02.

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– Sí tan solo ese idiota supiera...

No podía parar de quejarme en voz baja, las clases parecían avanzar en cámara lenta y ésta precisamente no me tocaba con Jimin, así que no tenía nadie a quién arrojarle bolitas de papel y estaba muy aburrido. Sé que suena mal tomando en cuenta que estoy en la escuela, pero la clase de tutorías siempre la he considerado innecesaria y por lo mismo no le presto atención.

Obviamente todo el mundo sabe lo que la sociedad tacha como correcto o incorrecto, entonces los exámenes de ésta materia; porque sí, el profesor de tutorías nos aplica examen, son tan sencillos que podría responderlos con los ojos cerrados y una mano atada a la espalda.

Ahora mismo me encontraba trazando dibujos sin sentido y líneas inconexas en la última hoja de mi libreta, esa que todo el mundo tiene con mensajes a la persona que le gusta y dibujos de sus series favoritas.

– ¿Porqué es tan difícil para ti, darte cuenta que me gustas? — Continué quejándome en murmuros para asegurarme que nadie más escuchase, soltando pequeños sonidos en queja hasta que mi celular comenzó a vibrar dentro de mi pantalón. – Rayos... — Gruñí, sacando el aparato disimuladamente y escondiéndolo entre mis piernas.

"Mensaje nuevo de Jiminnie"

Hablando del rey de Roma.

Desbloquee el celular y seleccioné el mensaje, rodando los ojos al leer lo que decía y volviéndolo a guardar en mi bolsillo. Jimin quería charlar conmigo respecto a unas cosas de Roxana, unos cuantos consejos de mi parte y salir a comer golosinas.

Confieso que acepté por las golosinas, sólo por eso.

  El timbre sonó al fin, dando por finalizada la clase y todos comenzamos a guardar nuestras cosas. Yo estaba algo emocionado por ver a Jimin y comer golosinas, así que me apresuré a salir rápido del salón y encaminarme a la cafetería.

Iba con una pequeña sonrisa alegre en el rostro hasta que repentinamente mi hombro chocó contra algo duro, haciéndome retroceder unos pasos.

– Cuidado por donde caminas, Kim — Gruñó Jungkook, aquel chico de año menor que me detesta como si fuese el causante de todas las cosas malas que le pasan en la vida.

– Como digas, Jeon — Imité su tono, rodé los ojos aburrido y continúe mi camino.

Sinceramente las opiniones o comportamientos de otras personas hacia mí resultaban importarme muy poco desde que me declaré homosexual. Antes lo único que me preocupaba era que Jimin me dejase de hablar cuando se enterara, ahora él lo sabe y sigue tratándome como lo ha hecho siempre, cosa que agradezco infinitamente.

Seguí mi camino sin más preámbulos hacia la cafetería, entré en la gran sala y me sorprendió bastante que todavía hubiese gente después de clases, docenas de personas andaban por aquí y allá, riendo, charlando, comiendo, leyendo... Lo típico.

Sin dudar, tracé mi ruta directo a la mesa de siempre y al llegar Jimin ya estaba esperándome mientras jugaba con sus  anillos haciendo muecas, no pude evitar sonreír al pensar en lo adorable que de veía.

– Llegué, Park — Me descolgué la mochila de los hombros y tomé asiento, suspirando un poco antes de frotar las palmas de mis manos. – ¿Qué querías decirme respecto a Roxy?

Jimin sonrió mirándome, pero luego esa sonrisa se convirtió en otra de sus muecas mientras volvía a desviar la vista a sus anillos. Mi ceño se frunció en con curiosidad y bajé la mirada hasta toparme con la suya, dedicándole otra sonrisa apacible.

– ¿Todo bien?

Jimin se mordió el labio y comenzó a mirar hacia los lados. – Supongo que sí — Respondió finalmente, acercándose más a mí como si me fuese a decir la clave de la casa blanca.  – Pero, tengo unos cuantos problemas con Roxana, Taehyung. Ya no sé que hacer

– A ver... No me asustes en vano tarado, ¿Qué pasa?

– No puedo decírtelo aquí, hay mucha gente — Se quejó el pelinegro, levantándose de su asiento mientras me hacía una seña para que lo siguiera y empezaba a caminar fuera de la cafetería. Confundido, seguí a Jimin hasta que llegamos al salón de tutorías, el cual se encontraba sólo pues era la última clase antes de terminar el horario escolar.

– Mejor... — Murmuró él tomando una gran bocanada de aire antes de girarse hacia mí e ir a cerrar la puerta a mis espaldas. – Lo que quería decirte es que yo...

– La embarazaste — Lo interrumpí algo tímido, sintiendo como comenzaba a hacerse un hueco en mi estómago que crecía más y más con cada segundo que pasaba viendo a Jimin tan nervioso.

– ¿Qué?, ¡No! — Chilló riendo. – No, no, no... Somos muy jóvenes para bebés todavía Taehyung, ¿cómo se te ocurrió eso?

– No lo sé, quizá es porque estás actuando demasiado raro — Encogí los hombros riendo ligeramente.

– Bueno, si estoy actuando raro no es por eso, tranquilo — Jimin se sentó en el escritorio mientras yo tomaba asiento en un pupitre de delante, mirándolo y esperando pacientemente su confesión. – La verdad es que... Planeo sugerirle que vivamos juntos

Santa mierda, santísima y bendita mierda.

– ¿Cómo dices que dijiste?

— Pues eso, ya sabes... – Se llevó una mano al cabello y lo jaló ligeramente, soltando un gran suspiro mientras miraba a un punto indefinido en el suelo. — Sé que apenas llevamos un año de relación, pero me siento listo para dar el siguiente paso y creo que ella también, ¿sabes?

No podía articular nada en aquel momento, mi cerebro había quedado completamente en blanco y me faltaban palabras para decirle algo coherente cuando sólo se me venía a la cabeza las mil y un formas en las que podía huir de ese momento. ¿Recuerdan el cuchillo que les mencioné antes?, ¿Esa metáfora de lastimarse uno mismo?, ¿sí?, bueno... Pues Jimin acababa de clavarme una espada entera, y con cada palabra que salía de su boca era una gota de limón que caía a la herida.

Amor entre cuerdas. | KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora