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El campamento (parte 1)

— ¿Preparada para tres días a la intemperie, sin internet, rodeada de gente insoportable y muchos mosquitos? —Sam decía a mi lado de mal humor. 

— Si, más que lista —dije animada. 

¿Qué podía decir? Amaba la naturaleza.

Ambas les entregamos nuestras mochilas a uno de los profesores que irían al viaje con nosotras para que las guardaran. Subimos al bus y tomamos asiento en uno de los puestos de adelante. El fondo del bus era conocido por ser el lugar donde se ponía los chicos más ruidosos y como malas madrugadoras que eramos Sam y yo, queríamos dormir a esa hora de la mañana.

Ese día empezó, como cosa extraño, bien. La mayoría de los chicos en el bus iban bromeando durante las dos horas que duró el viaje. Sam a mi lado iba dormida, Hunter iba hablando con unos chicos al fondo y yo escuchaba música con los ojos cerrados.

Después de la cita, Hunter y yo no habíamos salido más. Habíamos estado ocupados con la semana de exámenes de final de lapso y cada quien estaba pos su lado estudiando. Sin embargo, las cosas empezaron a ir bien entre nosotros. Bueno, relativamente bien porque a él le encantaba sacarme de mis casillas cada vez que se le presentaba la oportunidad, ya sea en la cafetería o a la entrada de nuestras casa, y por supuesto, durante biología. Más de una vez me hubiera gustado sacarle la cabeza para no tener que escucharlo más. 

Los buses pararon y la tragedia se hizo presente. 

El lugar era hermoso, verde por doquier, los arboles eran altos y frondosos, un lago se extendía frente a nosotros, habían unas ocho pequeñas cabañas de madera esparcidas por el lugar. Yo no podía estar más feliz. Me sorprendía que fuera tan bonito el sitio. 

— Chicos, mantengan el orden al bajar, por favor —decía Mick—. Reúnanse en el centro del lugar que les asignaremos las cabañas.

Todos caminamos hacia donde indicaba el profesor.

— Presten atención, muchachos. Por cada cabaña estarán cuatro personas —Mick procedió a leer la hoja que tenía en su mano.

Esperaba de todo corazón estar en la cabaña de Sam.

— En la primera cabaña estarán Samantha, Mary, Thomas y Elizabeth ...

Mick seguía leyendo la lista de nombres. Me desilusionaba no estar en la misma cabaña de mi mejor amiga.  Ahora la única esperanza que me quedara es que no me tocara con chicos pesados.

— Cabaña seis: Kendra , Brad, Hunter y Ashton.

El mundo se detuvo al escuchar los nombres. 

¡Esto no me podía estar pasando a mí!

Busqué la mirada de Sam y esta tenía una expresión casi fúnebre, sabía lo que significaba.

— Lo lamento mucho, Ash. Que la suerte esté de tu lado —dijo Sam con pesar.

Vi a Brad negar con la cabeza varias veces. Kendra estaba que echaba humo, era muy notorio que estaba furiosa. Que mala suerte estar en la misma cabaña que tu ex y con el chico que te rechazó en medio de la cafetería.

— Por lo menos, alguien parece feliz con ese arreglo —continuó.

Seguí la mirada de Sam y ahí estaba Hunter sonriendo como si le hubieran dado la mejor noticia del mundo.

La mirada de Hunter conectó con la mía y este ensancho aún más la sonrisa. Le divertía la situación. Yo rápidamente desvié la vista.

A estás alturas, estar acá ya no me parecía una buena idea.

¿En qué demonios estaban pensado los adultos en poner a adolescentes de sexos opuestos en las mismas cabañas? 

¿No pensaban en las hormonas alborotadas de algunos?

Obvio no lo decía por mí. Yo no era una de esas, aunque con el idiota de Hunter cerca, no estaba tan segura.

Esto era inaceptable. Iba de camino a hablarle a Mick pero habló antes de que estuviera frente a él.

— No habrán cambios. Sus mochilas están en aquella pila de allá —y sin mas, se dio la media vuelta y se fue a hablar con los otros profesores que habían venido.

Fui a buscar con Sam nuestras pertenencias en la pila desordenada. No obstante, buscaba por todos lados y no daba con ella. 

— Apúrate, Ash. Quiero elegir una buena cama antes que la tonta de Mary llegue a la cabaña —se quejaba mi buena amiga.

— Adelantate, nos vemos a la hora del almuerzo —le dije para no escucharla quejándose. 

Ella se fue con paso apurado a la cabaña numero uno. Me dediqué a buscar por todos lados pero no había señales de ella y yo ya me estaba estresando. Le pregunté a varias personas si la había visto pero nadie sabía.

— Vi una mochila flotando en el lago hace un rato, Ashton, pero no me fijé como era —informó Thomas, el chico de la cabaña donde estaba Sam.

Corrí al lugar elevando plegarias a los dioses para que no fuera la mía, pero como era de esperarse, fueron ignoradas.

Desde ese día no seguiría creyendo en fuerzas superiores. Era obvio nadie me escuchaba, solo llegaban desgracias a mi vida.

La jodida mochila que tanto había buscado estaba ahí flotando a unos metros de la orilla.

Tomé una respiración profunda y entré al lago helado a sacarla.

Tenía una idea muy clara de quién era la causante de esto.

Nada de esto se iba a quedar así.

¡No soy Ariel!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora