Capítulo IV

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- Praia.

Francesco sonríe inmaculado.

-¿Qué te parece si damos un paseo?- Pregunta.

Eso no es lo que tengo en mente, pero acepto.
Me levanto de mi lugar y todo a mi alrededor gira, aún así mantengo el equilibrio lo mejor que puedo. Me dirijo a Santi, quien se encuentra bailando con una hermosa mujer.
Pobre de ella... Se llevará una gran desilusión, pienso.
Lo cojo rápidamente del brazo y lo atraigo hacia mi.

-El señor, mil modelos a mis pies, quiere que demos un paseo- Abre sus ojos y me mira boquiabierto.
-¿Y qué demonios estás haciendo acá parada, mujer? ¡Vete, vete!- Me empuja en dirección a la barra, donde Francesco me espera con mi bolso en su mano. Me giro nuevamente hacia mi amigo.
-¿Estarás bien?- Muevo mi cabeza hacia un costado para observar a la joven rubia con la que bailaba desenfrenado hasta hace menos dos minutos. Ambos comenzamos a reír instantáneamente.
-Creo que si ¡Me he tirado tíos más molestos que ella!- No puedo evitar mi carcajada contundente, a Santiago a pesar de ser gay le gusta mucho coquetear con mujeres (aunque siempre las ilusione y luego se vaya con el primer tío que se cruce en su camino). No me doy cuenta que mí estruendosa risa debe escucharse por todo el lugar a pesar de la música fuerte. Miro a Francesco y lo veo muy sereno. Espero que no me haya escuchado, pienso.
Llego a su lado y me tiende mi bolso.

-¿Lista?- Me pregunta.

Por un instante me acuerdo de Teo, y todo mi corazón se estruja. Recuerdo todos los años que llevamos juntos, todo lo que ha hecho por mí, los hermosos momentos juntos, las aventuras y locuras compartidas, todos los te amo y las noches enteras que nos la pasamos haciendo el amor. Suspiro. Luego recuerdo la voz de la mujer que oímos, y pienso que no estoy haciendo nada malo en dar un paseo con otro hombre que no sea él.
Un hombre que está buenísimo.
Un hombre que me mira como si fuera a devorarme.
Un hombre cuyos ojos me atrapan como nunca nada lo hizo jamás.
Asiento a Francesco con una sonrisa radiante en mí rostro y me encamino a la salida. Coloca una mano sobre mi espalda baja y me estremezco ante su cercanía. Al salir del lugar me guía hasta una hermosa limusina. Realmente no sé si quiera dar un paseo ahí, pienso. Hay tantas otras cosas que se me ocurren que podríamos hacer en esa limusina. Río ante mi pensamiento por lo bajo.
Un muchacho alto, de tez morena, espera para abrirnos la puerta. Logro ver a otro muchacho en el asiento del conductor y pienso si es necesario tener tantos asistentes y choferes a tu disposición. A no ser que él sea mucho más importante de lo que yo imaginaba. Debería informarme un poco más sobre Francesco Leone, pienso.

-Traje mi carro- Le informo.
-Si lo desea, Aarón puede llevarlo hasta su casa. Y luego yo mismo me encargo de que llegue sana y salva a destino- Me ofrece, señalando a su seguridad. Dudo por un momento. No confío mi auto ni siquiera a mi propio padre. Pero, ¿qué más puedo hacer?
-Está bien- Respondo. -Solo hay un inconveniente, no me gustaría que Santiago tenga que volverse en taxi y mucho menos ebrio- Francesco asiente con la cabeza.
-Él puede esperarlo y luego llevarlo a dónde Santiago le indique- responde.
-Ok... Lo cuida como si fuera suyo- Me dirijo a Aarón.
-Por supuesto, Señorita Miller- Responde y le entrego las llaves de mí carro.

Francesco abre la puerta de la limusina para mi y sonríe, niego con la cabeza al subir. No acostumbro a recibir tanta caballerosidad, Teo no es lo que se dice un caballero andante...

-Vamos a casa Mark- Le dice a su chófer. -Allí tomo el BM, y luego yo conduzco con la Señorita Miller- Informa.
-Entendido, Señor- Le responde, sin más.

La limusina es realmente grande. No es que jamás haya estado en una, pero ésta... Su tamaño es descomunal.
Francesco oprime un botón a su derecha y el vidrio negro que nos separa de Mark sube lentamente.

-Es térmico acústico- Comenta. Y sé muy bien a lo que se que se refiere.
-Lo imaginé- Respondo, cruzándome sensualmente de piernas. Veo sus ojos clavarse en ellas, levanta la vista lentamente haciendo una pequeña pausa en mí busto y muerde su labio inferior. Me inclino hacia adelante, apoyando un codo sobre mi rodilla. -Creí haberle dicho que no hiciera eso- Susurro tan cerca de su rostro que podría besarlo en ese preciso instante. Imita mi gesto, inclinándose hacia adelante, lo que me obliga a retroceder algunos centímetros.
-Es un tic- Responde divertido con un guiño de ojo y vuelve a hacer ese maldito gesto.

De repente me siento acalorada, mi boca se seca y me cuesta tragar la poca saliva que me queda.
Hace mucho tiempo que no coqueteo con un hombre, creo que hasta perdí un poco de mi magia. Estoy en pareja con Teo hace 12 años. Y hace muchísimos años me incomoda que los hombres muerdan su labio inferior. Es mi punto débil, mí talón de Aquiles.
Antes de poder responder, la limusina frena.
Debemos haber llegado, pienso.
Mark se baja rápidamente y abre nuestra puerta. Francesco desciende primero y me tiende su mano para ayudarme a bajar.
El lugar es enorme.
Una mansión de dos pisos se extiende frente a mis ojos. El terreno es de aproximadamente cuatro hectáreas.
Realmente tiene buen gusto para la arquitectura.

-Ven- Me toma de la cintura y me conduce hasta su carro. Abre la puerta para mi e ingreso en él.

El coche es muy espacioso por dentro. Toda una belleza.
Francesco toma asiento en el lugar del conductor y lo pone en marcha.
Sin darme cuenta nos encontramos por la ruta, según dice camino a su casa en la playa.
Si piensa que me llenaré el trasero de arena, está loco. Río a mi pensamiento y Francesco me observa de reojo.

-¿Le gusta el mar, Señorita Miller?- Pregunta.
-Por favor, Señor Leone...- Lo miro fijo pero solo por un momento, no quisiera distraerlo. -Llámeme Katherine- Comento juguetona. -Y si, me gusta mucho el mar- Sonríe.
-De acuerdo, Kat- Muerde su labio inferior y me doy cuenta que lo hace a propósito.

Ya sabe lo que provoca en mi al hacer ese gesto y puedo notar cuanto lo disfruta, sonríe ampliamente luego de hacerlo. Sus perfectos dientes me hacen desear que me muerda toda la noche.
No sé si fueron los sucesos vividos las últimas horas o los incontables shots de Tequila, pero de repente me siento sedienta y no precisamente de alguna bebida.



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Hola bellas, acá les dejo otro capítulo. Espero que les guste, gracias por leerme y apoyarme siempre.

En multimedia les dejo a Teo.

Abrázame muy fuerte (Hasta hacerme perder la Cordura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora