Capítulo 8

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Y para celebrar que estudiaré letras y tendré aún menos tiempo para mí, les dejo este pequeño regalito 🙈🌝💕 gracias a quienes se toman el tiempo de comentar y votar mi historia, son unos amores, les mando una bolsa de papas y todo mi amor.

Me sentía extraña, realmente no sabía si yo era el movil del atentado, Laura parecía saber mucho más de lo que aparentaba, sin mi mamá y hermanos me sentía sola, aunque con Joaquín no había mucho contacto después de que se fue a Boston, lo extrañaba más que nunca.

Mi ventana estaba asegurada, por primera vez me sentía acosada. Decidí poner un poco de música y darme un baño caliente, afuera de mi habitación estaban dos guardias que Laura había dejado con instrucciones de no perderme la pista, a pesar de las diferencias con ella, me sentía segura si estaba a su lado, era un trago amargo en ocasiones pero me hacía sentir segura, se había convertido en mi única compañía en ese tiempo.

Mi madre insistió en viajar a México, pero yo sabía que no era prudente, mi padre le pidió no hacerlo y cuidar de Ximena, él haría lo propio conmigo.

Al salir del baño me metí en mi cama sin ropa, tenía meses que no disfrutaba así, por lo general me la pasaba ebria y no apreciaba ni el suave tacto de las sábanas. Conecté mi teléfono al cargador y dejé la música en un nivel apenas audible. Poco fue lo que dormí, en parte por preocupación y también porque durante la tarde estuve dormitando. Me sorpendía que hubiese un búnker dentro de la residencia, pero me intrigaba más a quien se le habría ocurrido construirlo.

A eso de las tres de la mañana se me antojó demasiado un licuado de leche súper fría con fresas naturales, intenté salir pero los tipos que me cuidaban lo impidieron, escasos veinte minutos después me llevaron un yogurt de manzana, resignada lo bebí y me volví a acostar. Logré conciliar el sueño pasadas las seis de la mañana, o al menos esa fue la última vez que miré mi teléfono.

Desperté y no abrí los ojos, mis sentidos estaban en alerta, sentí la presencia de alguien y aunque no sabía si era real preferí no dar señales de estar despierta aunque fallé.

—Al parecer dormiste bien— instintivamente una sonrisa se dibujó en mis labios, conocía muy bien esa voz.

Me incorporé sin abrir los ojos y de golpe me recosté cuando recordé que no me puse pijama. Abrí los ojos de golpe y observé a Laura sentada al costado de mi cama, sin  mirarme ojeaba un libro, quizá ni cuenta se dio que no llevaba ni un poco de tela sobre mi cuerpo. Tomé la sábana y la coloqué hasta mi cuello evitando exponer mi piel a su vista, por alguna extraña razón me sentía intimidada con ella.

—¿Tienes hambre?— seguía sin mirarme — supe de tu atracón nocturno— una media sonrisa se formó en su rostro.

—Fue un antojo— me justifiqué.

—No estamos para embarazos princesa— cerró el libro y lo dejó sobre mi buró —Tienes diez minutos para vestirte—

—¿Ya volvimos a lo mismo?— le dije confundida.

—Nunca salimos de ahí— apartó su vista que apenas hizo contacto con mis ojos unos segundos —te espero afuera—.

—¿saldré así?—

—No, por eso te vestirás— su trato era nuevamente muy frío.

—Me refiero a mi seguridad— dije con voz temblorosa.

—Por tu seguridad nos preocupamos Ricardo, Benjamín y yo—.

Abrió la puerta y se fue sin mirarme, me sentía mal, como despreciada.

Me vestí sin ganas, ella era mi única compañía y en ratos parecía que yo era su mayor dolor de cabeza.
Salí de la habitación y me fijé que el tar Ricardo estaba en mi puerta, Laura hablaba por teléfono a unos cinco metros de mi habitación, se volteó y cuando me vio se apresuró a terminar su llamada y dirigirse hacia mí.

La hija del presidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora