Capítulo 2

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La hija del presidente

Capítulo 2

Karla

Alcohol, oscuridad y muchísimo calor; por más que bebía no se me bajaba, más que eso, sentía aún más calor. Me dirigí al baño riéndome de mí misma, al salir me encontré con una chica preciosa, de estatura un poco menor que la mía, le sonreí descaradamente y me lavé las manos, me movía al ritmo de la música, la chica en cuestión se acercó a mí, me giré y nos miramos a los ojos, me plantó un beso en los labios y sin más, entró a uno de los baños, me sentí aturdida, reí para mis adentros y me fui a la barra, pedí un poco más de vodka y bebí de un trago todo el contenido de mi vaso.

Un chico se acercó a mí, enseguida llegó Diego a alejarlo, me pareció un niño bonito, sólo que Diego estaba loco.

-Karla estás muy mal, vamos a llevarte a casa- trató de jalarme hacia él.

-Déjame en paz, quiero disfrutar mi noche- le di un empujón y me giré a la barra nuevamente, esta vez pedí la botella.

Bailé un rato sola, aunque era deprimente, era mejor que estar con el imbécil de Diego que al parecer no comprendía que lo nuestro había terminado hacía tiempo, aunque seguía sintiéndose mi niñera.

En verdad me sentía ebria, así como sola y triste, me bebí la botella de vodka en la barra con Diego al lado, a ratos se levantaba a bailar, otros más se sentaba a mi lado, mientras él ingería cocaína yo bebía sin parar.

En la madrugada, quizá pasaba de las 4 a.m. decidí irme, y antes de salir del antro, vi al chico que horas antes intentó acercarse a mí y que Diego no lo permitió; me arrojé a sus brazos y comencé a besarlo, al principio en un beso lento y después voraz, el equipo de seguridad no se hizo esperar y pronto lo alejaron de mí. Sin consentimiento me subieron a una de las camionetas presidenciales y me llevaron a Los Pinos, no sé cómo terminé en mi habitación.

A mediodía tenía la mejor resaca de mi vida, al menos la más intensa. Me fui a un restaurant de Coyoacán con una vista bellísima, antes de terminar mis alimentos recibí una llamada de mi padre, estaba molesto, qué novedad. Quedamos de vernos en su oficina después de mi desayuno, de nuevo el cuerpo de seguridad que amablemente mi padre me asignó, me llevó directo a él.

Me coloqué los audífonos mientras nos dirigíamos a su oficina, recordé con amargura la noche anterior, una sonrisa se dibujó en mi rostro al recordar a la chica que besé en el baño.

Mi padre estaba molesto, preocupado quizá, cuando estuvimos solos me aventó un periódico a las manos, en primera plana una foto mía de la noche anterior besándome con una mujer en el baño de un antro. Como titular "romance lésbico presidencial". Mi padre me miraba expectante.

-Bueno- tomé valor para las tonterías que estaba por esbozar- creo que está mal redactado, me gustaría más que el titular fuese "desliz presidencial", aunque pensándolo bien, no soy la presidenta, sería como extraño...-

—¡Karla!- dio un golpe con la mano empuñada en el escritorio- es el colmo, ¿te vale madre mi cargo en este país?—

-A ver, antes de ser la hija del presidente, soy tu hija ¡carajo!— me levanté enojada— y no le veo ningún problema a besarme con quien se me dé la gana. ¿o qué? tu pinche iniciativa de matrimonio igualitario ¿es sólo por tener más seguidores?- le regresé con fuerza el periódico y cayó en su cara.

-Karla cálmate-

-No me grites Eduardo- yo estaba gritando igual- ¿cuál es tu problema?

—Te vas a ir a Estados Unidos junto con Ximena- sus palabras retumbaron en mis oídos

—¿qué? estás loco, no me iré a ningún lado—

—Estoy harto de tus escándalos, no me importa si quieres estar con un hombre o con una mujer, por favor, no dañes más mi imagen política. Si no es un choque, es una borrachera. Te besas con cualquier cabrón mientras tienes novio y ahora hasta con una mujer; estoy hasta la madre de todo esto, además, necesitas llevar una vida alejada de los reflectores, no quiero más de tus escándalos—respiró profundamente—me encantaría que pudieras llevar una vida tranquila, que aprendieras a trabajar—

—¡Ay! no mames— lo interrumpí—oquieres que sea la hija de un padre dulce y amoroso ¿cuándo carajo estuviste en mi vida? dime ¿cuándo te importó lo que sucedía conmigo? por ejemplo ¿sabes a dónde me fui de viaje en mis quince años? ¿sabes quien era mi mejor amiga en ese tiempo? a caso ¿te enteraste cuándo decidí que quería ser abogada?- di un fuerte golpe al escritorio con ambos puños y después me retiré un poco del escritorio.

Me recargué en la pared frente al escritorio de mi padre, él miraba hacia abajo.

—No tienes cara para reclamarme, tu presidencia es una farsa, y honestamente me vale madre— estaba más calmada y hablé pausadamente.

—Necesito que te vayas de México— hizo un nudo con sus manos— ya no es seguro que vivas aquí, comprendo tu vida llena de excesos, pero no puedo permitir que continúe, no al menos en México, por favor. vete a Estados Unidos, busca una escuela, estudia una maestría, o incluso otra carrera; no sé, no quiero que algo malo te suceda, ni a ti ni a tus hermanos—

—Papá—recobré la calma— puedo hacer lo que tu quieras, lo juro. Pero no voy a sucumbir ante esto, si quieres puedo trabajar aquí, puedo ser tu asistente, no sé, pero no me iré de México—. hablé tranquila, tratando de que él comprendiera.

Alguien tocó la puerta y eso evitó que mi padre siguiera hablando. José Luis, el jefe se seguridad nacional y mejor amigo de mi padre, si es que sabía lo que era un amigo, entró y le dijo algunas cosas al oído. Después salió y entró la jefa de seguridad personal de mi papá.

-Señor, aquí está lo que me pidió- me miró amablemente y le pasó un iPad encendido- buen día Karla.

-Hola- ni su nombre sabía

-Muchísimas gracias Laura, le podrías explicar un poco a mi hija, ven Karla- Me acerqué y rodé los ojos, me senté al frente de su escritorio

-Karla- tomó el iPad nuevamente- tengo aquí los planes de estudio de las mejores universidades de Estados Unidos, maestrías en derecho y  criminología, también tengo el catálogo de carreras de la universidad de Seattle, por si ningún master te convence-

Miré a la tal Laura directo a los ojos—ok,gracias por esto, en serio, pero no me interesa—. traté de no ser grosera con ella, al final solo hacía su trabajo y mis problemas eran sólo con mi padre—no me iré a ningún lugar—me levanté de la silla—es mi última palabra, que tengan buen día—.

Salí de la oficina de mi padre y me fui directo a Los Pinos, me puse un traje de baño y me metí a nadar; sentía como mi cerebro se oxigenaba. El agua rodeando absolutamente todo mi cuerpo, cada respiro que daba me hacia sentir más viva. Eso era, más que una rutina deportiva; una especie de ritual de sanción emocional. Cada bocanada de aire que salía de mi nariz me daba la fuerza para dar más brazadas, me sentía tan libre al estar en el agua, saber que mi vida dependía de la velocidad de reacción de mi cerebro y mis movimientos coordinados, un mal movimiento o incluso un mal cálculo físico podía provocar que me ahogara.

Pero había algo mágico, mi cuerpo podía moverse bajo el agua sin ahogarse, y más que eso, disfrutar haciéndolo, al estar el contacto con el agua y saber que no podía distraerme, me hacía olvidarme de todo, era el único momento en que mi mente se calmaba y dejaba de pensar, sólo me concentraba en lo que hacía.

Salí de la piscina para bañarme sin saber cuánto tiempo estuve ahí, mi cuerpo resentía ese exceso de vitamina D, así que me coloqué un gel para después de la exposición al sol y me recosté un rato, me puse audífonos y quedé contemplando el leve movimiento del agua de la piscina mientras me secaba.

Tomé mi celular y le escribí, jugaba con él a mi antojo; no entiendo porqué nunca estuve satisfecha, era como si solo tuviéramos que aparentar. A ambos nos convenía, pero nuestra relación más profunda era con el alcohol y las drogas, respectivamente.

Me creé un perfil en una app de ligue y empecé a recibir match de muchas personas, algunos me decían que era falso, que no podía ser Karla Sánchez, la hija del presidente.

Y claro, ¿cómo la hija del presidente iba a buscar con quien tener algo casual, si su vida ya estaba planeada?

La hija del presidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora