Camina al ritmo lento de sus ojeras.
Ella sabe que lo conseguirá.
Camina por el desierto llano de sus miedos, descalza y a la deriva.
Mente fría, agua tibia y puro ardor.
Escupe balas ajenas, sentimientos tóxicos y después sopla y se convierte en polvo.
Vuela.
Nadie habla de la magia de sus pestañas, de como el viento mueve su oscuro cabello, de como sus caderas se deslizan, pasan e hipnotizan.
Nadie habla de su andar palpitante ni del intermitente de su mirada.
Una mirada rota de cariño que se desprende y que enciende el asfalto si es ella quien lo pisa.
Decía un amigo suyo que la calma estaba en la brisa y que tal vez algún día dejaría de llenar de heridas sus pies y de sangre su camisa.
Ella anda al son de una canción y no se cansa de prometerse que lo conseguirá.
Esta rota de cariño,
cuanto dolor y cuanto miedo.
Y cuando llegaba la noche, le pedía a la luna que le curase las ojeras, que la abrazara con su dulce luz, que ella quería salir del daño y pasar el peldaño del dolor.
No quiero rendirme, saldré de esta.
-Se repetía.
Y la luna fría le respondió.
Niña, ¿pero tú has mirado por dónde andas?
demasiados recuerdos por el suelo,
tienes la vida rota,
hecha cristales
y te empeñas en encerder el fuego de los recuerdos para quemarte los pies.
Que desde hace tiempo te observo y le pido al sol que le de luz a tu sonrisa, que tu vida se ha convertido en la melancolia y la nostalgia de un niño huérfano.
Pisas cristales sin precaución, buscas esperanza en prados verdes y en una canción consuelo.
Pero sigues pisando recuerdos.
Sigue habiendo cristales.
Y ahora yo te susurro:
Deja de haber heridas cuando aprendes a no cortarte.
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Cuando menos lo merezca
PoetryEscribo porque lo siento y porque necesito escribir para sentir