–¿Qué hicieron QUÉ? – pidió Tadashi, sin poder digerir la noticia del todo.
–Escapamos de mi casa, enfrente de mi abuela– masculló Miguel.
El departamento de Hiro estaba a oscuras, con la sola luz de la radio iluminando el ligero abrazo que tenían los chicos. Estaban en la habitación del propietario, es decir, la cama. Ellos dos más la suma de su remordimiento. Hiro estaba sentado con las piernas abiertas para darle lugar a Miguel, quien acostó su espalda en el pecho de mayor.
El temor a las consecuencias los estaba acurrucando; arropando con toxicidad sus pensamientos; llamar a los mayores sólo era un escape para no pensar en lo que iban a hacer. Así siguió la plática.
–Chamacos imprudentes, ustedes están rezando para que los maten– soltó Héctor, seguido de un caldo de maldiciones al aire – Y no es que no quiera tenerlos aquí, pero están muy morritos todavía. Seguro ni sus calzones saben lavar, y ya andan...
–Héctor basta– se removió Tadashi sabiendo lo que el otro quiso decir –¿No hay forma de que regresen?
–Fue mi culpa, yo quería hacer las cosas bien. Quería que me aceptaran en su familia– chilló Hiro –Pero todo se salió de control, y no quiero que nos vuelvan a separar.
–No, fue mía. Les grité a todos en la casa y obligué a Hiro a que nos fuéramos de ahí... estaba tan molesto– valoró Miguel.
–Óiganme, esto no es un concurso de culpas– Rivera sabía que se habían metido en un lío grande, sobre todo cuando conocía por mares a su familia (y lo cerrada de mente que podrían llegar a ser).
Volteó a ver a Tadashi esperando un consejo que les ayudara a los chicos, él se encogió de hombros encontrándose en la misma situación. Para él, –secretamente– todavía le encelaba escuchar el valor que tenía Hiro por Miguel. Disfrutaba su felicidad, pero cada palabra de su hermano era una llaga para su ego.
–Ustedes tranquilos, verán que pronto se resuelve; aquí vamos a estar para ayudarles en lo que se pueda– sonrió Hamada, apenas iba a continuar cuando el sonido de unos tacones por el pasillo le atravesó como un escalofrió.
Héctor sintió lo mismo, arrebatándole al japonés el habla por el parlante justo antes de que comenzaran a tocar la puerta.
–Vamos a pensar en algo ¿Sopas? – apuró Rivera tomando torpemente el teléfono para colgarlo –Los queremos mucho, coman bien, no se toquen mucho, no hablen con extraños y que me los cuide la virgen ¡Ay Dios!
...
Colgaron.
Los chicos intercambiaron una mirada de confusión; esa era la primera llamada que les hacían luego de bastante tiempo y los otros dos no hicieron nada por prolongarla, vaya. Sin encontrar aliento, entonces, decidieron descansar por ese día.
Hiro le prestó ropa suya a Miguel, por supuesto; pero él era más alto y la ropa de Miguel lo hacía lucir más corto de estatura de lo que ya era. Estaba algo sonrojado al estar al tanto de su aspecto, más el ameriasiático solo le dedico una mueca de aprobación. No pudo comentar nada, era un silencio cómplice, cómodo.
Era la primera vez que iban a dormir juntos, pero no estaban para eso.
Cada quien tomó un lado de la cama sin decirse mucho, la televisión parlaba y Baymax se estaba cargando a la vuelta de la pared. Los adormilados ojos de Miguel se iban cerrando víctimas de las emociones del día; Hamada solo reparó en taparlo bien, al verle dormido.
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-. Entre Nosotros.- (HIROGUEL)
FanficHiro es un chico de intercambio en México, que ha conocido por casualidad a quien se convertiría en su mejor amigo.