21. Lo correcto

1.4K 116 7
                                    

A veces la vida nos juega malas pasadas simplemente para que valoremos lo que ya tenemos, para encontrarle un nuevo color a la vida, y volver a respirar tranquilos y plenos. Eso era lo que yo sentía en esos momentos, mientras escuchaba ese tono de voz que tanto había extrañado y cuya ausencia significó una tortura, que sólo tuvo su origen en mi maldita torpeza, en la infame desconfianza que surgió a partir de un mal entendido, y ¡claro!, de mi galopante falta de juicio.

Suspiré. Sabía que mi rostro traía una sonrisa boba de oreja a oreja, pero ¿cómo evitarlo? Después de haber entrado a la primera tienda de ropa que encontramos, mientras estaba en el probador quitándome las prendas mojadas del cuerpo, había decidido que dejaría los temores y reservas para después, y que en ese instante, sólo aprovecharía el momento. Y lo hice. Me embriagué con su presencia y ahuyenté mis sentimientos a un lado, pues a pesar de que no quisiera superar lo que habíamos tenido, no había de otra. Las cartas estaban echadas. Draco había sido subliminalmente claro y yo no podía seguir jugando con los sentimientos de Ron. Debía olvidar las mariposas que aleteaban en mi estómago y disfrutar del resto de la tarde.

Luego de caminar un rato por Londres, mientras el atardecer caía lentamente frente a nosotros, nos vino una imperiosa necesidad de café. Entramos a un local extravagante que eligió Draco, repleto de relojes en todas las paredes, los que poseían distintas formas, tamaños y colores, señalando horas al azar en un completo caos sin orden ni explicación lógica. Creo que mi semblante se mostró visiblemente confundido, pues en ese instante, Draco me explicó divertido.

–No. No son los horarios de distintas partes del mundo –dijo, señalando una mesa para que avanzaramos.

–Entonces, supongo que el dueño es un verdadero fanático de los relojes.

–Por el contrario aclaró, corriendo una de las sillas para que me sentara –mira tu muñeca izquierda, a ver si lo captas.

Fruncí el ceño extrañada e hice lo que me pidió a la vez que me acomodaba en la silla. Solté una exclamación sin poder evitarlo. Mi reloj de pulsera, aquel que me había regalado mi madre al cumplir quince años, había desaparecido de mi muñeca, dejando sólo como rastro una línea blanca producto de la ausencia de sol en esa porción de piel.

–Las personas viven pendientes del transcurso de las horas, los minutos –continuó, sentándose al frente mío–. Viven corriendo de un lado a otro y no son capaces de tomar un respiro y simplemente existir, mientras te relajas con una increíble taza de café bien preparada y humeante. Por eso mismo, la idea del dueño de este local era crear un lugar perdido en el tiempo, donde la hora realmente no fuera importante, sino un detalle. Así que, cada vez que entra un cliente, su reloj es secuestrado hasta que se marcha, mientras los que se encuentran en las paredes sólo están de adorno. Ninguno da la verdadera hora.

Ordenamos un par de capuccinos, mientras yo seguía mirando absorta todo lo que nos rodeaba, y a él... especialmente a él. Había apoyado un codo en la mesa y descansaba su mentón en la mano. Su cabello caía por su frente ordenadamente y sus ojos se veían más grises que de costumbre. Miraba por la ventana que tenía al lado y su expresión estaba tranquila, en paz consigo mismo y con el mundo, algo que nunca había visto con anterioridad, pues cuando realmente lo conocí, era todo lo contrario. Me preguntaba qué estaría pensando y porqué me había traído hasta ahí, leyendo mis deseos a la perfección, ya que mientras aplanábamos calles entre comentarios y risas, en mi cabeza sólo pedía que el tiempo se detuviera para nosotros dos, como ahora.

–¿Mitología? –inquirí sorprendida de pronto, al ver el libro sobresalir de la bolsa que traía en la mano, el que había comprado justamente antes que lo interceptara en plena lluvia.

Draco sonrió y lo sacó completamente de ahí, comenzando a pasar las páginas, observando títulos e imágenes.

–Luna mencionó que la mitología muggle era interesante y me prestó este libro. Como me gustó bastante el tema, le devolví su copia y partí a comprar uno para mí. Me gusta leer las cosas calmadamente, y a este libro definitivamente le daré una segunda lectura. Hay un par de cosas que quiero entender mejor.

Mi Enemigo FavoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora