Parte Única.

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❖ Kwon SoonYoung, aka agente especial Hoshi.

Marcaban las tres menos dos, el sol aún no se ponía y los sonidos de las campanas de quien sabe dónde retumbaban en cada espacio que hubiera disponible, dejando una acibarada sensación entre sus dientes. El cielo que dejaba su negro encantador para empezar a marcarse con tenues grises provenientes de las nubes, le hacen soltar una risa llena de sorna, sintiendo de a poco como es que la belleza se le escabullía de las manos –ojos– sin ser capaz de hacer algo para retenerlo.

De ojos oscuros como las mejores noches que le acompañarían, nariz moldeada de injusticias y deseos de sangre que nunca quedarían satisfechos, unas manos delgadas y largas como las ramas de un sauce llorón cuando ve el dolor sin poder hacer la más mínima acción para parar aquello, de labios delgados y pintados de envidia y frialdad.

El viento soplaba de forma suave llevándose consigo sus recuerdos, no muy lejano. Olvidado por muchos e ignorado por otros.
Desde lo alto de un edificio, un chico con ojos atigrados y cabello color negro azabache se mecía sobre un barandal. Disfrutaba la vista sin preocupaciones, pues su jefe le había dado el resto del día libre. Marcaban las cuatro menos diez de la mañana y él no había podido dormir ni un poco. Presentía que algo se avecinaba, pero no sabía que era. Separó una mano del barandal y la dirigió a su bolsillo, del cual sacó su billetera, en donde guardada la foto de su ser más preciado. Quería relajarse, pero su presentimiento era malo, horrible. Y desde la distancia lo confirmó.

Las alarmas se encendieron alertando a los policías y perturbando los sueños de los que dormían. Uno, dos, tres. Fueron los golpecitos que SoonYoung dio con el dedo índice al barandal, al instante su teléfono celular comenzó a vibrar, era una llamada del jefe. Se separó del borde y atendió.
—Ya era hora. Ve y haz tu trabajo.
—¿No puede enviar a su squad? Estaba dormido.
—Sabes que no es verdad, ellos están en Tailandia arreglando asuntos con la mafia.
—Vale, enseguida me dirijo. ¿Tengo permiso para usar el arma?
—Haz lo que quieras, Kwon. —Fue lo último que escuchó de su jefe antes de colgar. Se preparó, se alejó lo más que pudo del borde, agarró impulso y...
Saltó.
Pero en eso se dio cuenta de que no era una buena idea, y cuando impactó contra el piso...

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Despertó, todo habia sido un sueño.
El olor a waffles recién hechos le llegó hasta la nariz, y la dulce voz de su madre hablando con... ¿MíngHào? ¡Le había dicho que estaba enfermo! por eso no pudo ir a jugar con él esa semana... Le había mentido. Pero no importaba, no si se trataba de MíngHào, por que era el esposo de SoonYoung. Se habían casado de pequeños, ah... los recuerdos.
Se quitó las sábanas de encima y corrió hacia afuera, importándole muy poco que estuviese aún en pijama y corrió a saludar al menor. Tenía que contarle las aventuras que había tenido mientras dormía.
Comieron, rieron, jugaron videojuegos en la habitación de SoonYoung y se dieron un beso, el que ellos llamaban "el especial" y también jugaron a ser policías.
Le contó de su sueño, le contó una vez más de cómo lo salvaría si estuviera en peligro y de cómo vivirían juntos cuando crecieran.
MíngHào había tenido una pesadilla, y, SoonYoung juró, que lo protegería de los monstruos que estuviesen bajo su cama, en el armario y en todos lados porque en su sueño, su jefe le había autorizado usar el arma, esa que hacía "bang!" y derrotaba a los malos.
La señora Kwon los miraba enternecida, pues su hijo había conseguido un muy buen amigo.

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tengo tanto sueño jajaja¿?

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