Por ahora

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Cenizas cayeron discretas desde la lumbre de la fogata. Los Hermanos Hamada estaban acurrucados a los pies de un interesante callejón en la plena madrugada; Miguel junto con ellos. El fuego apenas calentaba.

–Pensé que Héctor era diferente– contrajo un sollozo.

–Miguel– casi murmura su amigo –¿No tienes más familia que...?

–¡No es eso! Yo estaba seguro que él me apoyaría. No me interesa lo que piense el resto de mi familia...– silenció –Sólo quería que viera que soy feliz.

Tadashi se levantó viendo que los ojos brillantes del mexicano habían acumulado un par de lágrimas de impotencia. Lo abrazó con algo de forcejeo y luego Hiro se le unió –celoso. Lo importante en ese momento era regresarlos a la vida; ya lo demás estaría por demás.

–Hey, vamos a buscar a tu abuela o algo. Creo que no tienes que explicarles por qué estás aquí si ya te perdoné– sonrió; Miguel se dejó hacer.

Caminaron sólo unas calles hasta llegar al centro de la ciudadela, de manera que por la hora, ya muchos de los muertos regresaban por el puente; siendo una señal de que casi amanecía. Bastó unos minutos para que visualizaran a lo lejos a la dama, con una pinta sorprendida.

–¡Miguelito! – chilló Imelda –¿Qué haces aquí?

El aludido lanzó una mirada de ayuda a Hiro, casi imperceptible, este se apuró a hablar a pesar de la corta educación de los Rivera (de ignorar a los acompañantes del niño, por ejemplo). Tadashi se apartó unos metros, dejando que los chicos atendieran sus consecuencias.

–Yo he robado algo, señora. Él estaba conmigo solamente, no sé qué pasó que los dos caimos aquí– confesó el japonés dejando a su suerte que la mujer cadavérica supiera menos de esas cosas que él, como para creerse la mentira sobre natural que acababa de arrojar –Ya sabe, la bendición para que regrese al mundo, si no es mucha molestia.

La mayor lo barrió con la vista, despectivamente; como si supiera toda la verdad con solo mirarlo. Un estofado de incomodidad se creó con apenas unos segundos. Luego asintió sin escudriñar mucho. Algunos pétalos se le habían pegado en el vestido luego de pasar por el puente; de manera que no fue problema para ninguno de los dos el regresar.

Físicamente.

Pues el fragmento de Miguel que se quebró con la desilusión se quedó en aquel sitio.

Por ahora.

.

La mañana se atrevió a llegar con unos rayos de luz que perforaron a través las ventanas, el primero en despertar fue Hiro, con un dolor de cabeza que tal vez hubiese sido una sorpresa, sino fuese porque lo primero que notó fue a Miguel dormir encima suyo. Ambos en el suelo frente al altar.

Las velas ya se habían consumido, seguro estarían en problemas si Rivera no aparecía en su casa como si hubiera estado allí toda la noche. Lo removió para arrancarlo del sueño, y este somnoliento apenas si abrió los ojos sin poder reaccionar con rapidez. Aun encima suyo.

–Miguel, tuve un sueño muy raro– rio nervioso –No vas a creerlo, estábamos...

–Me tengo que ir– se levantó.

–¿Qué? – Hiro se sentó sobre su cadera, el menor tomó sus cosas con urgencia – No se supone que íbamos a desayunar en...

–Ya es tarde, lo siento.

El asiático contempló el momento exacto donde Miguel tomó su guitarra, pero la soltó sin siquiera levantarla. Salió se allí así, sin más. Pero Hiro no estaba de acuerdo, corrió cuanto pudo hasta verlo a los pies del elegante departamento.

-. Entre Nosotros.- (HIROGUEL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora