24. Esta no es una historia fácil

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A penas el invierno llegó a Londres, el frío se hizo presente con fiereza en cada rincón de la ciudad, y un manto blanco adornó cada centímetro de pavimento, incluidos todos los pórticos de Abbey Road. Por esas calles blancas, tapadas de nieve virgen y algunas hojas secas que aún quedaban del recién vencido otoño, caminaban entre risas dos adultos y una niña.

La pequeña, llamada Anaís, estaba a punto de cumplir sus once años, y avanzaba a brincos adelantando a sus padres, ansiosa de llegar a la casa de sus abuelos para quedarse un último fin de semana con ellos, antes de entrar a Hogwarts y sólo volver a verlos en las festividades. La verdad sea dicha, ella amaba con todo el corazón a todos sus abuelos, pero tenía predilección por los paternos, que ahora mismo se dirigía a visitar.

Y es que los admiraba demasiado, aunque a veces, no los entendía en lo absoluto. Ambos tenían una mansión repleta de lujos, pero sólo la ocupaban para las vacaciones familiares. El resto de los días los pasaban en esa elegante, pero no tan enorme, casa en Abbey Road, sólo porque su abuela tenía predilección por cierto grupo muggle. Así, su abuelo sólo le había dado en el gusto porque la quería, ya que, según le había contado su padre más adelante, él prefería más a otro cantante de esa época, y al parecer, ambos gustos eran incompatibles por principios. Nunca entendería eso tampoco.

De cabellos negros, piel blanca y ojos almendrados, Anaís reclamaba de cuando en cuando la lentitud de sus progenitores, que caminaban, según sus propios dichos, "a paso de tortuga". Pero pronto su suplicio terminó. A los pocos minutos, ya se encontraban al frente de la casa, habían tocado el timbre, y su abuela había aparecido rápidamente del otro lado.

La mujer, de cabellos blancos y suaves ondas, se agachó primero a saludar a su nieta en un efusivo abrazo, que luego repitió con su hijo. A su nuera le dio solo un beso en la mejilla. No es que no la quisiera, sino que simplemente, jamás le perdonaría haberle robado a su hijo. Celos maternos. Grave cosa.

Luego de intercambiar un par de palabras entre adultos, los padres de Anaís se marcharon, dejando a su hija con la abuela a solas, listas para comenzar la tradición. Conversar, comer y reír hasta quedarse dormidas.

¡Abuela! chilló Anaís, dándole un segundo abrazo–. ¡Cuánto te voy a extrañar cuando me vaya!

La mujer le levantó el rostro, besó su frente y le dedicó una cálida sonrisa, devolviendo cariñosamente su abrazo. Luego, en silencio, la tomó de la mano y la llevó hasta el sofá de la sala de estar, para poder estar más cómodas. Hizo aparecer zumo de naranja y una cantidad exorbitante de galletas y chocolates. Jamás la mimaría demasiado.

Abuela, antes de que me preguntes si ya tengo todo listo para el colegio, déjame informarte que mamá ya se encargó de todo, así que no es necesario que me ayudes con eso. Además, ya leí la Historia de Hogwarts como me dijiste, por lo que estoy totalmente preparada para el desafío la atajó, conociendo la rigurosidad de su abuela.

Ella rió por la sagacidad de su nieta y la dejó continuar.

Por lo que me gustaría que sólo habláramos de otras cosas, como por ejemplo, y antes que se me olvide, de papá. Necesito hacerte una pregunta de él, ¿Puedo?

La mujer asintió, mientras colocaba un mechón de cabello de la niña tras su oreja. "Todas las que quieras, amor" le respondió, mientras se echaba un chocolate en la boca.

Hoy le pregunté cómo conoció a mamá. Según él, ella fue su primer y único amor. Pero yo no le creo nada, sería como un cuento de hadas... ¿o es verdad?

Antes de responder, su abuela dejó escapar una suave risa. No podía creer que siendo tan pequeña aún, ya estuviera interesada en la vida amorosa del resto, o que hiciera preguntas para luego refutar las respuestas con incredulidad.

Mi Enemigo FavoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora