Capítulo 3: Dolor

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YoonGi, desde su asiento en el sofá, pudo notar como su chico pasaba sus pequeñas manos por su cuello y hombros, dejando caer su cabeza hacia atrás, provocando que una mueca apareciera en su linda carita.

El día anterior, se había esforzado demasiado con todas esas bolsas que cargó, pues él y el mayor habían ido a hacer las compras de la semana juntos, y se lo había advertido, le dijo que le dolería el cuerpo luego, pero lastimosamente, su joven pareja era un chico terco, y sabía que no lo cambiaría.

Se puso de pie mientras apagaba el televisor y dejaba salir un suspiro cansado, pues era muy tarde y mañana temprano ya debía irse a su departamento en la ciudad ya que solo tenía tres días libres a la semana, y no podía faltar al trabajo o sino estaría en problemas.

Se acercó a la pequeña cocina, recargando su cuerpo del marco de la puerta, observando a su hermoso chico preparar alguna receta de pastelillos que le fue encargado por la guardería para la que trabajaba los fines de semana.

JiMin era un amor, era cálido, lo más gentil y bondadoso que podía existir sobre la faz de la tierna, siempre pensaba en los demás primero que en sí mismo, y aunque fuese algo bueno, a veces era malo para él, y no se daba cuenta, nunca se daba cuenta cuando la gente simplemente se aprovechaba de su humilde corazoncito.

Caminó hasta el cuerpito del menor, pasando sus brazos por su cintura, y dejando cálidos besos por todo su cuello y sus hombros, provocando jadeos de dolor de parte del pequeño. Frunció el ceño, separándose solo un poco para así poder mirar el entrecejo fruncido que poseía el rostro de su chico.

― ¿Qué tienes, amor? ―cuestionó el pelinegro cuando observó la extraña reacción del menor. Pero este solamente suspiró mientras dejaba de batir aquella mescla, y cerraba sus ojitos―. ¿Amor?

JiMin se quedó en silencio, sabía perfectamente que lo que su novio le diría sería un gran "te lo dije", pues le había dicho mil veces que no debía de haber cargado esas bolsas de comida, él no era una persona fuerte, su cuerpo era frágil en todos los sentidos, pero quería ayudar a su Hyung, no podía dejar que él solo llevara todo.

Miró a YoonGi, quien tenía un semblante serio con sus brazos cruzados sobre su pecho, esperando una respuesta. Pero lo único que obtuvo fue un gran abrazo de parte de su pequeño, y al instante escuchó pequeños sollozos salir de sus pomposos labios y golpear su pálido cuello. YoonGi lo abrazó, dejando salir un suspiro cansado y luego besando la cabellera de su chico.

―Tuviste razón... ―susurró, su vocecita rota hizo que el pelinegro sintiera un nudo en su garganta. JiMin se separó unos centímetros para poder enfrentar el rostro de su pareja―. Me duelen mucho los hombros y mi cuellito ―un hipido salió de boca, y luego comenzó a llorar con un poco más de intensidad―. No debí c-cargar esas b-bolsas.

YoonGi cambió su semblante serio, por uno de extrema preocupación.

―Bien, príncipe ―se inclinó un poco pues la altura de su chico no era tan grande. Acarició sus húmedas y sonrojadas mejillas para intentar calmarlo―. Vas a darte un baño, ¿bien? Y cuando termines, espérame en la cama con algo cómodo para dormir.

El menor asintió y dejó todo no sin antes guardar la mescla de los pastelillos. Cuando YoonGi pudo escuchar ya el agua artificial de la ducha, se dirigió a la habitación del menor, arreglando la cama para así poder estar más cómodos. Volvió rápidamente a la sala en busca de aquel pequeño regalo que había comprado en una tienda en la ciudad, una tienda de artículos femeninos donde encontró una loción de olor a vainilla que estaría muy seguro al menor le encantaría.

Mordió su labio y aprovechó para terminar de empacar sus cosas, ya que si lo hacía frente al menor este se sentiría aún más triste por su partida. Cuando acabó con todo, se dirigió nuevamente a la pequeña habitación, entrando en esta sigilosamente, notando de poco a poco la chiquita silueta de su joven pareja, observó aquellos panties azul cielo que hacían perfecto contraste con su lechosa piel.

El suéter que cubría su torso era suyo, lo reconocería donde fuera y no se había dado cuenta del momento en el que su pequeño lo tomó, pero no le dio importancia, solamente se acercó hacia él, con la loción en una de sus manos, y lo abrazó.

―Sube a la cama, cielo ―susurró en su oído.

El menor obedeció, quejándose nuevamente del dolor que sentía, dejando salir un sollozo. YoonGi se apresuró a colocarse junto a su pequeño, pegándose del respaldo de la cama para que así el menor se colocara entre sus piernas. El pelinegro dejó la loción a un lado, y acercó sus manos hacia el borde de aquel suéter que cubría el bello y frágil cuerpo de su bebé. Sacó el suéter, sintiendo el cuerpo del pequeño temblar de frío casi al instante. El pelinegro se apresuró, tomó la loción y echó un poco sobre su palma, seguido de frotar ambas manos y luego dirigirlas hacia los hombros del menor, moviéndolas delicadamente pues JiMin comenzó a llorar nuevamente. Sus manos se movieron hacia su cuello, masajeando suavemente para tratar de quitar todo dolor. Minutos pasaron, minutos en los que JiMin no dejó de llorar hasta que el mayor comenzó a susurrar alguna que otra canción. YoonGi reconocía que era un asco en el canto, se inclinaba más a lo que era el rap, pero su pequeño siempre se encargaba de decirle lo contrario.

Sintió sus ojos pesados, y se sorprendió al ver que estaban a punto de ser la una de la madrugada. Podía escuchar los casi inaudibles suspiritos e hipidos que el menor soltaba junto a pequeños espasmos gracias al frío, pero increíblemente estaba dormido. Así que el mayor tomó las dos cobijas que anteriormente cubrían la cama, y cubrió a ambos, abrazando a su bebé y dejando suaves besos en su frente y carita, acariciando su cuerpito y rogando que se mejorara en el transcurso de la noche.

―Esto sucede cuando no me haces caso, cariño...





















































―Esto sucede cuando no me haces caso, cariño

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Creo que me he excedido un poquito... 

Mochi

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Mochi.

Dedication © YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora