Capítulo 15

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La hija del presiente
15. Laura

Dejé que Karla pensara mi propuesta, al final de cuentas era sólo eso, aún no sabíamos qué sucedía en México, el presidente no quería que regresáramos y se me ocurrió que podía ser bueno visitar a mi familia, además, Karla era una chica dulce, se llevaría bien con mi madre. Aunque quizá fue una idea apresurada, pues aún no decidíamos bien qué éramos, qué seríamos o qué haríamos en conjunto.

Sería fácil enamorarme de esa mujer, eso estaba claro, algo que me aterraba en verdad, Karla era una niña consentida, acostumbrada a sólo ordenar y  obtener las cosas, mientras que mi formación militar y sobre todo la educación que mis padres me dieron, me enseñaron a luchar día a día por todo, siendo hija de una catedrática de Princeton, era lo. Más lógico que estudiase ahí, y no por mérito propio, sino sólo por el simple hecho de ser su hija.

Pero mi mamá hizo bien en llevarme a escuelas públicas, dejar que trabajara medio turno desde los catorce años, y enviarme a México para estudiar la licenciatura, sin privilegios, mi padre por su lado, era un poco más consentidor con mi hermano, de alguna forma todos sabíamos que era menos resistente a los cambios en su vida.

Karla había estudiado derecho, y para ser recién egresada, daba pena como abogada, realmente no mostraba interés por hacer algo con su vida, ya era la hija del presidente, tendría todo sin problemas. Por eso fui dura en un principio con ella, por eso me aterraba bastante que nuestra relación se tornara amorosa, yo quería que en verdad madurara, que su forma de pensar se influenciara sólo por ella y no por el cargo político de su padre.

La contemplé durmiendo a mi lado, era bellísima, su enredado cabello descansaba en la almohada, me encantaba el clima de nuevoa York, desde niña siempre adoré ir a Manhattan, Seattle y en general cualquiera lugar con un clima frío, tomar té, comer hoy dogs a las afueras del metro, en un lluvioso día después de un buen partido de los yankees. Típicas ideas americanas, a pesar de ser mexicana hasta la médula, crecí en Estados Unidos, me gustó el estilo de vida de los americanos, y aunque en un principio n estuve de acuerdo con irme a México, también lo disfrutémoslas bastante, pude ser parte de mi hermoso país y no sólo sentirme una extraña de visita, algunas veces al año.

Me quedé profundamente dormida pensando en qué sería de mí, de Karla y de esto que sentía si no funcionaba, al menos yo venía de algunos intentos fallidos de relaciones con distintos tipos de mujeres, y por mucho, podía decir que el problema era yo, siempre ocupada, siempre entregada a mi trabajo.

Por la mañana, Karla me despertó con un tierno beso, no quise abrir los ojos, dejé que me besara y quise esperar su reacción, al darse cuenta que no reaccioné, se giró hacia el otro lado y pegó su espalda a mi cuerpo, pasados unos segundos pasé mi brazo por su cintura, la abracé a mí, me acerqué a su cuello e inhalé su delicioso aroma. Ella tomó mi mano entre la suya y la apretó, la movía tratando de palparme sin dejar rincón sin explorar.

Sentí calor en el vientre, me estaba excitando de sobremanera la forma en que me tocaba la mano, nuestras respiraciones se sincronizaron, empecé a dejar pequeños besos en su cuello, unos minutos pasaron hasta que se giró hacia mi y me besó en los labios, con delicadeza pasó su lengua por el borde de mis labios y después la introdujo en mi boca, se levantó un poco y se acomodó arriba de mí, con una pierna a cada lado mío comenzó a moverse rítmicamente.

Me costaba respirar, Karla bajó sus manos y se deshizo hábilmente de mi ropa, quedé en ropa interior, me sentía extasiada con sus caricias, la forma que tenía de tocarme me indicaba que no era la primera vez que estaba con una mujer, pues sabía bien cómo y dónde tocar.
Empecé a quitar su ropa mientras seguíamos besándonos, tomé sus senos entre mis manos, masajeándolos sobre el sostén.

La hija del presidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora