Muerte y pánico.

29 5 0
                                    


Nicolás estaba escribiendo la última recomendación a sus supervisores, cuando la pequeña Tiara toca a la puerta. Con una firma final, dobla la carta y la mete dentro del sobre, y se dispone a abrirle la puerta a su sobrina. La jovencita pasa con aire asustado y mira con cautela los rincones sin iluminación del estudio de su tío.

— Tío ¿podemos hablar?

— Claro, linda. —Dice indicando que tomara haciendo junto a él—. Dime ¿Qué te preocupa?

—¿Sabes algo sobre lo que está pasando? Tengo miedo, y me gustaría que me dijeras por qué la gente nos mira tan mal.

— Tia, es algo delicado. Tesoro, te aseguro que no tienes nada que temer.

— Pero...

— Te prometo que pronto todo tendrá sentido, pequeña.

La joven suspira resignada, sin obtener una respuesta concreta, se despide de su tío y se marcha a su cuarto para dormir. Pero justo e la puerta se gira y lo mira.

—¿Puedes prometer realmente que no nos pasara nada malo?

— Esta vez, no les pasara nada. No voy a permitirlo.

Y la solemnidad en ese rostro tranquilizo a la muchacha, que temía que la tragedia volviera a sus vidas.

Nicolás suspiro aliviado por el momento, las cosas estaban marchando bien pero los niños estaban asustados. Y no podía culparlos, después de todo habían perdido a sus padres y hermanita menor, sin contar a sus abuelos y tíos. Nicolás y los hermanos Blomstone eran todo lo que tenían, y el miedo a quedarse finalmente solos los preocupaba de sobremanera.

El hombre de ojos miel, termino apagando la escasa luz del estudio y se fue a dormir, tenía una cita nueva con su pareja y no pensaba llegar tarde. Dejaría sus preocupaciones familiares para la mañana. Después de todo, cada cosa a su tiempo.

La sombra de ojos rojos vio al joven entrar en el cuarto, quitarse la ropa y el calzado, meterse en la cama y quedarse dormido al instante. Sonriendo maliciosa y juguetona, la sombra desapareció de la casa.

****

A la mañana siguiente, la noticia de la nueva desgracia se expandió como pólvora. Un nuevo adolescente había muerto horriblemente. Mutilado de pies y brazos, con la leyenda He vuelto, malditos F escrito al rojo vivo en la espalda del cadáver. Los padres del muchachito, lo habían encontrado en la bañera con la peor expresión en su rostro de terror y dolor. La policía, había cerrado a tiempo la casa para que nadie sacara fotos, pero la noticia no se pudo mantener en secreto y el pánico aumento. Los adultos saturaron las farmacias y hospitales para comprar medicamento para sus hijos, algunos compraban cosas para o dormir y otras personas cosas para no soñar. Sin embargo los que no sabían qué causaba tales muertes, lo único que podían hacer era sobre cuidar a sus hijos manteniéndolos en casa más de la cuenta. La gente estaba loca de miedo, y eso era precisamente lo que habían olvidado que no podían sentir. Pues era el miedo lo que alimentaba a la entidad que querían evitar que volviera, el jefe de la policía no sabía cómo manejar eso y decirles a la gente que no temieran.

El jardinero del Parque estaba muy consternado, ya que su trabajo se veía que ya no servía. Las plantas, como si intuyeran la gravedad del panorama, perdieron color y vida; el pasto había dicho hasta acá llego, la arena del sector infantil perdió su suavidad y, pronto, estuvo toda sucia y sin posibilidad de ser limpiada. La gente ya no acudía más y los animalitos que visitaban el lugar dejaron de acudir también. Inclusive el sol parecía ocultarse tras nubes grises y lloviznas que entristecían al jardinero Joseph. Todo parecía que marchaba de mal en peor, y las pesadillas que atormentaban al anciano no lo dejaban dormir bien, lo que hacía que pensara que se estaba volviendo loco. A veces soñaba sobre cosas que pasaban en otros tiempos, como aquella vez donde estaba casado y su hijita había invitado a su nuevo compañero de salón a casa y él se le quedaba mirando de forma inconcebible para un adulto. Otras, simplemente parecían ser escenas sacadas del mismísimo infierno, él quemándose vivo y gritando como endemoniado la venganza contra sus asesinos. Algunas eran muy parecidas al primer sueño, donde veía a ese hermoso joven ser tomado por su versión más oscura al mismo tiempo que mataban a la victima de turno. Los sueños lo perturbaban mucho, pero podía notar que de igual forma lo excitaban, pues siempre despertaba con una erección. Cosa que a su edad lo avergonzaba bastante. Joseph no sabía a quién acudir para sacarse su problema de encima, temía que lo internaran en el ala psiquiátrica del hospital por culpa de la morbosidad y perversión de sus pesadillas.

****

— Tal parece, que se están volviendo locos.

— Sí, precisamente.

— Patético, los humanos son tan patéticos.

— Se olvidaron de la regla de oro.

— Entre más miedo tengan, más fuerza les dan. Y más muertes hay.

— Ya sabes, hermanita. Son imposibles de defender algo cuando se les nubla la cabezota.

— Esto es muy aburrido.

— Por el contrario yo lo veo divertido ¿Cuánto crees que duraran?

— Si siguen así, el pueblo desaparece en una semana.

— Ja ja ja ja ja, que eres una pillína.

— Ven, vamos a casa. Me aburre ver tanta idiotez.

— Hermana, mira a ese tipo. Woaw, es tan bobo...

—¡¿En qué cabeza cabe atar a tu hijo a la casa, si es precisamente sus sueños donde ocurre el siniestro?!

— La estupidez no tiene límites.

— Vámonos ya, que me dan ganas de ahorcar al tipo.

— Okey.

Las sombras del tejado bajaron con rapidez al pavimento, tomaron forma humana y caminando llegaron hasta la casa 1428, donde entraron para servir la merienda a los pequeños sobrinos de su amigo Nicolás.

Pesadilla de Ensueño -Freddy/Oc-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora