Capítulo 4

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4. Karla

Caminaba sin rumbo como siempre, por unos callejones poco iluminados en medio de la noche cuando unos golpes me sacaron del trance.

—Arriba— miraba una silueta desenfocada sobre mí —Vamos, es mediodía— miré la silueta y luego de unos instantes tomó forma, era una de las agentes de mi papá.

—¿qué diablos haces aquí?—

—A partir de hoy me encargaré de tu seguridad y de que en palabras de tu padre, entres al carril— me miraba desafiante.

Llevaba jeans, botas y camisa negra, cabello recogido y gafas de sol sobre la cabeza. Parecía muy convencida de lo que decía, quizá lo estaba pues se encontraba en mi habitación sin más.

—Tú estás mal— esbocé —no quiero agentes de seguridad, sólo quiero que me dejen en paz— me recosté de nuevo y me tapé con una almohada.

—Mira Karla— se sentó al borde de la cama y acto seguido destapé mi cara— no lo compliques, tanto tú como yo no queremos esto, sin embargo, tu papá no dejará de insistir, el avión está listo para llevarte a un colegio militar en Estados Unidos, facilítame un poco las cosas... Necesito que agarres la onda para volver a mi cargo—

—Entonces ¿sólo lo haces por tu trabajo?— pregunté indignada.

—Sí Karla, es mi trabajo a fin de cuentas...— respiró hondo —no te caería mal tener uno— dio unos pasos a la puerta —tienes diez minutos para salir, y aprovecha que estoy siendo buena contigo— salió de la habitación sin mirarme.

Para mi mala suerte me quedé dormida nuevamente, y no sólo eso, esta vez caí profundamente en un sueño reparador, hasta que el movimiento me despertó de golpe, provocándome dolor de cabeza al instante.

— Traté de ser benévola contigo y darte treinta minutos, pero contigo en verdad no se puede— me descobijó — levántate—.

—¡Espera!— la tomé de una mano pero fue inútil, era mucho más fuerte que yo—.

—No me lo hagas complicado— se recargó en la puerta de mi habitación — te doy diez minutos—

—¿contigo aquí?— grité.

—Claro, después de todo eres tan exhibicionista que dudo notes mi presencia—

Pensé en muchas cosas que quería decirle pero al final no dije nada. Simplemente tomé unos jeans y una camiseta para vestirme, me fui al baño y me vestí rápido, para ese momento la creía capaz de entrar a todo lugar en que estuviera.

Salí de ahí en pocos minutos, la chica en cuestión seguía recargada en la puerta de mi habitación. Su ropa era muy ajustada, cómo odiaba a los militares y sus costumbres.

—Excelente— me dedicó una amarga sonrisa —vámonos—.

Abrió la puerta y se quedó fuera, tomé algunos objetos personales incluido mi teléfono y la seguí. Parecía que la cabeza me iba a estallar del dolor.

—Tengo hambre— reclamé al ir bajando las escaleras camino al jardín.

—que bueno porque necesitarás alimentarte bien— caminaba un paso adelante de mí sin siquiera verme.

—Pues necesito ir a comer así que más tarde te veo— di dos pasos a un lado cuando me tomó con fuerza por el brazo.

—No vas a ningún lado— su aliento chocó directamente sobre mi cara —camina— me jaló hasta la mitad del jardín y seguía sin verme.

—¿para qué me traes aquí?— pregunté molesta.

—de hoy en delante aquí será nuestra rutina de ejercicio, te sugiero poner tu alarma por lo menos a las 7:30 para no tener que sacarte de la cama—.

La hija del presidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora