Pesadilla de Ensueño -Freddy/Oc-

La verdad del secreto.

Nicolás tuvo muchas dificultades para que la Planta Telefónica no se viera perjudicada por los constantes problemas a los que él era expuesto por los vecinos de Elm Street. Cada vez estaba mas hartado de esas horribles personas, esperando ansioso el momento idóneo para terminar con todo, en especial con el ritual. Ya falta poco, pronto las cosas estarán mejor.

La jornada laboral estaba terminando ya, cuando la secretaria de Nicolás toco la puerta del despacho. Tras el permiso, entro anunciando la llegada de un visitante imprevisto. Cuando el sujeto entro y la secretaria se marcho, la máscara de frialdad del joven se suavizo con una sonrisa.

—Hermano mío, qué bueno verte. —lo abrazo contento.

—No iba a dejarte solo con ese trabajito tan complicado.—le sonrió cariñoso y con un aire altanero muy común en él.

—Y yo agradezco y aprecio tu ayuda, es la primera vez que haré el ritual.

— Igual te debo decir que esta sería mi tercera vez en lo que va de vida... no es que lo hago constantemente...—le miro divertido por la ocurrencia que se veía en los transparentes ojos de su hermano mayor.

—Odio cuando haces eso... —suspiro despejando sus locas ideas—... igual es obvio que no, después de todo se necesita de un sentimiento fuerte... nosotros no solemos tenerlos.

—Ciertamente... si amamos, lo hacemos una sola vez. Lo que me recuerda ¿te enteraste de lo de nuestra querida glotona? —le miro picaron y malicioso.

— Deja eso por la paz, hermano. —lo atajo antes de que el otro insultara los gustos de su hermana menor.

—Jajajaja, bueno no te alteres... esta vez solo diré que se tardo en encontrarlo.

—Bueno, vamos a mi casa. Quiero que los chicos te conozcan.

Recogieron los papeles del escritorio, los guardaron en el portafolio de Nicolás y salieron del recinto rumbo a la calle Elm.

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Mientras, en la casa, los niños estaban jugando con los hermanos Blomstone. De repente Tiara voltea a ver un movimiento cerca de un árbol que estaba detrás de las barreras de protección de los hermanos sombras. Samara se da cuenta y la toma del brazo llevándola dentro de la casa, al tiempo que Karl hacia lo propio con el pequeño Robert.

Se sentaron en el sillón del salón con té y galletitas esperándoles sobre la mesita frete al televisor.

—¿Quién era el que nos espiaba? —pregunto la niña a su amiga.

—El señor Javier Thompson, jefe de policía. —respondió la mujer con desprecio.

—Pero no puede vernos con las barreras. Lo cual es bueno para nosotros... —dijo el alegre hombre de ojos negros, comiendo dos galletas de una sola mordida. Los chicos se rieron al verlo tratar de tragar con dificultad. Su hermana le golpeo la espalda, con desagrado por sus malos modales.

—Deberías saber comportarte, Karl. Das un muy mal ejemplo a los peques.

— Para buenos ejemplos, los tienen a ti y a Nick. Yo soy su no ejemplo...

Las carcajadas de los tres no tardo en aparecer. Samara tuvo que contener una sonrisa para no dar pie a más impertinencias por parte de su no tan maduro hermano mayor. Justo cuando iba a reprenderlos, la puerta se abrió y por ella entraron Nicolás y Thomas Lester. Samara sonrió y se levanto para recibir a su amigo con un abrazo que fue igualmente correspondido. Karl dejo de reír en cuanto noto su presencia y, sorprendiendo a todos, solo inclino la cabeza en un saludo escueto y sombrío. Su rostro se endureció y decidió ignorar al visitante con una frialdad nada propia de él. Los chicos, intrigados, voltearon a ver a su tío en busca de respuestas. Los recién llegados se sentaron con la mujer pelirroja y los chicos en el sillón grande mientras el castaño despotricaba en el sillón pequeño.