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Florencia se levantó al día siguiente por el sonido del timbre de su departamento. Había una persona del otro lado de la puerta que estaba decidida a mantener su dedo enterrado en el timbre hasta que Florencia se dignara a abrir.

Florencia ya sabía de antemano quién era.

-Miranda, boluda de mierda, ¿qué pasa? ¿por qué estás acá tan temprano?- Florencia dijo refregándose los ojos, haciéndose a un lado para que su hermana pudiera entrar.

-¿Tan temprano? ¿Sos joda Florencia? Son las tres de la tarde, de qué me estás hablando.-

Florencia abrió los ojos en señal de sorpresa. Miranda no pudo evitar dejar salir una carcajada.

-¿Qué estuviste haciendo anoche, eh? ¿a quién te curtiste?-

Florencia se atragantó con su saliva. Los recuerdos de ayer a la noche aparecieron en su mente, y los nervios llegaron a ella sin piedad. Comenzó a carraspear y golpearse el pecho, pero Miranda la detuvo.

-Está bien, está bien, no tenés que contarme. Tranquila Flor.- Y sin decir más, Miranda se dirigió a la cocina de su hermana. -Andá a bañarte que yo preparo el almuerzayuno, dale.-

Florencia agradecida, se retiró y prosiguió a tomar una ducha. Dejó que el agua que corría se llevara con ella los nervios y el estrés que estaba sintiendo en aquel momento, a medida que entraba lentamente en un estado de relajación.

Florencia era una chica tímida y reservada, no le gustaba hacerse notar ni hablar de ella. Muy rara vez se abría a los demás y contaba qué le pasaba, aunque preferiría no hacerlo. También era bastante solitaria, debido a su Síndrome de Tourette, el cual le había hecho sufrir alguna que otra malapasada desde sus seis años, nunca había tenido amigas o amigos en quienes realmente confiar. Siempre había sido ella contra el mundo. Ocasionalmente ella y sus hermanas contra el mundo, y ese era todo su vínculo. Pero era cierto que su hermana Miranda era como su mejor amiga, y así lo había sido desde su adolescencia. Siempre le traía calma en sus peores momentos, y siempre estaba ahí para contenerla. Era la única persona en quien Florencia confiaba con su vida, y estaba agradecida con ella por siempre entenderla. Nunca olvidaría el día en que le contó a sus dieciseis años, bañada en lágrimas y al borde de un colapso nervioso, que se le hacía imposible tener sentimientos por los hombres, que algo en ella deseaba a las mujeres y nada más. Aun recordaba cómo Miranda se llevó las manos al pecho, riendose en señal de alivio, ella creía que Florencia le contaría una atrocidad, algo terrible que le había pasado, y cuando escuchó lo que realmente le sucedía, le dio un abrazo grande, haciéndole saber que estaba todo bien, que no tenía nada de malo.

Desde ese día se volvieron inseparables.

-Perdón por abandonarte ayer con Virginia.- Dijo Florencia anunciando su llegada a la cocina. Se encontraba en bata, y con una toalla en la cabeza. -Estaba de muy mal humor.-

-No pasa nada Flopi, me las arreglé de todas formas. Siempre me las arreglo. - Miranda le guiñó el ojo, y Florencia sonrió, tranquila al saber que su hermana no estaba enojada con ella. -¿Qué onda, te fuiste antes ayer? No te vi en toda la noche después de... bueno vos sabés.- Preguntó cuando ambas se sentaron en la mesa.

Florencia volvió a carraspear.

-No, no, yo...estuve hablando con una chica gran parte de la noche y...- Florencia volvió a golpearse el pecho, y Miranda volvió a detenerla.- Después fuimos al baño, se me hirvió la olla, y nada, nos besamos y bueno hubo un poco de toqueteo...y...- Miranda no la dejó terminar ya que su grito invadió todo el departamento. Se paró de la silla y comenzó a aplaudir como una foca llena de emoción. Florencia se sonrojó como nunca en su vida.

Gateway Drug. || FLOZMÍN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora