3- Demasiado miedo

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Jackson miró hacia el fondo oscuro del precipicio. Ryan se había caído por ahí. No le entraba en la cabeza, no podía haber pasado tan rápido, de una forma tan estúpida, sin que él pudiera hacer nada.

-No puede ser...

-¡Jackson! ¡Estoy aquí!

Un alivió que le destensó los músculos de golpe se apoderó de él cuando escuchó la voz de su amigo. No dijo nada, tan solo sacó su teléfono móvil para iluminar a sus pies. Ryan estaba agarrado a una raíz que sobresalía por el abrupto corte de la montaña, a un metro más o menos por debajo de él. Se arrodilló en el suelo de inmediato.

-Ryan, joder, qué susto me has dado. Dame la mano.

Se la tendió tras dejar el móvil de manera que iluminara un poco pero él tuviera la otra mano libre para agarrarse a un arbusto bien enraizado en el que podía confiar.

-No... no puedo, Jackson, estás muy lejos.

De nuevo, el miedo se apoderó del castaño. Su amigo aún no estaba a salvo, y él ya había cantado victoria.

-¿Qué dices? No me jodas, Ryan, impúlsate un poco con los pies y dame la puta mano.

Se estaba desesperando un poco más de lo que le gustaría. No quería que esa imagen de Ryan cayendo pasara por su mente. Tarde, ya lo había hecho. Más miedo.

-No tengo dónde apoyarme. No voy a aguantar mucho.

-¡No digas gilipolleces! ¡Ryan, por tu vida, dame la mano!

-¡Que no puedo, hostia!- se notaba también el miedo en su voz.

-¡No puedes saber si no va a funcionar si ni siquiera tienes los huevos para intentarlo!

Esas palabras no pasaron desapercibidas para el azabache. Pasó unos segundos en silencio. Pensó en intentarlo, pero realmente sentía que no lo conseguiría.

-Jackson... antes de morirme, quiero que sepas algo.

El pecho de Jackson se encogió por esas palabras. Sentía ganas de vomitar, y la cabeza empezaba a darle vueltas. Puede que la bebida colaborara, pero juraría que era sobretodo causado por la impotencia de no poder hacer nada y de estar a punto de dejarle caer.

-¡Que no te vas a morir, imbécil! ¡Deja de soltar las fuerzas por la boca y dame la puñetera mano de una vez!

-Escúchame, hostia- le ignoró completamente y miró a Jackson, aunque no podía ver más que la contraluz del teléfono móvil, que le iluminaba levemente por detrás-. Yo... el beso. Que nos dimos. No me... disgustó del todo.

El moreno abrió los ojos como platos. La sangre le hirvió. Era por la despedida, por sus palabras, porque se sentía como el final, o por un poco de todo, pero no supo cómo canalizarlo.

-¿¡Qué cojones, Ryan!? ¿¡A qué viene esto!?

-¡Quería que lo supieras! ¡No prefiero la muerte antes que repetirlo porque, en realidad, me... no me dio demasiado asco!

Jackson apretó la mandíbula con fuerza. No quería contestar a sus palabras, tan solo quería que estuviera a salvo. Hizo más fuerte el agarre al arbusto y alargó su cuerpo al máximo para alcanzar a Ryan. Cuando por fin dio con esa mano que estaba a punto de perder el agarre, cogió con fuerza la muñeca y tiró hacia arriba, acompañado por un desgarrador grito causado por el sobreesfuerzo. No fue hasta que sintió que su amigo estaba sobre tierra firme cuando se dejó caer de espaldas sobre las hojas y pudo respirar tranquilo, con los ojos cerrados y el ceño ligeramente fruncido. Lo había logrado. Cuando recuperó el aliento y la fuerza, no dudó en dirigirse a Ryan. Le cogió por el pelo sintético que adornaba la capucha de su abrigo y le obligó a levantar el torso del suelo, estando él de rodillas.

No Hay HuevosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora