23. Maldita, irónica y puta vida.

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¿Alguna vez han sentido que te arrancan el corazón a sangre fría?

¿Que todo el peso de lo que hiciste mal te cae encima sin piedad?

¿Que la ansiedad es tanta que te cuesta respirar?

¿Que tuviste la felicidad al alcance de la mano y la desperdiciaste?

¿Y que para peor, todo tu dolor es fruto de tu culpa, de tu egoísmo?

.

Ha pasado una semana desde que él no vive aquí. Siete días desde que no me regala su sonrisa infantil, ni me abraza como un gran oso protector, envolviéndome en sus gruesos brazos en una tierna caricia. Ciento sesenta y ocho horas desde que no sé de él, ni de mí, pues en el momento en que Ron cruzó la puerta y salió del departamento, también salió de mi vida, como si nunca hubiera estado en ella, como si fuera un agradable sueño del cual tuve que despertar con un vaso de agua congelada en plena cara.

Harry y Ginny tratan constantemente de animarme, jamás me dejan sola, jamás dejan de hablar, pues saben que el silencio me atormenta y me hace recordar. Se los agradezco, pero de nada sirve, ya que cuando me miro al espejo, sólo veo el reflejo de alguien que no conozco, una persona opaca, ojerosa, triste, patética, que por dejar su alma racional, cayó en las insanas redes de la impulsividad, obteniéndolo todo y perdiéndolo también, pues no sólo había machacado el corazón de mi primer amor y una de las personas más leales que he conocido por cobarde, sino que también, había eliminado cualquier posibilidad de ser algo más para Draco que su enemiga favorita.

Porque tarde me había dado cuenta que a Ron siempre lo iba a querer, era inevitable, pero en el caso de Draco... Draco se había ganado irrevocablemente mi amor. Y yo lo había echado a perder por completo. Aquella triste realidad se hizo más patente después.

Sabía que Draco ya estaba al tanto de mi ruptura con Ron, pues era un secreto a voces en la Academia. Todos murmuraban a mi alrededor, todos me apuntaban con la mirada, todos estaban atentos porque no querían perderse el momento en que me derrumbaría en llanto al frente de ellos. Sin embargo, él no movió un dedo al respecto. "Lo siento, Granger" me había dedicado escuetamente cuando me vio, y luego, nunca más tocó el tema, a pesar de que le di la oportunidad una y otra vez, con una frágil esperanza de que aún tuviera interés en mí.

Esa semana, la Academia de Aurores se había convertido en una pesadilla. Sencillamente, no quería ir. La culpabilidad me acechaba cada vez que veía el pupitre vacío de Ron, pues nunca más se apareció por ahí. Luego supe que se había ido a donde Charlie para despejarse. Molly de seguro me odiaba por alejarla de su pequeño Ronnie.

Por otro lado, la Academia también se había convertido en un suplicio porque la ansiedad me corroía a la hora de almuerzo. Draco siempre estaba acompañado de alguna compañera distinta. En ocasiones, me mordía la lengua para no gritar, y en otras, tenía que aguantarme las ganas de ir a plantarme a su lado y reclamarle que quiénes eran esa tropa de ofrecidas. Intenciones de hacerlo no me faltaban, pero tenía que tragarme mis sentimientos y mi orgullo, ¿Quién era yo para exigirle algo? Nadie. Absolutamente nadie. Sólo una simple conocida, quizás algo más, pero nada importante, ya que esa oportunidad la había dejado pasar por idiota.

Afortunadamente, no todo era tan malo. Draco cumplió la promesa de aquel día lluvioso en que volvimos a hablarnos. Desde entonces, nunca más me ignoró. Mas últimamente siempre solía estar acompañado, así que nunca podía tener una buena conversación con él, como antes. Extrañaba esos momentos de complicidad, y mi corazón los anhelaba con todas sus fuerzas. Sin embargo, no pude encontrar la oportunidad de disfrutarlos al menos una vez más. Draco tenía la cabeza en otro lado, y en ese lado, yo ya no existía.

Mi Enemigo FavoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora