Capítulo 6

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—No tienes que hacer esto —dijo Fuwa apretando las piernas una contra otra y girando la cabeza pretendiendo sacar a Hatori de su campo visual para que este no le mirara llorar y para no tener que verlo mirarle de la manera que lo hacía.

—Tengo que revisar que no te haya lastimado —informó el médico cuyas temblorosas manos no se atrevían a tocar la piel desnuda de esa chica.

—Te aseguro que me lastimó mucho —lloriqueó Fuwa. Hatori empuñó las manos y apretó los dientes con fuerza, sintiendo algo cálido recorrer sus mejillas.

—Déjame hacer las curaciones —pidió después de un rato de llorar en silencio escuchando los apenas audibles sollozos de la chica que amaba.

Fuwa negó con la cabeza encogiendo un poco más su cuerpo. Estaba dolida, herida y, sobre todo, avergonzada. No sentía que fuera su culpa, pero no quería que Hatori le viera de la forma en que estaba.

Sin embargo, que Hatori la viera destrozada y sufriera era justo el propósito de Akito. Por eso era que había hecho lo que hizo, por eso la hirió y le mandó a curarle.

»Pediré que te preparen un baño tibio con algunas hierbas que te ayudarán a relajarte y sentir menos dolor —informó el médico dejando de insistir en ayudar a esa que no quería ninguna ayuda, al menos no de su parte.

El médico dejó la habitación sintiendo como cada paso pedía otro pedazo de corazón y alma. Se había prometido que no odiaría a Akito nunca, pero lo que había hecho ahora era algo que no podría perdonarle con facilidad.

Hatori hizo lo que dijo y, un rato después, alguien anunció a Fuwa del baño preparado para ella.

Fuwa se puso de pie con dificultad, sintiendo como si se desarmara, su cuerpo dolía más por los dolorosos sollozos de su llanto que por lo que Akito le hubiera hecho; entró al baño y a la tina, entonces lloró con el pretexto de su carne enardecida por la temperatura del agua.

Dentro del baño tuvo tiempo de calmarse. El olor y los efectos de las hierbas eran buenos, así que pudo pensar un poco con calma lo que estaba haciendo.

Pensó si amar a Hatori valía lo que estaba sufriendo, pero no era por él por quien debía soportarlo. Akito amenazó con hacerle daño a Tohru y, aunque no le gustaba llamarse buena persona, se sentiría horrible si alguien la tachase de mala tía. No podría superarlo.

Salió del cuarto de baño envuelta en una toalla, su ropa no era algo que se pudiera usar, y se encontró con Akito sonriendo tan horriblemente como su alma era. Fuwa se quedó inmóvil, incluso sus pulmones se detuvieron, no había manera de que sus pies respondieran cuando su corazón se negaba a hacerlo.

—Dijiste que tú podrías amar lo que quisieras —señaló Akito sin dejar de mirarle y sonreír tétricamente, hiriendo profundamente a la chica—. Comienza a querer amarme, la vida y bienestar de tus amados están en juego ahora.

El cuerpo de Fuwa tembló, y se mordió los labios para no llorar.

Akito golpeó repetidamente el futón en donde estaba con la palma de la mano. Los golpes eran suaves y rítmicos, pero para la castaña sonaban tan fuerte que condicionaban el latir de su corazón.

Las lágrimas corrieron sin permiso, y sus pies se movieron aun cuando suplicaba porque se quedaran dónde estaban. Pero Akito la llamaba a la cama, no podía hacerle tal desaire al que, a partir de ahora, era su persona amada. 


Continúa...

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