada segundo junto a su amigo y Abby. Estaban los cuatro sentados a la mesa, comiendo tranquilamente mientras Víctor hablaba animadamente. Lexa lo escuchaba atenta a todas y cada una de las palabras que él pronunciaba, lo miraba con devoción y admiración, ya que se sentía totalmente afortunada de tenerlo en su vida. Víctor, a pesar de los años que los separaban, era como un hermano para ella, incluso algo mejor que un simple hermano. Era el hombre con el que podía ser ella sin importar qué, con el que era capaz de hablar cosas que con nadie más se atrevería, era como si una Lexa nueva surgiese cuando de él se trataba. Amaba a Víctor, más que a muchas otras personas. Era el hombre de su vida.

Ella no solía decírselo, pero él era el hombre más importante en su vida. Su único modelo a seguir, quería ser cómo él en muchos aspectos: Víctor era bondadoso, servicial, siempre tenía una alegría que contagiaba a quienes lo rodeaban, bailaba increíble, la escuchaba y siempre tenía algo que contarle que la dejaba sorprendida. Pero lo que más le sorprendía de él era, que a pesar de su vida religiosa, aun cuando ella chocaba con mucho de ese mundo, él no se separaba de su parte humana. Él era autentico. Por supuesto, tenía comportamientos con ella que podrían ser considerados "insensatos" para alguien externo, pero era debido a la confianza que ambos se tenían. Víctor era afortunado. Pertenecía a una orden hospitalaria que estaba de acuerdo con abolir el celibato, ya que no veían el sustento para ello. Veían a lo humano del clérigo, por ende, no querían que se divinizara recurriendo a la renuncia de necesidades básicas mal llamadas mundanas, entre ellas el sexo.

Our favourite song. (Clexa AU) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora