13// Jungkook

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Lunes por la mañana.

Mi alarma al fin me despertó después de postergarla cuatro veces.

Yoongi ya estaba terminando de alistarse para su trabajo cuando salí de la habitación, así que decidí no interrumpirlo y mejor caminé directamente a la cocina.

– ¡Me voy! — Gritó antes de abrir la puerta – ¡No olvides la nota!

Sonreí un poco ante lo último.

– ¡Ni loco la olvido! — Grité de vuelta antes de escuchar el golpe de la puerta, avisando así que el departamento quedaba completamente disponible para mi.

Terminé desayunando cereal y un par de galletas, la verdad eso de hacerme comida yo mismo aún no se me daba muy bien así que siempre recurría a lo básico.

Salí del departamento con la nota de mi enamorado en la mochila y en camino al colegio me encontré con el estúpido alienígena de Taehyung, acompañado de un chico alto con el rostro alargado y la línea de la mandíbula exageradamente marcada para ser verdad.

El castaño sonreía con los dientes completos mientras el otro parecía contarle un chiste, la escena era bastante linda de no haber sido porque Taehyung cruzó su mirada conmigo.

Les juro que sólo fue un segundo. No, un milisegundo; cruzamos miradas por un milisegundo y pude ver con velocidad cómo aquél brillo en su mirada desaparecía completamente.

En ese momento me sentí como basura, de pronto el chico de cabello naranja volteó a verme al percibir la mirada fría del otro y yo rápidamente huí de la escena.

A veces de verdad me arrepentía por haber sido tan idiota y estúpido con Taehyung en el pasado, me mortificaba por las bromas pesadas que le hacía y deseaba no haberlas hecho jamás. Pero después de todo el tiempo no cura heridas, sólo las oculta en lo más profundo de tu cabeza y finge que no están ahí hasta que no puedes evitarlas.

Y justo eso me había pasado con él. Tiempo después que intenté arreglar las cosas, Taehyung simplemente me evitaba y pasaba de largo como si no existiera, evitándome a toda costa incluso cuando no me dirigía a él.

Ahí me di cuenta que no valía la pena esforzarme por algo que no tenía arreglo, era cómo romper un plato e intentar pegarlo con goma de mascar.

Simplemente estaba destinado a no pasar.

Así que me rendí y continué con mi ridícula actitud cretina. Gracioso, ¿no?

~*~

 
Las horas de clase pasaron sumamente normales a cualquier otras, aunque esta vez mis nervios y emoción se volvían más grandes conforme pasaban las últimas dos. Mis manos sudaban y mis pies se movían en una pequeña marcha incontrolable mientras sentía cómo la nota en mi bolsillo gritaba por ser leída.

– Muy bien, entonces eso es todo. — Habló la maestra, dando una pequeña palmada para finalizar.

Disimulé tranquilidad y me levanté del asiento, comenzando a juntar mis cosas mientras esperaba con paciencia a que el aula quedara vacía. Me despedí de HunSe con un abrazo rápido y luego, después de veinte minutos de que tocó el timbre, me eché la mochila al hombro y corrí como idiota a la sala de música.

Los pasillos estaban sumamente vacíos, así que me fue muy sencillo presenciar cuando el chico del violín comenzó a entonar la primera nota de aquella forma tan única que me helaba la sangre.

 Este día llegué más rápido que de costumbre, ya había preparado la nota para entregársela y había estado ensayando un absurdo discurso que improvise mientras corría. Me sentía jodidamente nervioso, totalmente alterado y con el pulso al mil por hora.

La melodía finalizó. La persona del violín dio final con una pequeña nota grave y luego percibí como bajaba el violín.

Fue ahí cuando sucedió.

Sonreí como idiota y coloqué mi mano en la perilla para entrar cuando repentinamente escuché a alguien aplaudir dentro de la sala, haciéndome frenar en seco por completo.

¡No puedo creerlo, eso fue genial!, ¿Desde cuando tocas así, lindo?, me gustarían unas clases.

Una voz masculina apareció. Mi mano cayó con desgana a mi costado y bajé la mirada a la nota.

Alguien estaba ahí dentro elogiando a persona del violín. A razón especial para ir a la escuela y a persona misteriosa que moría por conocer.

– Mierda... — Mustie a mitad de un gruñido, apreté los puños y aventé el absurdo post-it naranja al suelo.

Ya no tenía sentido, no sería lo mismo en absoluto si conozco al chico del violín estando alguien más ahí. Simplemente no podría decirle nada de lo que quería sin sentirme como un completo estúpido e interrumpir el momento que pasaba con aquella otra persona.

Era inútil, así que me fui...

Amor entre cuerdas. | KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora