»once.

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Flashback.

La lluvia caía como si no hubiera un mañana, arruinando por completo los planes que la familia Estrella había preparado por semanas para aquella navidad. Los niños más pequeños estaban tristes, y algunos hasta enfurecidos ya que no iban a poder salir al jardín a explotar su pirotecnia, y los adultos se encontraban de mal humor ya que al no poder estar afuera, al aire libre, se veían obligados a verle las caras a una distancia más reducida a aquellos familiares que veían únicamente durante las fiestas, pretendiendo que todo estaba bien, y que en realidad no se odiaban y criticaban a sus espaldas durante el resto del año. A la única a la que no pareció importarle en lo más mínimo fue a Florencia, al menos ahora no tendría que soportar a los odiosos de sus primos explotando sus petardos en dirección a ella, o no sería empujada a la pileta con su ropa puesta, como parecía ser la gran tradición navideña.

Florencia aborrecía las cenas familiares con toda su vida, y siempre lo había hecho. Nada la incomodaba y hacía sentir tan miserable como sentarse a comer con personas que prácticamente eran extraños para ella, exponiéndose a ese tipo de situaciones que siempre trataba de evitar. Su familia siempre hacía lo mismo, siempre la ignoraba, siempre hacían de cuenta que no estaba ahí. Las preguntas sobre la vida y los halagos siempre iban a sus hermanas, a quienes les iba de maravilla en sus estudios y con sus parejas. El único momento en el que la atención se centraba en Florencia, era para criticarla y dedicarle miradas de desprecio y silencios incómodos cada vez que un insulto, una palabra indebida, o un simple sonido 'extraño' se escapaba de su boca sin poder hacer algo para evitarlo. Sus hermanas, especialmente Miranda, siempre la defendían de los ataques de sus familiares. Pero por más fácil que pareciera ignorar todo aquello, no lo era, o por lo menos no lo era para ella. Aquellas situaciones eran las que siempre habían tenido, y tenían un gran papel en el desarrollo de todas las inseguridades de Florencia, y de su baja autoestima.

La razón definitiva del por qué no le había molestado aquel cambio repentino, definitivamente se encontraba en el hecho de que aquella sería la última navidad que pasaría con aquella detestable familia, pues en cuestión de meses cumpliría sus deseados dieciocho años, y se iría para siempre, sin mirar hacia atrás. Por lo que solo tenía que aguantar un par de horas hasta que la cena terminara, y no volvería a participar de aquellas horrorosas cenas. Definitivamente era algo que podía tolerar.

Pero no fue así. Su familia había asistido a aquella navidad armada hasta los dientes con sus críticas hacia Florencia, y la atención por primera vez había estado centrada en ella al cien por ciento, ya que todos parecían estar compitiendo para ver quién la quebraba primero. Y lógicamente, Florencia no pudo soportarlo y estalló en lágrimas, lo cual la obligó a retirarse de la mesa y abandonar la cena, negándose a aceptar cualquier tipo de consuelo de parte de Miranda.

Florencia había nacido en un día de tormenta, pero simplemente no había forma de que aquello pudiera tener algo que ver con el hecho de que los días lluviosos eran los que siempre encontraban la manera de dejar a Florencia en un completo estado de vulnerabilidad, o por lo menos de eso se había convencido con el paso de los años. La cuestión es que la tormenta había estado presente en sus peores momentos, generando un dramatismo casi de película, que simplemente era lógico y de esperarse que la pobre chica creyera que la lluvia siempre iba e iría de la mano de la tragedia.

Pero nada, o por lo menos muy pocas cosas podrían compararse con aquel día de lluvia que había marcado un antes y un después en la vida de Florencia.

Ella siempre había sido una chica solitaria, pero el hecho de que lo fuera, no significaba que quisiera serlo. La vida había sido bastante injusta con ella, dejándola casi sin opción más que adoptar el mecanismo de defensa de alejarse lo más posible del mundo que le había dado a entender una reiterada cantidad de veces que solo estaba ahí para lastimarla. Había tomado la decisión de alejarse lo más posible de las personas que claramente nunca se tomarían la molestia de hacerle el mínimo favor de otorgarle el sentimiento de pertenencia. Pero la toma de aquella decisión lamentablemente había sido en vano, ya que ella siempre terminaba lastimada de alguna u otra forma, sin importar lo que hiciera o cuánto esfuerzo dedicara en evitar que tal daño ocurriera. Siempre habían miradas, siempre habían comentarios, y siempre habían risas que las perseguían a donde sea que fuera.

Gateway Drug. || FLOZMÍN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora