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Su mujer

Mientras estos tipos se me venían encima, literalmente, yo me preparaba para estrellar mi puño en la cara de uno, rezaba por no lastimar mi mano en el proceso y por supuesto no morir en un lugar tan horrible como ese.

¿En qué estaba pensando al venir aquí? ¡Qué horror, iba a morir virgen y en un callejón maloliente!

Uno de ellos me tenía tomada por mi brazo izquierdo y el otro tenía su cara pegada a la mía haciendo ruidos horribles, como si estuviese torturando a un animal o algo.

Ellos estaban desquiciados y yo temblando de miedo al borde de las lágrimas.

— ¿Pero qué coño están haciendo ustedes dos? —mi alma regresó a mi cuerpo al escuchar esa voz tan odiosamente seductora que yo tanto conocía— ¡Quiten sus asquerosas manos de encima de mi mujer! —demandó molesto.

— Hermano, tranquilo. No sabíamos que ella era tuya, nos hubieras avisado que ella venía y no la hubiésemos asustado —dijo el que estaba haciendo sonidos raros en mi oreja. Se quitó la máscara para revelar a un muy guapo rubio de ojos azules, su amigo imitó su acción, este era un moreno con una brillante sonrisa.

¿Qué era esto?

No parecían la clase de personas que pensé que serían ¿Esto era una maldita broma? ¿Qué hacía Hunter con estos dementes?

— Ariel, ven aquí —me pidió un molesto Hunter.

— Si tu amigo me suelta de una maldita vez, voy.

Sentí unos húmedos labios besar mi mano y yo la aparte lo más rápido que pude liberándome completamente del agarre del rubio.

— Mil disculpas, hermosa dama. Ya puede ir al encuentro de su tan añorado amado —dijo el moreno, y yo me apresuré a llegar donde estaba Hunter apoyado de brazos cruzados.

— Oye, Liam ¿Viste su cara? —le preguntó el rubio al moreno y ambos estallaron en carcajadas.

Todo había sido una broma y lo peor era que ni siquiera estábamos en octubre.

Ya al lado de Hunter decidí que ya estaba harta de esta situación y emprendí mi marcha devuelta a mi amada casa. Todos ellos se podía ir al infierno.

— No tan rápido, Ariel ¿Qué haces aquí? ¿Sabes dónde estás y lo que pudo haberte pasado si no hubieran sido esos imbéciles gastándote una broma? —me regañó Hunter y yo me preguntaba ¿Cómo demonios se atrevía? Y sin más exploté.

— ¡Estoy aquí por tu culpa, grandísimo imbécil! ¿Por qué no estabas en tu casa como habíamos acordado para hacer el ensayo? ¡Si no fuera por ti, nada de esto hubiera pasado! —grité alterada por completo y seguido le tiré los apuntes que llevaba en el bolso a la cara. Este ni se inmutó, dejó que cayeran y se llenarán de mugre.

Adiós a los apuntes.

— Ash, vuelve aquí —ordenó.

— ¡Vete al infierno!

Mientras retomaba mi camino escuché unos murmullos a mi espalda y pasos alejándose del lugar.

No sabía cómo sentirme, mis emociones estaban mezcladas. Seguía aterrada, en mi mente se desarrollaban todos los posibles escenarios peligrosos que pudieron presentarse si no hubieran sido los amigos de Hunter. Estaba aliviada por su aparición, feliz de que todo hubiera sido una broma pesada y no un asalto, y por último molesta conmigo misma por exponerme de esta manera. Mis ojos estaban llenos de lágrimas contenidas y mi cuerpo temblaba un poco.

No había llegado muy lejos cuando de repente unos fuertes brazos rodearon mi cintura desde atrás pegándome a su duro pecho inundándome de su calidez.

— Lo siento, Ash. No pasó por mi mente que vinieras aquí —susurró mientras hundía su cabeza en mi cabello—. Déjame llevarte a casa.

Ese simple gesto me hizo quebrar. Mis lágrimas corrían libremente por mis mejillas y mi cuerpo se sacudía por mi irregular respiración. No estaba en condiciones para seguir discutiendo con él, sólo asentí aceptando que me llevara a casa.

Él inmediatamente se dio cuenta de mi silencioso llanto y me volteo buscando mi mirada, yo cerré mis ojos evitando la suya ya que estaba muy avergonzada de que me viera en ese estado.

Sentí como enjuagaba mis lágrimas con suavidad, unos cálidos labios depositaron un tierno beso en mi frente y después volvió a abrazarme.

— Nada malo te pasará estando conmigo. Todo está bien, Ash —me susurró sin dejar de abrazarme.

No podía pronunciar nada. Sólo me concentraba en escuchar los tranquilos latidos de su corazón.

No sé cuánto tiempo estuvimos así, y tampoco me importaba. Me sentía protegida entre la calidez de sus brazos y rodeada de su aroma.

Irónico porque si no hubiese sido por él, yo no hubiese tenido un colapso como ese. Y al momento de comprenderlo mi furia regresó por lo que lo empujé para librarme de sus brazos. Él me miró confundido por el repentino cambio de humor pero no le di importancia.

— Todo esto es tu culpa. No me toques —le dije de la manera más fría que pudo. Él rodó sus ojos y negó con su cabeza.

Al cabo de un rato, él me guío hasta su auto.

Pasamos todo el camino sin cruzar palabra alguna. Yo no dejaba de pensar cómo es que él estaba es un lugar así, y basándome en el tipo de personas que vi a los alrededores, me daba miedo su respuesta.

Tal vez él no era solamente el mujeriego e insoportable chico al que estaba acostumbrándome. Tal vez era algo peor.

Ya estacionados frente a mi casa, me encontraba más calmada.

— Hunter —lo llamé rompiendo el silencio, él por su parte me miro atento—. No soy tu mujer.

— Por ahora, Ariel —dijo con una media sonrisa y yo le mostré mi dedo medio para después bajarme de su auto y azotar la puerta.

A mitad de la mañana del lunes me encontré con el viejo Mick, me estaba preparando para un llamado de atención por no entregar el ensayo, pero en lugar de eso, mientras formulaba la excusa perfecta mentalmente, recibí una felicitación por tan buena investigación y una palmada en el hombro. Al final, Hunter lo había hecho y era lo mínimo que podía hacer el muy idiota.

¡No soy Ariel!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora