Insultame
Si pensaron que el percance con Chris en el día de entrenamiento no fue suficiente drama. No se imaginan lo que vino después. Algo mucho peor.
A los días de haber empezado a trabajar en Bird's, Hunter lo descubrió una tarde que fue a comprar un pastel de cumpleaños para su mamá. Me iba a morir cuando entró al café y su mirada se posó en mí con diversión, no quería morir porque no quería que me viera trabajando, sino porque significaba que ahora tenía un campo de batalla donde yo no podía arremeter contra él.
— Vaya, pero si es Ariel —dijo casual.
— Bienvenido a Bird's, ¿Qué deseas tomar esta tarde? —pregunté forzando una sonrisa e ignorando su comentario ya que Bob estaba evaluando mi desempeño desde el otro extremo de la barra.
— ¿Puedo tomarte a ti? —insinuó con picardía y las ganas de querer quitarle la cabeza no tardaron en llegar. Sin embargo, me tragué mis sentimientos.
— Acá no, por favor. Sigo en periodo de prueba —casi le supliqué por lo bajo— Puedo sugerirte el pastel de chocolate con avellanas —comenté con mi tono de voz lo suficientemente alto para que Bob escuchara y este sonrió complacido.
— Vale, tomaré uno de esos.
Por suerte, ese día colaboró y no insistió con hacerme molestar, sino que después de tener su pedido se retiró del local. Agradecía a los dioses por eso, esa noche les iba a danzar.
Pero no todo podía marchar en paz siempre porque pasó exactamente lo que me temí. Hunter empezó a ir al café todos los días y se quedaba por horas, y por si fuera poco, se negaba a ser atendido por Adam o Jude, la otra chica que trabajaba ahí, si no lo atendía yo, no pedía nada y por tanto Bob quería que se fuera a lo que Hunter se excusaba diciendo que yo no lo había atendido aún.
Efectivamente, me tenía de allá para acá como su esclava. No me sentía Ariel, me sentía la Cenicienta y él era una de mis hermanastras. Me iba a volver loca.
— ¿Entonces ese chico no era gay? —preguntó un preocupado Adam y yo recordé que él le había dado su número de teléfono hace un par de semanas. Sentí pena por él.
— Me temo que no, Adam. Hunter no es gay, es un idiota —le confirmaba mientras ambos lo veíamos comiendose un trozo de pie de limón. Como deseaba que se atragantara.
— Pues si. Un idiota muy insistente, le debes gustar bastante.
— ¿Gustar? Yo pienso que le da placer hacer mi vida miserable. Me odia y yo a él.
— Del amor al odio solo hay un paso —sentenció suspirando y regresando a sus labores.
No creía que Hunter y yo seríamos pareja jamás. Él tenía un capricho conmigo y yo no iba a cumplirselo, además él tenía a todo el instituto detrás de él. Que se fuera a buscar novia a otro lado.
Hunter me hacía señas para que le llevara la cuenta y yo le mostraba el dedo medio, era mi forma de decirle que ya se terminara de ir.
— Acá tienes —dije entregándole la factura de mala gana.
— Que humor tienes hoy, Ariel.
— Ya terminate de ir.
— Este es un país libre, puedo estar donde yo quiera. De hecho, pienso que me está provocando otro trozo de pie de limón —amenazó.
— No te atreverías ¡Ya tienes dos horas aquí! —le recordé con la intención de que le diera vergüenza y se fuera.
— Si, definitivamente quiero otro trozo.
— ¡Ya basta! Esto es acoso. Tienes dos semanas viniendo todos los días y a mi jefe no le agradas.
Y era la verdad, Bob ponía mala cara cada vez que veía entrar a Hunter.
— Vale. Me iré pero con una condición.
— Bien, ¿Cuál? —pregunté desesperada.
— Sal conmigo.
— Todo menos eso.
— Entonces seguiré viniendo todos los días.
Odiaba tenerlo ahí cada día, sin mencionar a Adam y a Jude que les incomodaba que Hunter se negara a ser atendidos por ellos.
— Pues no saldré contigo.
— Entonces quiero mi otro trozo de pie.
Si que sabía cómo volverme loca. Jodido el día en que sus padres decidieron acostarse sin preservativo.
— ¡Bien! Saldré contigo —dije derrotada.
Él sonrió triunfal, pagó la cuenta y yo lo acompañé a la salida, para ser precisos, hasta la acera de afuera de Bird's.
— Listo, ya salí contigo. Espero no verte más por aquí.
Y sin tiempo que perder entré de nuevo al café, el idiota se quedó confundido y después se fue. El resto de la jornada fue tranquila.
Ya en casa, hablé un rato con mi mamá, le contaba lo insoportable que era el vecino y ella solo me insistía con que saliera con él porque era obvio que me gustaba también, lo negué y me fui escaleras arriba. Mi mamá estaba fuera de sus cabales.
— Ash, hija, hablando del vecino. Hace un rato vino a visitar —dijo mientras yo seguí mi camino fingiendo que no la escuchaba.
¿Qué demonios tenía que hacer Hunter acá? ¿Por qué se tomaba la libertad de venir cuando le diera la gana?
Todas las respuesta las tuve al abrir la puerta de mi habitación.
En el techo de la misma, había una lámina de papel que ponía en grande "¿Quieres salir conmigo?"
— Este pendejo —dije para mí misma y seguí leyendo.
"Insultame para decir que si" "Dime que me deseas en árabe para decir que no"
Mierda, ya lo había insultado, lo bueno era que él no estaba ahí para saberlo.
De pronto se escucho un ruido fuerte que provenía de mi armario y yo grité del susto.
Abrí temerosa las puertas del closet y ahí estaba Hunter sonriendo como si se había ganado la lotería.
Nos miramos y yo no pude evitar negar repetidas veces en voz alta.
— Es una cita.
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¡No soy Ariel!
Teen FictionPeces, cangrejos, corales, pulpos malvados, sirenas y príncipes azules. Todo esto acompañado del ritmo de canciones geniales y mucha magia. Pues así no era la vida de Ashton. Ashton era una chica común y corriente a la que Hunter le gustaba poner a...