Amor.

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–¿Quieres que le ponga algún nombre en el collar?

–Tashi está bien– suspiró.

Hiro miraba indiferente hacia la ventana de la veterinaria que daba hacia la calle. El remordimiento que se imprimía en su rostro no era tan agotador como el que experimentó la noche anterior; pero vaya que comprar un gato y llevarlo a dejar a una colonia que poco conocía (solo para tener la fortuna de volver a ver al chico) después de haberlo dejado en la calle semi llorando, era una cosa novedosa, sin duda.

Por supuesto, no sin antes modificar su collar con un sistema de localización preconfigurado para encontrarlo en cualquier momento; tampoco era un desalmado. Acarició al gato mientras este comía y llevó todo su cabello enmarañado hacia atrás con una mano. Lo que daría por colocarle una cámara en el collar, no podría ser espionaje ¿o sí? Tenía que darse cuenta de 'donde y con "quién" estaba su mascota' de algún modo.

La mañana del tercer día de haber visto al menor dejó al gato con comida y agua justo afuera del vecindario (esperando no ser descubierto). Algunas horas que quemar en la escuela y estaría listo, volvería a encontrarse con el muchacho. Pronto.

Y la espera por salir de sus proyectos se hizo eterna; ansiaba con mucho más fuerza poderlo ver en aquel musical. Después de pedirle una disculpa, por supuesto. Seguramente se vería precioso con algún traje de la región, o simplemente un uniforme formal color negro; que va, con su vestuario habitual.

Se vería bien con lo que sea, inequívocamente.

En eso estaba su mente cuando escuchó su alarma sonar y miró la cámara del gato. Lo vio allí, sobre el pozo. Era tan diferente verlo de día que casi le da un vuelco al corazón. Su uniforme de la secundaria impecable, su guitarra en mano. El gato no estaba frente a él, sino a un costado.

Todavía no se había percatado de su presencia, y eso estaba más que bien. Así le oiría tocar. Inclusive salió del salón para prestar atención al video. Sus prioridades se estaban atrofiando conforme pensaba más en Miguel. Que va.

–No sé si vaya a regresar, ni tampoco si ya me perdonó...– suspiró a tiempo –Pero va, creo que Papá Héctor no se enojará si cambio un poco su letra ¿Cierto? Un poco loco ¡totalmente!

...

Que no existe el amor.

Ay mi amor, ay mi amor.

Que es ciencia dices tú,

Ay mi amor, ay mi amor.

Vez todo cuadrado,

Ay mi amor, ay mi amor.

¡Creo que eres un robot!

Ay mi amor, ay mi amor.

Tú me traes un poquito loco

Un poquitito loco

Ya te estoy imaginando

Con gestos y abrazos

Y así estoy celebrando...

Que has me vuelto un poco loco

(...)

La moto arrancó marcha en segunda, jamás había salido tan rápido de ese edificio ornamental. Pero ver al mexicano ahora no era un capricho, sino una necesidad. Cruzó el barrio de día, desechando e interrumpiendo todas las actividades de los negocios que había aledaños (casi atropellando a la mayoría).

-. Entre Nosotros.- (HIROGUEL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora