Finnick
Al fin acababa de cumplir 14 años, para muchos lo único que significa es estar un año más cerca de cumplir los 19 y no entrar más en las urnas para los Juegos. Pero para mi significan mucho, porque porfín podré ir con mi padre a pescar. Pero no como hasta ahora, a las orillas del mar, sino a mar abierto, en un pequeño velero, durante horas, o si el tiempo nos lo permite, días. Estoy seguro de que disfrutaré cada día que esté allí como si fuese el último.
Pero por ahora, tengo que acabar de prepararme para la cosecha. Si, cumplo años el día anterior a la cosecha, por lo que nunca hacemos nada, no desde que mi nombre empezó a entrar en la urna.
¿Porqué?
Por el sentimiento que tanto odio, el miedo. Le tememos tanto a ese día que somos incapaces de olvidarnos de el, por lo que preferimos esperar a que pase y a la noche comer como nunca comeremos otra vez en todo el año.
Acabo de calzarme y me miro al espejo. Por un momento pienso:
"¿qué pasaría si mi nombre sale elegido?",
"¿qué le harían a mis padres?",
"¿qué me ocurríría a mi?",
"¿tendría alguna posibilidad de salir vivo?"Y seguirían surgiendo más y más preguntas, pero justo entró mi madre a mi habitación, para cepillar mi pelo. Que gusto sentir sus finos dedos como el sedal y suaves como la arena de la playa.
Mi madre es hermosa, mide sobre 1'70cm, su figura es esbelta y bien proporcionada, su cabello es de un castaño casi rubio desgastado (como el de la mayoría de las mujeres que sobrepasan los 35 años en mi distrito), sus ojos son del color del mar, cualquier persona se podría quedar horas admirándolos, y su carácter es único e inigualable. ¡La mejor madre que me podría haber tocado!
En cuestión de segundos acaba de peinarme, me da un beso en la sien y me dice que mi padre nos está esperando para ir juntos a la plaza. Y así es, en la entrada de nuestra humilde casa se encuentra mi padre.Un hombre alto, con bastante musculatura aún con sus 43 años. Tiene el pelo castaño y los ojos verdes, lo normal en los hombres de mi distrito (miradme a mi, si soy igual que él). Desde que tengo memoria lo recuerdo en el mar, con una gran sonrisa en su cara, la cual conserva a día de hoy y muy pocas veces se le va de la cara. Incluso un día como hoy, con el cielo nublado, a unos minutos de que comience la cosecha, su sonrisa sigue tan irradiante como siempre.
En 7 minutos exactos llegamos a la plaza donde se reúne toda la gente del Distrito 4 para presenciar la partida de un chico y una chica que probablemente no vuelvan a ver en persona nunca más.
Lo odio, odio todo lo relacionado con los Juegos, incluso el aparato que utilizan cuando te pinchan en el dedo para "pasar lista" y estar seguros de que ninguna persona de entre 12 y 18 años falte en este día tan "especial".Llevo 2 años viniendo aquí a que me pinchen el dedo, y aún así no me acostumbro (ni creo que me acostumbraré) a ese pinchazo, ni a las filas perfectamente ordenadas que nos obligan a hacer delante del Ayuntamiento. A un lado las chicas y al otro los chicos.
A mi me tocó al lado de unos chicos los cuales aparentaban 1 o 2 años más que yo.
En fin, que sale el alcalde a repetir el discurso de todos los años, en el cual se habla de Panem, de los distritos y blah, blah, blah, blah. No me imagino lo aburridas que tienen que estar las personas que llevan escuchándolo más de los años que lo escuché yo.
Tan pronto acaba el discurso se apodera del micrófono Euterpe, la representante del Distrito 4 en el asqueroso Capitolio. Va vestida con las típicas prendas horteras de allá:
una peluca azul adornada con flores de distintos colores, un vestido del mismo color de la peluca, solo que un poco más oscuro, el cual tiene una forma un tanto peculiar, unos zapatos de tacón que dan vértigo sólo de mirarlos y lo que más me llama la atención. Su tono de piel. Un color crema con un toque violeta casi imperceptible pero perceptible a la vez.
Y no podía faltar la típica voz chillona que extrañamente también poseen los hombres. Obviamente no tanto como las mujeres pero está claro que lo exageran mucho, para mi gusto y creo que hablo en nombre de muchas personas, demasiado.
Me centro tanto en criticar al Capitolio, los Juegos y todo lo relacionado que cuando me quiero dar cuenta, Euterpe ya está rebuscando un nombre en la urna de las chicas.-¡Stella Retch!- pronuncia con su acento tan marcado que sólo poseen los habitantes del Capitolio.
En verdad no conozco mucho a esa chica, la tengo visto varias veces por los pasillos del instituto, pero nada que destacar. Acto seguido 2 agentes de la paz la acompañan hasta las escaleras que suben al escenario improvisado de todos los años. A Stella se le nota el miedo en los ojos. ¿Qué digo? Si la pobre está temblando. Si yo estuviese en su lugar no me mostraría débil. Es como gritarle a los cuatro vientos que eres débil y fácil, muy fácil de cazar y matar. Lo siento por ella.
Después de dar unos aplausos intentando animar al público, lo cual acaba en un silencio aterrador, como siempre, para variar; Euterpe se dirige a la urna de los chicos. Estoy nervioso, para que ocultarlo. Cruzo los dedos para que mi nombre no salga en la papeleta y repito en mi mente tantas veces como es posible la palabra por favor. Pero para mi mala suerte, no sirve de nada. Es este el momento en el que más odio escuchar el acento del Capitolio:
-Y el tributo masculino será...¡Finnick Odair!
Por un momento se me olvida como respirar, aunque nanosegundos más tarde recuerdo lo pensado anteriormente.
Nada de miedo.
Tengo que demostrar que soy fuerte.
Por lo que yo mismo, sin ningún acompañamiento subo al escenario y me planto al lado de la chica con una piel que me fascina. Le doy la mano a Stella, la cual tiembla, como no. Y nos mandan, por separado, como a una sala de espera, la cual admiro por un par de minutos, aún sin creerme que este año, el que pensaba que iba a ser el mejor de mi vida, de repente se convirtiese en el peor.
La puerta de abre desvelando las caras preocupadas de mis padres. Hasta el momento en el que veo que mi padre no tiene la sonrisa en su rostro, no pongo los pies en el suelo.
Entonces empiezo a torcer las comisuras de los labios hacia abajo. Pero antes de que llegase a más, mis padres me abrazan.-Sé que puedes hacerlo hijo, confiamos en ti- dice mi padre con su voz firme pero a la vez tranquilizadora.- sal de ahí con vida, cueste lo que cueste, nosotros nunca te juzgaremos por nada.
-Te queremos cariño- dice mi madre antes de que se los lleven por la fuerza.
En ese momento me veo solo, y empiezo a notar como el miedo invade poco a poco cada fibra de mi cuerpo, haciendo que deje de respirar por un instante. Pero no lo dejo avanzar, y me prometo a mi mismo que voy a salir de la arena, cueste lo que cueste. Por mis padres, por mi, y por mi futuro.
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L.
❤
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Respirar [Finnick Odair] - CANCELADA
FanfictionAquí podrás conocer la historia de Finnick Odair y de Lauren Strone, como eran sus vidas antes de la cosecha, durante los juegos, al acabar coronándose vencedores, siendo mentores, volviendo a los Juegos, ¿siendo felices...? CANCELADA