Perdón.

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–¿Quién eres, pequeño? ¿Por qué no estás...? Ya sabes–

–¿Muerto? – la calavera sonrió, cada detalle en él se parecía más a aquella foto que tanto vio durante la construcción de su altar –No lo sé.

Incluso la gorra de SF estaba allí; vaya detalle. Sacudió esas ideas de su cabeza para luego concentrarse en lo que tenía que hacer, por supuesto. Salir de allí ahora con menos tiempo que la primera vez, –puesto que era media noche cuando llegó con Hiro– era primordial.

Lo que menos entendía era la causa. Pronto recordó la oficina con el hombre que lo atendió en aquel momento; cuando pasó todo el caos con Ernesto. Su primera opción (antes de buscar a Héctor para que lo bendijera y salir de allí) era saber por qué entró. Era una de las preguntas que su familia le haría y tendría que contestar sí o sí.

–¿Estás perdido? ¿Quieres que te lleve a algún lugar? – sugirió el mayor, Miguel sonrió con pena, pues no recordaba el camino a esa oficina tan mencionada.

Tampoco le extrañó que hablara español.

–Sí en realidad sí, pero sólo en lo que se arregla este malentendido, luego tienes que visitar tu altar, hay alguien que te está esperando. – el muerto abrió sus cuencas con asombro para luego girar un poco a los lados y asentir.

No maquinó su mente una idea de lo que estaba pasando, pero ayudar a los demás siempre fue su ideal; además en todo el rato que llevaba en ese multiverso jamás había presenciado algo así. Un muerto vivo como había escuchado antes. .

Llegaron a la comisaría y lo dejaron pasar al reconocerlo, cómo no. Al ingresar con el encargado de su caso Hamada entró con él, con curiosidad; el hombre al verlos se alegró de ese caso tan descomunal y reprendió a Miguel por volver a perturbar la paz de algún muerto.

–Te has de haber descuidado con algo ajeno, y lo has de haber puesto en tu bolsillo. No nos ha pasado, pero puede ser– confesó –Déjame revisar, ahora mismo sales de esto.

Miguel seguía viendo a Tadashi con suma curiosidad, que ganas de decirle lo mucho que había mejorado Hiro; y decirle en persona lo mucho que lo extrañaba. Ambos estarían contentos, se lo diría apenas si el estrés lo dejara razonar en su situación actual.

–Oh no, tenemos un problema– confirmó el hombre, Rivera sintió un escalofrío –Esto no puede ser cierto de ninguna forma. Pero aquí dice que así fue. Te has robado algo más importante que un objeto. El amor legítimo de alguien por su familiar aquí en esta tierra; pero eso no puede ser, nadie roba eso en una festividad como esta. ¿O sí?

Ahora sí que estaba muerto. Giró lento y sonrojado hacia otra parte, el señor le escudriñó la mirada; esta vez fue Hamada quien habló.

–¿Y cómo arreglamos eso? ¿Qué es lo que se tiene que hacer?

–Bueno, primero hay que encontrar a la 'victima'– sentenció, Miguel se removió –Sólo él decide si perdonarlo o no, luego del perdón tiene que ir con su familia para la bendición. Así funciona cuando son cosas del corazón.

–¿Ves? – Soltó alegre el japonés –¡Saldrás de aquí muy pronto! Solo necesitamos encontrar a esa persona ¿Sabe quién es?

–Es un tal...– leyó el viejo –Tadashi Hamada. A él le han robado el amor de su vida.

Miguel jamás escuchó tanto silencio como el que hubo después. No podía ser cierta esa coincidencia.

No podría.

-. Entre Nosotros.- (HIROGUEL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora