Relato XXIII

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Junio 9, 2016

Tal vez estuviste ahí cuando te necesite y fui yo el que tenía una venda en los ojos, quizás pensé que todo iba en mi contra cuando yo mismo llamaba a la desgracia no sabía lo que hacía, era el descontrol personificado y tus sentimientos ya no eran los mismos no como antes, se te acabaron las sonrisas por mi maldita culpa, fui el causante de que tus ojos derramen lágrimas remotas de decepción y poco a poco todo se consumió sin dar previo aviso.
Y ahora, estoy aquí, arrepentido, soy conciente de la manera que cobro sentido esa frase trillada de "nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde", no existe un sólo día en el que piense en ti, en tus brazos, en tus te quiero y como no, en que mundo se volvía un poco más fácil su caminaba a tu lado. Pero ya es tarde, lo que se  corrompe no puede volver a reconstruirse, seguirá teniendo grietas que recuerden los malos instantes, tu corazón no confía por miedo que otro vuelvan a hacer añicos.
Quiero llamarte, sentir tu voz, que mi corazón palpite desenfrenadamente al escuchar tu respiración al otro lado del teléfono. Deseo buscarte, explicarte que mi comportamiento fue de un auténtico estúpido, besarte, y reflejar en un beso lo mucho que te he hechado de menos, lo mucho que le haces falta a esta alma solitaria y rota, tu serás Felíz en otros brazos, reiras, besaras, abrazaras, caminaras, al lado de una persona que sabrá apreciar esos pequeños y valiosos momentos que a mi me regalabas. Mientras tanto, podré enamorarme de una multitud de personas, probablemente encuentre el amor, quien sabe, o continuaré sólo refugiándome en las fiestas o en las calles de la desolación, la vida da muchas vueltas y la próxima que de puede que maneje en el punto exacto en el que quiero estar...
Sea lo que sea, ya nada hará que vuelva a ver tus ojos.

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