25 - Elijah

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Aún recordaba las garras de la muerte cuando se deslizaba por el gran rascacielos, sin poder agarrarse a ningún saliente y viendo como el suelo se acercaba cada vez más, augurando una caída letal.
Ni siquiera luego de recuperarse del shock recordaba haber sacado la pistola del cinturón, mucho menos haber disparado a los frágiles cristales antes de resbalarse definitivamente por el borde. A partir de aquel momento todo se había vuelto borroso, como si no fuera verdaderamente él quien había salido del edificio mucho tiempo después, una vez que se sintió lo suficientemente fuerte como para poder caminar, recibiendo de frente la arena caliente de la tormenta durante todo el trayecto.
Lentamente, aquellas desoladoras condiciones, la falta de cualquier ser humano con el que poder conversar y los aterradores sonidos de las criaturas de la noche lo habían vuelto desquiciado, completamente decido a sobrevivir.
Durante un momento de angustia, se dio cuenta que sólo recordaba una cosa, y esa era la cara de la muchacha que lo había traicionado. Aquella chica de pelo tan rojo como las mismísimas llamas del infierno que le había quitado toda esperanza, dejándolo allí abandonado sin siquiera mover un dedo por él. Los llantos que recordaba haber escuchado cuando Ivan lo empujo por el borde del edificio no le sonaron dolidos, le sonaron débiles, simples llantos de una muchacha estúpida y mañosa desesperada por querer ser alguien que no era.
Se lo haría pagar.
Y fue esto lo que lo mantuvo vivo.
Este simple y efímero recuerdo le hizo entrar en las casas de los desaparecidos habitantes de Abu Dabi, tomando sus ya de por si escasos alimentos por un bien mayor, la venganza.
No dudo en ejecutar al moribundo soldado de Desperado que encontró tendido en un profuso charco de sangre, mucho menos quitarle su rifle Gauss y municiones, ya no las iba a necesitar más.
El primer indicio que le indicó que algo grande estaba pasando fueron aquellos helicópteros de Desperado volando en dirección norte, demasiada coincidencia que la tormenta estuviera desplazándose hacia la misma dirección.
No tardó mucho en encontrar el desierto aeropuerto, lleno de tropas de Desperado y poco espacio para esconderse. Por suerte para él, parecían estar evacuando a todas sus tropas en una pequeña porción del lugar, dejando el resto del edificio completamente para que pudiera explorarlo.
De regocijo al probar los snacks de las máquinas expendedoras, sin poder recordar la última vez que había comido desde que comenzó la misión, luego, su sed de venganza volvió a hacer funcionar sus extremidades.
Subir a la torre de control fue un suplicio, más al darse cuenta que los ascensores habían dejado de funcionar por falta de electricidad.
Se vio obligado a trepar por las escaleras de mano,y, cuando finalmente llegó a la cima, rompiendo los cristales y entrando dentro de la espaciosa habitación, no se sorprendió al encontrar a todos los trabajadores completamente resecos, como si algo les hubiera extraído las mismísimas ganas de vivir.
Los cadáveres momificados yacían en sus puestos, muertos, pero sin comenzar a pudrirse, echo que le llamó la atención.
Y si..? No, rápidamente apartó aquella idea de su mente. La que le decía que todo esto no había sido un accidente, que todos los echos estaban unidos y relacionados para que esto ocurriera. Explicaría las sospechosas criaturas que vio antes de la gran tormenta, la reticiencia de los habitantes a hablarle, y sobretodo el motivo por el que Abu Dabi lucia tan.. Vacía desde el principio. Y que tal si todos los habitantes estaban en las mismas condiciones que los de la torre de control cuando llegaron a la ciudad?
Intentó controlar su respiración, no podía hacer nada ya, al menos acabaría con ellos, una bala por cada una de las personas que habían fallecido en esta pesadilla.
Se recordó esto cuando tiro del gatillo una vez más, un impacto directo en el asqueroso cráneo de aquellas criaturas, la explosión de su cabeza en mil pedazos fue suficiente para hacerle sonreír durante unos pocos segundos antes de volver a la acción.
El cielo se iluminaba con resplandores carmesíes que parecían salir de la tierra misma mientras la tormenta los rodeaba, rugiendo encima de sus compañeros, haciéndole casi imposible escuchar algo a través del comunicador.
Se reprendió por haber perdido su casco en la caída, dejándole incomunicado de sus compañeros durante toda la travesía hasta el aeródromo.
Aún así, parecía que sin su ayuda lo estaban haciendo bastante bien.
Todos habían formado un perímetro alrededor de Bandit, e Ivan controlaba la torreta del mismo con gran celeridad, consiguiendo derribar a las incesantes hordas de demonios que trepaban por los bordes del edificio. De vez en cuando les quitaba alguno de encima con un certero disparo de su rifle cuando le parecía que se estaban acercando peligrosamente cerca de alguno de sus compañeros, solo para expulsar la bala rápidamente desde el cerrojo y cargar inmediatamente otra.
Lo más sorprendente era ver a Noah deslizarse por el fino tejado del aeropuerto, disparando sus ametralladoras, intentando atraer la atención de Hagalaz acertando certeros disparos a su esbelto cuerpo de arpía.
Parecía que lo estaba consiguiendo, o al menos eso creía, viendo como la criatura lanzaba rayos desde su lanza, tratando de alcanzar a Noah, el cual casi volaba sobre el fino metal, evadiendo y disparando al mismo tiempo a una velocidad de vértigo.
Sin embargo lo vio cometer un error, sin prever que la arpía tomará vuelo y se lanzará encima del Vital Suit con sus garras extendidas.
Esta vez no le dio tiempo a esquivarlo, y pudo ver cómo LoneWolf caía del tejado hacia la pista de aterrizaje con un estruendo, con Hagalaz encima. Intentó cargar su última bala apresuradamente, pero se le escapó de sus temblorosas manos, perdiendo unos segundos valiosos al contemplar como aquella arpía arrancaba de cuajo una de las sierras de LoneWolf con sus propias garras, a pesar de estar echas de Unoctanio.
Por fin la bala entró en la recámara, y sin esperar se dispuso a disparar.
El tiempo pareció ralentizarse, pudo en ese entonces observar los finos rasgos de la criatura mientras destrozaba con ansias el VS, escucho los gritos lejanos de sus compañeros al ser desbordados lentamente por las criaturas, perdiendo terreno lenta pero inexorablemente al verse desbordados por ellas.
Nunca estuvo más seguro de que sus acciones pudieran cambiar el curso de la batalla, y con esto en mente, soltó el gatillo directamente en la cabeza de la nívea Hagalaz, sonriendo al ver como se estremecía de dolor y se apartaba momentáneamente de LoneWolf, consiguiendole unos preciosos segundos a Noah, los suficientes para que Hagalaz mirara en su dirección.
Lo supo incluso antes de que aquella arpía fijará su vista en el, el aire se cargó de electricidad y un gran rayo  atravesó el techo de la torre, haciendo que su cabello se erizara mientras intentaba desesperadamente ponerse a cubierto.
Otro rayo más atravesó el aire, destrozando completamente el techo de la torre, haciendo que de repente el fuerte viento de la tormenta lo golpeara con toda su furia.
Tal vez Hagalaz pensó que ya estaba muerto, porque de repente dejo de invocar a la tormenta contra él, o tal vez fue el gran resplandor que salió de LoneWolf lo que llamó su atención.
De repente la blanca arpía se encontraba frente a un robot completamente mecanizado, de color negro con finas rayas azules, poseyendo grandes propulsores de la envergadura de sus alas, de la misma manera que sus dos sierras habían sido reemplazadas por dos finas extensiones desde las cuales rayos de energía pura eran expulsados, formando una especie de espadas igneas de plasma al rojo vivo.
Por último, la sonrisa confiada de Noah desde la nueva cabeza de la cabina hicieron que un escalofrío recorriera su cuerpo, pero no por la tormenta, o por lo desesperado de la situación, sino porque por una vez, tenían la posibilidad de cambiar las tornas del combate.
Y su última bala había, sorprendentemente...válido la pena.

Infierno de EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora