Capítulo 4: La invitación

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—¿Tengo yo culpa de tu ineptitud? —Y allí estaba el jefe de la mafia mirando desde su escritorio a un danés de alborotados cabellos, el cual gimoteaba en lo que se disculpaba, justificaba y le bajaba el perfil a su ineficiente trabajo. —Pero Nor... no habían mesas. No soy Thor como para que me den una reservación cuando no hay mesas disponibles. Digo, soy guapo como Thor y mi cabello deslumbra como el de él, pero ni con mi gran sex appeal pude conseguirte una mesa allí. —Berwald carraspeó y frunció el ceño. —No me importan tus excusas, Dagmar, esto era sencillo. —El sueco estaba molesto con aquel colega danés, el cual era su pareja, molesto por imaginar que le coqueteó a alguien. Pero más molesto estaba el noruego allí presente.

—Pero, ¡hey! Pillé reservación en el segundo restaurant más lujoso de la ciudad. Es mejor, está en una terraza la mesa que te aparté. ¿No es genial? Así estarás solito con tu crush- —Berwald le dio un pisotón a Dagmar, y este soltó un quejido de dolor. El noruego fulminó con la mirada al danés, mirada que dejó helada a esa pareja. —Era broma, era broma. Pero en serio, es la mejor opción, ya lo verás. —El hombre de la mirada azul profundo se centró en el informe que sostenía, resignándose a tomar la opción que consiguió su subordinado. —Espero no hayas sido tan torpe como para dar mi nombre real. —Dagmar sonrió orgulloso, como la mayoría de las veces lo hacía. —Claro, el mismo que me dijiste. Te garantizo que te encantará la ubicación de la mesa. Y tu crush quedará encantado y... —Berwald le tapó la boca al nórdico que estaba hablando de más, arrastrándolo fuera de la oficina, no sin antes decir que disculpe la estupidez del danés.

Ya habiéndose marchado aquel dúo de nórdicos, el noruego suspiró, clara muestra de su tedio. En unos minutos debía irse, para ir a ver a Gissur. —Mejor me voy ahora, leeré esto después. —El North's genius era un hombre organizado, dejar para después aquello no le causaría problema alguno.
Y abandonó su oficina, esta vez iría sin escolta, sabía que no surgirían contratiempos o problemas, puesto que se había encargado de echar fuera de su territorio a los hombres del ruso.

—Como que hoy no ha pasado nada interesante. Tal vez a la noche sí haya acción. —Habló el hongkonés y colega de Gissur, al cual todos llamaban Xiao. —Esto no es una serie policiaca norteamericana, Xiao. —Le contestó Gissur a su compañero asiático. —Ya lo sé, Ice... a ver si me divierto hoy que tengo turno de noche. —El islandés rodó los ojos, ya ni energía tenía de discutir con el castaño.

—Buenas tardes. —Quién estaba ahí frente a Gissur y Xiao era el líder de la mafia del norte de Europa. —Busco al oficial Hrafnsson. Oh, ahí está. —El rubio fingió sorpresa al ver al islandés. —Eres tú, halló. ¿Qué te trae por aquí? ¿Pasó algo malo? —El platinado mostraba gran interés en quien recién llegó, cosa que hizo reír por lo bajo al asiático. —Todo bien. Ayer le dije que hoy vendría a hablar con usted, oficial. —El islandés no creyó que de verdad aquel hombre vendría a verle, sorprendido estaba, e inconscientemente se sonrió por un breve instante.

—Ah, cierto. Hey, Xiao, ve a ver si está lloviendo en la esquina, es una orden. —El platinado dijo con seriedad y el aludido se cruzó de brazos. —Tal vez Lovino cayó con eso, pero yo no. —Gissur tomó de su escritorio un montón de hojas y se las pasó a su colega. —Tienes cosas que hacer, y ahora sería buen momento de encargarte de tus deberes. —El rubio miraba tranquilamente a los policías. —No eres nada divertido, Ice. Te dejaré aquí por un rato, pero volveré. —Y el hongkonés dejó solo al par de nórdicos.

—Lo siento. ¿Qué quieres hablar conmigo? —La zafírea mirada se fijó en el joven oficial. —Pues, venía a invitarle a cenar, como agradecimiento. —Un intenso sonrojo fue la primera reacción del menor, apenado y mucho por esa invitación. Por otro lado, le pareció bastante tierno que se diera la molestia de venir y que le invitara a comer como muestra de gratitud, aunque sentía que no había hecho nada extraordinario y que mereciera tal gesto.

—Yo... eh... Está bien. —Acabó aceptando el nórdico menor. —¿Le parece que nos veamos en la entrada del parque el viernes a las siete de la tarde? —El islandés asintió, seguía apenado. —Este es mi número, si gusta llamarme o si se presenta algún inconveniente y no puede ir. —El noruego le entregó al platinado un pequeño papel con la palabra "Nor" y con su número de teléfono anotado. El menor lo recibió, mirando por un momento el número, luego miró a su acompañante y asintió con una pequeñísima sonrisa. —Vale, lo guardaré en mi móvil más tarde. —Si fuera otra persona y no aquel hombre quien le entregara su número de esa forma, lo hubiera rechazado, sentía atracción hacia él, aunque ignoraba esa sensación.

—Le veré el viernes, como acordamos, oficial. —El noruego dio media vuelta para marcharse, con estilo. Su característico estilo; distinguido, elegante, varonil y misterioso.

—Vaya, se nota que tiene dinero. —Comentó el hongkonés tras irse el rubio y estar ya solo su jefe, asustando Xiao a su compañero de trabajo y superior. —¡¿Qué haces aquí tan de repente?! —Cuestionó el platinado. —Vine por mi bolígrafo, ¿me lo pasas? Está a tu izquierda, en el piso. —El nórdico mostró una expresión de molestia, mas no de enojo. —Toma, y escribe bien, el otro día tu letra era ilegible, Xiao. —Gissur le entregó el bolígrafo al castaño y se retiró de su oficina.

—Cuidado con mi gaseosa, la dejé en- —No alcanzó a terminar de hablar el policía asiático, calló al escuchar su nombre, gritado por el islandés. —¡Eres desordenado en el departamento, eres desordenado aquí en el trabajo! Tienes suerte de que yo sea tu jefe, se supone que los japoneses son pulcros y ordenados. —Regresó a su oficina el platinado, ese comentario lo hizo sólo para molestarle. —Soy hongkonés y a mucha honra. —Respondió el de las pobladas cejas. —Ya sé que eres chino. —Dijo Gissur como si hablara de una verdad absoluta. —El que bota algo y ensucia, limpia y arregla su desastre, es lo que tú mismo dices, ¿no? —Citó a su jefe el castaño. —Eres un fastidio, ya sé. Limpiaré eso y me voy, tú haz lo que te corresponde.

Gissur fue a limpiar lo que derramó y se marchó a su departamento. Se fue caminando, pensando en su visitante de hace un rato. Era miércoles, pensaba que sería conveniente llamar a aquel noruego para preguntarle su nombre, el cual no preguntó por estar distraído. No entendía que olvidara algo tan básico como preguntar su nombre. También pensaba llamarle para consultarle por qué ropa sería adecuada que llevara esa tarde. —Mañana lo llamaré. —El islandés se dijo a sí mismo y retomó con más ánimo su camino a casa.

Dos lados [Fanfic NorIce/AU Mafia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora