1- Ni por un millón

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Jackson y Ryan eran las perlas más brillantes del último año de instituto. Irónicamente hablando, claro está. Ambos eran un desastre importante: en clase no hacían más que llamar la atención y sacar malas notas, nadie se explicaba cómo habían llegado hasta el último curso; fuera del ámbito escolar, tan solo se metían en líos y se buscaban problemas, pero siempre salían limpios de todo; los fines de semana, por supuesto, se los pasaban de fiesta, en las cuales no les faltaba nunca alguna chica con la cual pasarlo bien, y no le tenían que rendir cuentas a nadie. Se conocieron al comenzar el instituto, y desde entonces se volvieron inseparables. Donde estaba uno, estaba el otro, aunque tan solo fuera para seguirle el rollo o reírle las gracias. Parecía una de esas amistades a las que simplemente te acostumbras, de las que se consolidan solas y siguen hasta siempre. Aunque esa amistad tenía su punto débil también. Un punto débil de largos cabellos del color del oro y ojos claros como el mismo cielo llamado Laura.

La conocieron a ella casi al mismo tiempo que se conocieron ellos. Era una chica muy amable pero con carácter, increíblemente atractiva y que siempre tenía las palabras adecuadas para decir. Por mucho que cada fin de semana tuvieran algún lío tonto, ella siempre sería la que tendría el primer puesto en el corazón de ambos. Pero eso, claro está, podía conllevar problemas, así que decidieron hacer una promesa: ninguno de los dos podía tocarla. Era un pacto irrompible que ambos cumplieron durante esos años juntos. Así que todo estaba bien.

-¡Si os besáis os doy cinco pavos a cada uno!

Hasta ese día en el que hicieron una salida escolar, en el autocar de vuelta. Jackson, el de pelo castaño y peinado desenfadadamente, miró con asco a esa chica que les sonreía desde el asiento de al lado.

-¿Qué cojones dices? ¿Por qué voy a besar a éste?- señaló con el pulgar al chico que estaba al lado de la ventana, de pelo negro peinado hacia atrás y más corto por los lados, lo cual dejaba que se vieran un par de piercings en su oreja derecha.

-Pues por el dinero, claro está- contestó la chica.

-¿Que me has visto cara de puta o algo?- añadió Ryan, molesto.

Para ese entonces, mágicamente todas las miradas de su alrededor ya se habían posado sobre ellos.

-¡Vamos! ¡Sois el ship oficial del curso!

Los chicos se miraron, sin entender lo que decía. Luego la volvieron a mirar, con la misma expresión confusa pero ofendida al mismo tiempo. Miraron de reojo a Laura, que hacía claros esfuerzos por no hacer caso a la situación desde unas filas más atrás. Seguro que se avergonzaba de ser su amiga en esos momentos.

-No sé qué es eso, pero ni de coña- concluyó Ryan, entrecerrando sus ojos grises con desconfianza y asco.

-Estoy de acuerdo- le secundó Jackson.

-¿Y si lo subo a diez para cada uno?

Silencio. Ryan le dio un par de golpecitos en el hombro a Jackson con el dorso de la mano, aunque éste no se giró.

-Tío que son diez pavos.

El otro sí que se dio la vuelta de golpe esa vez para mirar a su amigo con incredulidad.

-¿¡En serio te lo estás planteando!?

-¡Joder, tío, que solo es un beso de nada por diez pavos!

La expresión de asco de Jackson se multiplicó por mil al escuchar esas palabras.

-¿¡Qué coño dices!? Te han lavado el cerebro- se alejó de él todo lo que el asiento le permitió mientras Ryan rodaba los ojos-. ¡Profe! ¡Profe, ayuda!

No Hay HuevosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora