12. ¿Hurón o Comadreja?

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Giraba, cantaba, bailaba y saltaba como una niña por todo su departamento, sin poder esconder la amplia sonrisa que exhibían sus labios delgados. Estaba dichosa y no podía negarlo.

Ese sábado, en principio depresivo y gris, se había tornado en el mejor de muchos, ¡y eso que no tuvo necesidad de maquillarse para lograrlo! Sencillamente había sido ella misma quien, con un poco de suerte y la ayuda del dios de las coincidencias, se había topado con Alexander, disfrutado la tarde con él, y prometido repetir la experiencia otro día. El sol había vuelto a aparecer en el horizonte de Pansy Parkinson, y aprovecharía la oportunidad para no dejarlo ir nunca más. Primero muerta.

Sin embargo, y a pesar de que ya había caído la noche y hace bastante tiempo que el muchacho había abandonado el lugar, ella aún no podía reprimir la felicidad que sentía y se extendía por todo su cuerpo. Las mariposas tenían un carnaval en su estómago, provocándole un cosquilleo agradable que hace siglos no sentía. ¿Que sería? ¿Amor? ¿Emoción? ¿Excitación? ¿Todo junto? No tenía la más mínima idea, sólo sabia que le gustaba sentirse así, expectante ante un futuro que comenzaba a tomar forma. ¡Por todos los hechiceros! Debía dejar de pensar en esos términos, ¿qué diría él si supiera que ya lo estaba colocando dentro de su futuro? ¿que sin ser su novia aún, ya alucinaba que tenían uno? Probablemente arrancaría como cualquier hombre, o la consideraría de plano loca. No. Tenía que guardarse sus maléficos "planes" para sí misma hasta que lo tuviera suficientemente engatusado.

El sonido del timbre la sacó de sus alucinaciones, y entre brinquitos, avanzó hasta la puerta para ver de quien se trataba. Cuando la abrió, lo primero que vio fueron unos inconfundibles cabellos rubios, y sin siquiera mirarlo, abrazó al visitante emitiendo un chillido de adolescente hormonal.

–¡Draco! –exclamó sorprendida–. ¡Qué alegría verte! Tengo muchas cosas que contarte, ¿a que no adivinas con quién pasé toda la tarde?

Pero luego de enunciar aquella pregunta, su felicidad desapareció de sopetón, al percatarse del demacrado estado de su amigo. Su cabello estaba excesivamente desordenado, como si hubiera peleado con la peineta y perdido en la batalla, sus ojos grises estaban apagados, oscurecidos, y sus labios estaban unidos en una línea recta e inexpresiva. Si no lo conociera, pensaría que su cara ilustraba la personalidad de alguien arrogante y engreído, pero ella pasó toda su infancia con aquél muchacho, y sabía a la perfección que ese semblante sólo lo adquiría cuando estaba destrozado por dentro y no sabía como exteriorizar su dolor.

–Por Salazar, ¿Te pasó algo? ¿Quieres un vaso de agua? ¿Whiskey? ¿Cerveza de mantequilla? –preguntó atropelladamente, tomándolo del brazo para hacerlo pasar y sentarlo en el sofá más cercano–. ¿Vodka? ¿Gin? ¿Una mezcla de todo?

Draco cayó como un saco de papas en el sofá, y de inmediato, hundió la cabeza entre ambas manos. Se veía tan desorientado, perdido, confundido, que a Pansy sinceramente le rompió el corazón, y olvidó de inmediato la alegría que experimentaba hace tan sólo unos segundos atrás. ¿Qué podía tenerlo en ese estado? ¿Qué podía afectarlo tanto?

La muchacha de los cabellos oscuros se sentó a su lado y comenzó a acariciarle silenciosamente la espalda, esperando que tuviera los ánimos de explicarle que le ocurría, sin presionarlo, pues parecía que para él se había acabado el mundo de un momento a otro.

–¿Puedo vivir contigo? –soltó sin mirarla, y su tono se oía a súplica.

Pansy se sorprendió con la petición, pero lo que más le impactó, fue el cómo se lo dijo. Fue en ese instante que se percató del baúl que cargaba su amigo, al igual que esa funda que parecía su Cello.

–¿Conmigo? ¿No tenías que convivir con el famoso trío? –inquirió, ante lo cual, su amigo se removió incómodo–. Oh, ya veo... ¿problemas con Granger?

Mi Enemigo FavoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora