2. ¿Buenas nuevas?

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Abriste los ojos desorientado. ¿Qué hora era? ¿Estabas a lunes o domingo?, desde que vivías solo en aquella enorme y fría mansión, acompañado por un par de raquíticos elfos domésticos, habías perdido la noción del tiempo y el espacio. Uno de los tantos efectos de la soledad, junto con la pérdida de peso y la escasez de sueño.

Aún no había amanecido, pero no podías seguir durmiendo. Sólo tenías pesadillas cada vez que cerrabas los ojos, entonces ¿Para qué molestarse? era una pérdida de tiempo, una lucha perdida contra el escurridizo Morfeo.

Estiraste los músculos antes de levantarte de la cama, y emitiste un largo y profundo bostezo que casi tragó por completo tu habitación. Al parecer, había llegado el día. Sí, aquel fatídico día en que debías enfrentar al mundo con tu clásica careta ensayada, personificando al sujeto odioso y orgulloso que solías ser.

Mierda maldijiste, consciente de que era algo que no podrías evadir. Cualquier cosa era mejor que una estadía con todos los gastos pagados en Azkaban. Tampoco eras tan idiota para negarte, y después de todo, no tenías algo mejor que hacer.

Te vestiste de negro, pues reflejaba fielmente tu estado de ánimo. Aunque de estar alegre, probablemente también te hubieras vestido del mismo color. Todas las prendas de tu armario eran parecidas. Elegantes, caras, y exclusivas, pero todas similares. Sólo negro, blanco y gris había tras esas puertas de madera caoba.

Bajaste las escaleras como un inferi, parecía que flotabas por el lugar como el barón sanguinario, pero un olor a hot cakes invadió tus fosas nasales y frunciste el ceño extrañado. No recordabas haberle ordenado a Kytai que te sirviera desayuno ¿o si?. Asomaste la nariz por la puerta de la cocina y lo primero que viste fue a una alta pelinegra, que estaba colocando la mesa mientras tarareaba alegre una canción.

-Buenos días, señor insomne -te saludó sonriente.

-¿Pansy? -soltaste incrédulo-. ¿Qué haces acá tan temprano? Deben ser las cinco de la mañana, y tú no te despiertas hasta las diez.

-Me imaginaba que no podrías dormir -respondió ella volviendo a su tarea, ordenando los cubiertos pulcramente alrededor del plato-. Así que decidí venir a visitarte antes del gran día. ¿Sabes? Tengo la impresión de que hoy comienzas una nueva etapa, una mucho mejor.

-No exageres.

-¡En serio! -exclamó con una sonrisa que te pareció sumamente irritante, no estabas de humor para predicciones sosas-. Theo está de acuerdo conmigo. Lamentablemente hoy no puede venir, pero de seguro pronto se aparecerá por tu camino.

Rodaste los ojos desinteresadamente y tomaste asiento en el lugar que te había preparado tu amiga de la infancia. A veces te sorprendía lo dulce que podía llegar a ser, para luego mutar a su característica personalidad de slytherin. Todo un misterio bipolar ¿O todas las mujeres eran así de extrañas?.

Los minutos transcurrieron con calma, mientras comían y charlaban como en los viejos tiempos.

Aunque no lo dijeras, estabas agradecido de su compañía.

Y aunque ella no lo escuchara, lo sabía.

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Hoy me levanté con el pie izquierdo. Lo admito. Y es que era uno de esos días en los que me preguntaba porqué había tomado esa opción, nunca quise ser auror.

Quizás era la ansiedad de que estaba perdiéndolos, o probablemente la costumbre no me dejaba estar sola, sin ellos. Estar ahí, justo entremedio de Harry y Ron, se había vuelto tan esencial y básico como respirar, así que a pesar de que quería estudiar solamente leyes mágicas, terminé cursando carreras paralelas, lo que definitivamente me estaba crispando los nervios. Con suerte tenía tiempo para dormir, comer e ir al baño.

Mi Enemigo FavoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora