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Pelea de gatas

Me sentía en el cielo, Hunter sabía cómo besar y hacerme olvidar el mundo en un segundo.

Sentí su mano entrar debajo de mi camisa y posarse en mi cintura a medida que repartía suaves besos desde mi boca hasta mi cuello y lo atacó sin piedad. Sentir sus besos húmedos y aliento cálido allí me hicieron gemir de forma involuntaria, a lo que él apretó mi cintura y su mano empezó a subir por mi torso.

Alertas rojas se encendieron en mi mente.

No quería que parara pero me aterraba todo lo que estaba sintiendo. Era demasiado.

Puse mis manos sobre su pecho y lo aparte de mí, sin embargo, al instante extrañé su cercanía.

Hunter me miró un poco confundido. Su respiración estaba agitada como la mía, tenía un brillo de satisfacción en sus ojos, miré sus labios rojos por los besos, error porque mordió su labio inferior y sentí la necesidad de hacer lo mismo.

— Yo...—no sabía que decirle con exactitud—. Es muy rápido —solté.

Sentía la cara caliente de la vergüenza.

Él asintió en entendimiento y se acostó a mi lado.

— Ash —rompió el silencio—, ¿me permites abrazarte?

Giré mi cuerpo y posé mi cabeza sobre su pecho, Hunter me rodeó con sus brazos y nos quedamos dormidos.

Al día siguiente pasamos toda la jornada haciendo excursiones a los alrededores acompañados de los profesores.

Hunter y yo no mencionamos nada sobre lo que había pasado la noche anterior, yo por vergüenza y él para no hacerme incomodar. Agradecía que no hiciera bromas con eso. Ya suficiente había sido cuando el profesor Mick nos despertó muy temprano abriendo la cremallera de la carpa para investigar. Por suerte Hunter y yo nos habíamos alejado un poco mientras dormíamos y no había nada sospechoso. No obstante, nos dijo que no podíamos seguir durmiendo en la tienda, por lo que teníamos que dormir con Kendra y Brad en la cabaña. No se me olvidaba que Kendra, no sabía cómo, había arrojado mi mochila al lago, pero ya habría tiempo para vengarme.

Los dioses estaban sonriéndome porque esa noche no hubo ningún incidente, pero eso no me impidió que casi durmiera con un ojo abierto y otro cerrado. Cuando se duerme con el enemigo cualquier cosa se puede esperar.

Y así pasaron los tres días de campamento. 

De camino a casa, Sam me preguntaba sin cesar sobre lo que había pasado en la tienda de acampar, se lo contaría todo a mi mejor amiga pero lejos de todos nuestros compañeros. Sam tenía que aprender a ser paciente.

 Volvía a ser lunes y todos en el instituto hablaban de todas las cosas que hicieron en el campamento, y por supuesto la noticia de que Hunter y yo habíamos dormido en la tienda se había esparcido por todos los pasillo. Lo peor fue la forma en la que me enteré.

Caminaba por los pasillos con tranquilidad pero no podía evitar sentirme incomoda bajo las miradas curiosas que se posaban sobre mí a medida que caminaba, no sabía qué estaba pasando, hasta que llegó Knedra y se interpuso en mi camino.

 — ¿Quién lo pensaría? ¡La mojigata se acostó con Hunter! —dijo con desprecio.

No podía creer lo que escuchaba.

¡Ella fue la que folló con Brad en la cabaña ese día!

— No tengo nada que hablar contigo —respondí y seguí mi camino.

Estaba de buen humor y jamás había tenido una discusión con otra chica. No sabía cómo actuar en esa situación.

— Zorra —dijo a mi espalda.

Y el autocontrol se fue al demonio.

— ¡Tú lo eres! ¿O crees que no te vi en la cabaña con tu ex? —ataqué.

Kendra me miró llena de furia y lo próximo que sentí fue su palma chocando con mi cara.

¡Me había dado una cachetada!

Cerré mi puño y con fuerza lo estampé en su nariz, lo cual me hizo arrepentir al instante porque los nudillos me dolieron como el infierno.

Ya para ese momento todos en el pasillo están vociferando como locos por la pelea.

Kendra iba a arremeter de nuevo pero Brad la tomó en sus brazos para impedirlo. Yo también fui apartada por un par de brazos.

— ¡Suéltame!

— Cálmate que te meterás en problemas —era la voz de Hunter.

— De todas formas ya lo estoy, ¡Y no voy a permitir que esa perra diga mentiras sobre mí!

Él lo pensó un instante y después me soltó. Hunter sabía lo que ocurría.

— No pasó nada en la tienda de acampar ¡Deberían meterse en sus asuntos! —dijo Hunter frente a todos.

De pronto se escuchó la voz del director.

— ¿Qué está pasando aquí? —preguntó molesto.

Nadie dijo nada.

El hombre miró a todos y su mirada se detuvo sobre la nariz sangrante de Kendra y después miró mi mejilla roja.

— ¡Ustedes dos! A mi oficina ahora.

Y sin nada que decir, con la mano doliéndome, con la mejilla caliente y muerta de la vergüenza al percatarme que estuve en mi primera pelea, obligué a mis pies a ir a la oficina del director. 

Hunter caminaba a mi lado en total apoyo, después se nos unió Sam. Sin embargo, tuvieron que esperar afuera de la oficina. 

Kendra y yo estábamos sentadas en la oficina del director esperando a que llamaran a nuestros padres. 

Seguía enojada por cómo empezó la mañana. Kendra por su parte sostenía una bolsa de hielo sobre su nariz para disminuir la hinchazón.

Lo peor vendría luego, para ser mas específicos, cuando mi madre llegara, la cual no tardó mucho.

Los dioses no estaban de mi lado.


¡No soy Ariel!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora