Capítulo 5

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—Ustedes sí que son inusuales —señaló Akito rompiendo la burbuja de felicidad que solía cubrir a Hatori y Fuwa siempre que estaban juntos.

Habían pasado dos semanas de que Fuwa descubriera el secreto, debido a Akito, y la relación entre el médico y la abogada no había hecho más que fortalecerse. Akito estaba furioso de que las cosas no salieran como las esperaba, pero no dejaría las cosas como estaban, eso era seguro.

»Debe ser genético ser atraídas por fenómenos.

—O tal vez no somos tan insensibles como tú, tal vez lo que es genético es que amemos a las personas por lo que son, no por lo que aparentan —respondió Fuwa desafiante.

—¿Amar? —vociferó furioso Akito—. Eso ni siquiera tiene sentido. No puedes amar lo que no entiendes.

—Te equivocas —interrumpió la castaña con una expresión de seriedad—. Amar no es complicado, es lo más fácil de hacer. Puedo amar lo que no entiendo, incluso puedo amar lo que no conozco, amar se trata de decidir confiar en los otros a pesar de lo que son o aparentan. Mi hermana era una pandillera que siempre volvía a casa llena de moretones y sangre seca, era una buscapleitos que siempre se metía en líos, era alguien a quien la sociedad desaprobaba y, aunque no entendía porqué lo hacía, aunque desconocía completamente el mundo donde ella caminaba, yo la amaba con toda mi vida.

»Cuando mis padres le dieron la espalda estuve tan frustrada de ser incapaz de ayudarle que me volvía loca al pensar en todas las dificultades que ella y mi sobrina pasarían. Luego, cuando murió, deseé con todas mis fuerzas hacer que el tiempo pasara rápido, para poder hacerme cargo de Thoru, pero no controlo esas cosas, solo controlo todo lo que amo a mi sobrina, por eso esperé pacientemente y trabajé arduamente por ser la mejor para poder darle una vida digna.

»No digas que no puedo amar lo que no entiendo, yo puedo amar lo que yo quiera, así que no hables de mí como si me conocieras.

Akito estaba molesto de escuchar lo que ella decía, pero sonrió a las última palabras de la mujer. Le haría tragarse sus palabras, y le sabrían tan amargas como le sabía escucharlas a él.

—Puedes amar lo que quieras, ¿eh? —preguntó Akito tensando tanto a Hatori como a Fuwa—. Vamos a comprobar eso.

Akito tomó del cabello a la chica, arrastrándola hasta su propia habitación sin que nadie pudiera hacer nada por detenerlo. Incluso Hatori se quedó paralizado ante la amenazante mirada de su líder. Por eso no los siguió.

Fuwa fue arrojada con fuerza a un futón y, sintiendo el miedo que la expresión de Akito daba, se tragó el grito que arañaba dolorosamente su garganta.

Las manos de Akito despojaron a la chica de su ropa y comenzó a tocarla con fuerza y descuido, parecía querer destrozarla con sus propias manos, o al menos era así como Fuwa lo sentía. La boca del líder de la familia Soma también le lastimaba.

Akito estaba eufórico y Fuwa estaba aterrada. Las manos y dientes del chico sobre ella le herían de diversas maneras, pero no podía reaccionar, ni siquiera lloraba, solo esperaba aterrada a que lo peor terminara de pasar.

Pero Fuwa no se imaginaba lo que le esperaba, no hasta que sintió como los dedos de Akito se abrían paso entre sus piernas, entonces ese desgarrador grito surgió de las profundidades de su alma para cortar todo a su paso. Sintió sus lágrimas correr mientras el chico seguía mordiendo uno de sus pezones y empujando sus dedos más adentro.

Era doloroso, los dedos de Akito entrando en su cuerpo era realmente doloroso, pero no tan doloroso como la manera en que ese chico la despreciaba con la mirada.

Las suplicas y peticiones de la chica, que se ahogaban en gemidos y llanto, eran ignoradas por el joven que se empeñaba en llenar esa nívea piel con marcas de mordeduras y apretones. Las rojizas marcas que el dejaba pronto serían moratones, y eso le complacía sobre manera. Sus ansias y frustraciones estaban siendo satisfechas en la agonía de la que debajo de él lloraba.

—Eres asquerosa —dijo Akito en medio de una burla. Fuwa cerró los ojos y apretó los dientes mientras sentía sus labios temblar y más de sus lágrimas correr—. Si sales de esta habitación mataré a tu amada sobrina —amenazó poniéndose en pie y pateando con fuerza el costado de la chica cuya ropa era ahora trizas.

Fuwa no se movió, le dolía el cuerpo. Además estaba tan traumatizada y avergonzada que ni siquiera se atrevía a imaginarse dejando esa habitación, aunque fuera la representación del infierno.

Akito caminó satisfecho por la casa, pasando frente a Hatori con una enorme sonrisa que le heló el alma al que lo miraba. Ilusamente creyó que ese hombre le había dado una paliza a la chica, y que iría a pedir que fuera a borrarle la memoria, pero él líder de la familia pidió que fuera a curar unas heridas que incluso a él le dolieron. Akito se había hecho de la mujer que él amaba, eso lo mataba. 


Continúa...

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