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Lo despertó el llanto de Iskander.

Jason salió de la cama, sintiéndose aturdido y muy cansado. Tenía una costilla rota a causa de un par de imbéciles que se habían fugado de Arkham y honestamente, no sabía cómo iba a ser capaz de sobrevivir a sus responsabilidades como Red Hood y como padre.

Dick estaba durmiendo, el avecita azul siempre era el primero el despertar cuando se trataba de su pequeño cachorro, pero Dick estaba agotado. Así que Jason decidió ser el héroe una vez más. Caminó, arrastrando su cuerpo mal trecho y dolorido, obligándolo a dar un paso tras otro, escuchando cada músculo de su cuerpo quejarse y suplicar por descanso. Pero los padres no descansan, nunca.

— ¿Qué ocurre, campeón? ¿Tuviste una pesadilla? ¿Tienes hambre? ¿Lloras de madrugada porque secretamente me odias?

Iskander suspiró con sentimiento entre los brazos de Jason y se abrazó de él con necesidad. Sus pequeños dedos se aferraban a la piel del adulto. Y sus ojos verdes se encontraron en una mirada tierna y necesitada.

Jason suspiró, aquellos ojos verdes no eran como los suyos. Levantó un poco más a su hijo y le besó la frente con adoración mientras lo arrullaba suavemente susurrando palabras de confort. Entre sus recuerdos, Red Hood no podía evocar el de un padre, excepto por los años al lado de Bruce. No sabía qué se supone que debía hacer, ¿Cuál era la forma correcta de ser un buen padre?. Él sabía disparar un arma y patear traseros. ¿Por qué los niños no llegaban al mundo con un instructivo?

Comenzaba a sentirse desesperado. Pero entonces, escuchó la palabra más dulce y mágica que alguna vez hubiera escuchado en su vida.

"Papá"

Iskander le sonrió, bostezó, volvió a llamarlo papá y se durmió.

Jason sintió que todo el malestar de su cuerpo, desapareció. 


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