Desviación.

22.4K 1.4K 2.4K
                                    


Hiro miró por la ventana del camión, mientras el camino asaltaba sus ojos con hartos colores vivos. Un recorrido emocionante por su bolsillo para encontrar su celular y poder sacarle un par de fotos al paisaje urbano; quien a pesar de ser muy en la mañana, estaba infestado gente ocupada en sus actividades.

México.

Había pedido su intercambio a México debido a su admiración por la cultura occidental. Los convenios con las universidades, además, eran más fuertes y beneficiosas que en otros países, y finalmente encontramos que para un genio como él; el idioma jamás supuso una barrera para su meta. Una jugosa beca más que mantenerlo lo consentía, pues recibía mucho más de lo que podía necesitar.

El bus hizo una parada descomunal; séase una riña entre choferes por el trafico al cerrar una calle popular. La nueva ruta solo trajo nervios al joven, un barrio humilde. Pobre. La universidad quizá no quedara tan lejos caminando pero las miradas furtivas de los hombres tatuados solo le hizo aferrarse a su asiento. El resto de los estudiantes que iban con él parecían perdidos en sus pláticas como para prestar atención al ambiente, quizá la costumbre los había auxiliado.

El japonés se confinó a sí mismo a observar nuevamente a través del vidrio. Algo no estaba bien, es decir, no encajaba con el resto del horizonte. Un chico –menor que él, según parecía- con una guitarra llamó su atención, no podía oír la melodía debido a la distancia, pero sí que parecía esforzarse. La gente pasaba con miradas indiferentes y oídos sordos; no se molestaban siquiera en colocar una moneda en el triste estuche semivacío del suelo.

Se removió en su asiento sintiéndose presa del remordimiento. Incapaz de hacer nada más que escoltarlo con la vista hasta que el camión dio vuelta; y pudo ver su universidad a lo lejos. El día corrió con normalidad después de eso, pero el mal rato le duró al pensar cómo algunos chicos exentaban la suerte que tenía él.

...

Lo volvió a ver una semana después. La calle había sido reparada, pero un accidente automovilístico les hizo tomar la misma ruta que la vez anterior. Hiro corrió a la ventana, a tropezones, solo para enterarse con una sonrisa rota de que el chico no estaba allí; quiso consolarse pensando que quizá estaría en su escuela. No pudo. No pudo siquiera concebir la idea al darse cuenta de la realidad, el chico salió de una puerta con una enorme caja cargando, un adulto que parecía gritarle detrás de él; justo cuando el camión daba la vuelta para encarar los múltiples edificios de su facultad.

Esa escena no pudo sino adherirse a la anterior; un manojo de culpa –que bien sabía que no era suya- comenzó a morderlo durante clases. El timbre sonó, la tarde cayó y el exclusivo transporte escolar estaba esperando que abordara. Un desierto en su cabeza optó por convertirse en tormenta, no le apetecía llegar a su departamento para que Baymax intentara reganarlo por estrés acumulado. Quizá Tadashi hubiera sabido la respuesta a su dilema.

–Hoy camino– sentenció con una sonrisilla al chofer mientras este se encogía de hombros.

Se armó de valor y sin mucho apuro caminó por las mismas calles por las que llegó; a pesar de no conocer el lugar no tenía mucho pierde; en cuanto saliera de ese barrio tomaría en primer taxi al centro y todo esa travesía se habría acabado. Caminando en medio de la noche se sintió tonto por sus decisiones.

¿Qué le iba a decir si lo encontraba? ¿Y si no estaba más allí? ¿Y si su escuela era en la tarde? La inseguridad estuvo a segundos certeros de hacerle dar la vuelta y regresar como si nunca hubiese deseado hacerlo; pero una melodía destazó el aborto. Una canción queda, silenciosa, como un secreto.

Toda su atención se atrajo al dar la vuelta en una vecindad colorida y humilde que parecía querer descansar en silencio. No era muy tarde pero aun así daba la fachada de estar solo. Un mural en la entrada con la leyenda "Rivera". Entró cautivado por el sonido de la guitarra acústica sobre el silencio.

Miguel Rivera, ese era su nombre. Sentado de espaldas sobre un pozo de agua mal tapado, susurrando apenas una melodía que creyó se arrastraría con el viento, mantenía a su instrumento llorando de una manera suave. El sonido de pisadas lo alertaron, los rateros vendían cualquier cosa y una guitarra tan extravagante como la suya seguro sería un blanco valioso.

El gritito que ahogó al ver a Hiro casi lo tira dentro del pozo. El universitario se rio sin intenciones y luego el menor le hizo señas de que guardara silencio.

–¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? – pidió con justa razón Miguel, a la par lo empujaba sutilmente para salir de la vecindad.

Ya en la calle podían hablar ligeramente más audible, pero eso no restaba nada a la pena que sintió Tamada al oír esa última pregunta.

–Mi nombre es Hiro Tamada y yo...– su mirada recorrió ahogándose con el entorno, un nudo se formaba al ver la confusión del otro chico –¡Vengo por unos zapatos!

Su conclusión pareció exageradamente improvisada, la manera en la que la risa del menor salió solo fue un indicio para que pudiera relajarse.

–Cerramos a las 6:00pm, ven mañana si de verdad quieres eso.

Miguel se dio la vuelta, queriendo jugar con las clavijas de su guitarra mientras planeaba irse. Todavía no daba marcha cuando sintió como lo tomaron por el brazo para que regresara. Su compañero era un poco más alto que él, ya que estaban tan cerca.

–No, escucha. Te pido una disculpa si te parece raro pero; te he visto ciertas veces por aquí...– su valentía se terminó –Y quería conocerte.

El mexicano abrió los ojos con sorpresa ante tal propuesta, librando su amarre tan solo con una mirada rápida. Luego de meditarlo unos segundos finalmente se sentó en el suelo, dejando que el mayor hiciera lo mismo.

–¿De dónde eres? ¿China?

–Japón, llegué hace un par de semanas; todavía no conozco a nadie. – confesó con extraña confianza.

–Bueno yo soy Miguel Rivera; y mi abuelo fue un músico famoso; no tan famoso cuando estaba vivo, pero sí que era bueno.

–Mi hermano es... fue un genio; en su momento– sonrió casi sin herirse –También era muy bueno.

–¿Fue?

–Falleció en un accidente, hace más de dos años.

–Oh, lo siento mucho.

El silencio quiso tragarse el momento, pero esta vez fue el moreno quien rescató el hilo de la plática.

–¿Vives por aquí?

–No. Me quedo del otro lado de la cuidad, por si algún día quieres visitarme– sonrió.

–No creo que me dejen, ¿pero qué haces tan tarde por acá?

El sudor se disparó junto con la ansiedad "Me quedé hasta tarde en la universidad, caminé por rumbos que no conozco y corro el riesgo de perderme de regreso a casa solo por conocerte" definitivamente no podría ser su respuesta.

–Se perdió mi gato– mintió –Lo estoy buscando por cierto.

–Oh, ¿quieres que te ayude? – El muchachito se levantó a prisa –Solo te estoy quitando el tiempo, perdón.

–No, no, así está bien– se lo pensó unos segundos –Si quieres, dame tu número de celular para llamarte en caso de que lo veas por aquí.

Ahora el menor se sonrojó con violencia, Hiro pudo notar la incomodidad en su escurridiza mirada.

–No tengo celular.

–Ah, bueno... en ese caso tendré que venir a verte– ... –¡Por si aparece! ¡El gato! Si no es mucha molestia.

–Ya estás, te prometo que lo buscaré lo más que pueda; tú no te preocupes por él, amigo. ¿Cómo se llama?

–¡Tashi! Se llama así. Ahora me tengo que ir, fue un gusto Miguel. Espero verte pronto.

–Yo también, Jiro.

Y a tropezones salió corriendo hacia la terminal más cercana de transportes. 

-. Entre Nosotros.- (HIROGUEL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora