14. De decisiones y desventajas

2.4K 149 25
                                    

Te sentaste en una banca de madera, justo debajo de un farol, dispuesto a ponerle toda tu atención a aquel hombre que ya no pertenecía a este mundo, observándolo detenidamente, preguntándote si estaba ahí contigo o sólo era otro producto de tu imaginación enfermiza. No sería la primera vez que alucinabas despierto, es más, ya se estaba haciendo habitual en tu diario vivir, que ya había perdido toda lógica o normalidad. De un tiempo a esta parte, lo que llamabas "rutina" había dejado de ser tal, tu cerebro nunca dejaba de sorprenderte con extrañas situaciones, y con el transcurso de las semanas, cada día estabas más convencido de que San Mungo tenía una habitación reservada para ti.

Suspiraste.

Alucinar con un conejo suicida, un consejero del Zar, el rey del rock and roll, o incluso contigo mismo, no te había intrigado tanto como ver a tu antiguo profesor de pociones y amado padrino. ¡Y menos aún que quisiera aconsejarte sobre tu situación con Granger! cuando en vida él jamás demostró poseer esa clase de sentimientos, o una experiencia al respecto, o al menos un interés sobre el tema.

Miraste tu reloj calculando cuánto tiempo disponías. Afortunadamente ya pasaba de la medianoche, la luna se alzaba llena en los cielos, y no había otra persona en la calle que pudiera ver tu anormal comportamiento, ni escuchar lo que en ese momento pensabas decirle a ese holograma que se había plantado al frente.

–¿Cómo es que estás aquí? –preguntaste ceñudo–. O mejor dicho, debería preguntar, ¿estás o te estoy imaginando?

El hombre de piel cetrina esbozó una mueca que pretendía ser una sonrisa, y sentándose al lado tuyo, respondió: "Draco, ¿crees que si fuera parte de tu imaginación la señorita Parkinson habría podido verme esta mañana? ¿Apuestas por una locura colectiva?"

–No entiendo. Tú estás...

"Muerto" completó seco y sin emoción "Y así es. Estoy muerto. Pero mi espíritu aún no se ha retirado completamente de este mundo... no aún. Hay cosas que me faltan por hacer, y no sé si estés preparado para conocerlas, lo veremos sobre la marcha"

Frunciste aún más el ceño. ¿Qué era lo que no estabas preparado para conocer? habías pasado por tanto que dudabas que algo pudiera sorprenderte, sin embargo, callaste, esperando que tu padrino retomara la palabra.

El hombre cerró los ojos lentamente, y luego los volvió a abrir. Lucía extenuado, triste y desgarbado, y se tomó varios segundos antes de continuar. "Pero antes de hablar sobre eso, volvamos al tema que estábamos discutiendo hace unos instantes atrás. Tú y tu situación con la señorita Granger". Snape sonrió al ver tu incomodidad, y prosiguió de inmediato antes de que pudieras protestar. "Draco, aunque no lo creas, yo también fui joven alguna vez, y no quiero que cometas los mismos errores que yo cometí por simple estupidez, y que luego, ya viejo, volví a cometer otra vez. No seas un cobarde como yo lo fui en vida"

–¡Tú no fuiste un cobarde! –exclamaste indignado–. ¡Gracias a ti el Señor Tenebroso cayó! Potter no habría podido derrotarlo de no haber sido porque siempre lo protegiste a pesar de todo, y por tu convincente labor de doble espía. Te tocó la parte más dura de toda la guerra, y tuviste que soportarlo solo. Dime lo que quieras, padrino, pero eres cualquier cosa menos un cobarde. No me jodas. No vuelvas a repetirlo en mi presencia.

"Puede ser verdad lo que me dices, pero no sólo se es cobarde en la lucha, Draco, también uno puede serlo en los afectos, y a eso precisamente me refiero" el hombre clavó su mirada oscura en el muchacho, impregnándole seriedad a sus palabras. "Desde pequeño, nunca fui un tipo de muchos amigos, de hecho, siempre preferí la soledad a estar rodeado de idiotas... hasta que la conocí a ella. Fue por error, ¿sabes? Aún no entraba a Hogwarts, y me encontraba en el parque observando como dos hermanas jugaban; una era muggle, y la otra era bruja, pero ella no lo sabía.

Mi Enemigo FavoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora