4- La curiosidad mató al gato

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AVISO: En serio, si planeas leer Sangre de fresa, vete de aquí y hazlo ahora mismo, porque este capítulo lo destripa completamente y no queremos saber el final de nada, ¿verdad? Pues venga, disfruten de la lectura.

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No sabían ni cómo habían acabado en esa situación. No era la primera vez que iban al cine juntos, ni por asomo, pero esta vez no lograban hacer que esa tensión se desvaneciera. Era como si estuvieran con una chica a la que le habían pedido quedar para ver si surgía algo, y eso no les gustaba. Sentían que tan solo estaban siguiendo el plan perfecto de Laura.

Todo se remontaba al día de antes, cuando aún no estaban en vacaciones de Navidad. Jackson entró en la clase normalmente, se sentó en el sitio de delante de Ryan, se reclinó hacia atrás y apoyó un brazo en la mesa para hablar con él sin caerse.

-¿Te vienes al cine mañana?

Ryan, que estaba con el móvil, levantó la mirada con una ceja alzada. Tal y como lo dijo, sonaba bastante mal.

-¿Al cine en plan... de qué?

El moreno frunció el ceño y empequeñeció los ojos, extrañado.

-Pues en plan de como siempre, tío. No sé a qué te refieres. Es que Laura había comprado dos entradas pero al final no puede ir.

La mirada de su amigo dejó de juzgarle.

-Ah... bueno, está bien. Hablamos esta tarde.

El profesor ya había entrado y se había sentado en la mesa, y ahora les estaba mirando mal, así que tuvieron que interrumpir la conversación. Cuando comenzó a hablar, el chico que se sentaba al lado de Jackson le habló en susurros.

-¿Tienes una cita con Ryan?- preguntó con tono de burla.

-¿Tú estás gilipollas?- respondió con el mismo volumen pero acompañado por una entonación amenazante-. ¿Cómo voy a tener una cita con Ryan? ¿No ves que es un tío?

No era ninguna cita, claramente. Últimamente quedaban mucho a solas, aunque fuera simplemente para hablar un rato en algún portal mientras comían pipas, pero no se sintió raro o incómodo nunca. Al contrario, si quedaban era porque ambos se sentían increíblemente a gusto en esa situación, y podían hablar de lo que quisieran. Esto no era diferente, tan solo había una película de por medio. Sí. Totalmente.

Por eso, al día siguiente, cuando se estaba peinando, después de probar mil formas de que le quedara bien el pelo, decidió dejárselo tal cual, porque no era una cita. Se puso una camisa, pero se la cambió de inmediato cuando recordó que no era una cita. Y se arrepintió de haberse puesto colonia. Porque era con Ryan, y no quería oler bien para su mejor amigo, porque no era ninguna cita.

-¿Qué coño me pasa en la cabeza?- se preguntó al repetirse lo mismo por millonésima vez.

Creyó que, cuando estuviera con Ryan, dejaría de pensar en las palabras del payaso que tenía sentado al lado en clase. Pero, cuando Ryan apareció en el parque donde siempre quedaban cuando iban a cualquier sitio, recordó el terrible error que cometió hacía semanas. Ryan tenía el pelo hacia abajo. Le quedaba bien, era cierto, pero eso no era lo que le puso nervioso. Es que recordó que así fue como apareció en esa pesadilla que aún le rondaba los pensamientos.

-Buenas. ¿Vamos?- Ryan actuó con total normalidad.

-Veo que me has hecho caso.

Por un momento, el azabache no supo de qué le estaba hablando, hasta que se percató de la única cosa de la que podía estar hablando. Tomó un mechón de su frente entre los dedos.

No Hay HuevosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora