Capítulo 5

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5. Laura

Llevé a Karla a un pequeño centro comercial, estaba poniendo a prueba sus límites, realmente me fastidiaba estar cerca de ella pero quería que las cosas salieran bien y que Sánchez estuviera tranquilo con la vida de su hija.

—¿qué hacemos aquí?— aún no me acostumbraba a su tono de reclamo en cada frase.

—Vamos a hacer el súper— respondí seca.

—¿qué?— su mirada era de desprecio —Hoy aprenderás a comprar la despensa—

—nunca lo he hecho—

—siempre hay primeras veces, vamos—

Bajé del auto sin esperar respuesta suya, molesta bajo del auto y dio tremendo golpe a la puerta.

—Tranquila, será el único hasta que trabajes para comprar otro— decidí no verla a los ojos, solo hablaba con la mirada perdida.

—Juro que te arrepentirás de esto— me miraba a punto de llorar.

—Te recuerdo que no soy yo quien se mete en problemas a cada rato, entiéndelo Karla, yo no soy tu enemiga— la tomé por el brazo para jalarla y hacer que me viera —sólo estoy cumpliendo con mi trabajo, no tengo algo en contra tuya—.

Sus intensos ojos me miraban fijo, unas lágrimas brotaron de ellos.

—Toma, límpiate— extendí una mano con un pañuelo que saqué del bolsillo d eme pantalón.

Caminé lento, esperándola. Segundo después caminó detrás de mí. Tomé un carrito y me acerqué a ella, sabía que podía ser un poco más expresiva con ella pero temía que se saliera de control, por tal motivo no podía entablar amistad con ella.

—Tienes un presupuesto de mil quinientos pesos esta semana— giró sorprendida —el presupuesto baja o aumenta dependiendo de cómo te comportes durante la semana— traté de suavizar la mirada para evitar reclamos.

Con un ademán con la cabeza logré que no dijera algo.

—Procura comprar sólo lo que necesites— me miraba extrañada —cuenta con los condimentos habituales que hay en tu casa, ¿qué te gusta comer?—

—¿debería agradecerte por los condimentos?— preguntó irónica

—Sólo si tú lo decides— le dediqué mi más sincera sonrisa, fingida.

—Eres insoportable—

—Gracias por el cumplido señorita Karla— caminé dejándola atrás, me dio risa lo que le dije y no quería que viera que me reía, muy dentro de mí sabía que quizá no era mala chica, sólo un poco des ubicada.

Karla comenzó a agregar productos al carrito, la dejé hacerlo sin más, me dediqué a disfrutar de su frustración al no saber ni siquiera lo que le gustaba. De vez en cuando le hacía comentarios para sacarla de control.

—Existen marcas de leche más baratas—

—No te preocupes, el resto lo pago yo—

—Como quieras— reí por lo bajo —tus tarjetas de crédito están canceladas—.

Y tal cual lo pensé, no me creyó. Llegamos a caja y sabía lo que sucedería, dejé que pasara aunque pude evitarlo, la cuenta de lo que Karla llevaba daba un total de casi dos mil ochocientos pesos, al final termino quitando cosas, brotaban lágrimas de sus ojos, estaba enfurecida.

Al llegar al auto me quiso quitar las llaves pero no se lo permití. La obligué a que subiera y la llevé de regreso a la residencia. Quise explicarle cómo preparar algo de comer pero estaba muy molesta. Por la tarde llegó Sánchez y tuvieron una acalorada discusión a cerca de mí, Karla estaba odiando mis métodos, pero gracias al cielo que el presidente decidió que debía continuar bajo mi metodología si quería recuperar sus privilegios.

La hija del presidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora