Flores.

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Nunca odié las flores, tampoco era como si me importaran.

Aprendí que ser mujer no es sinónimo de que deban gustarte, pero él hizo que le gustaran, casi todos los días con un ramo o una simple flor, siempre para ella.

Ahora tiene a otra persona a quien darle nuevos ramos. El amor no es para siempre, lo sé, el divorcio era necesario, también lo sé, nadie se merece algo a medias, o estás o no. No existen intermedios.

Siempre pensé que eran lindas, pero nunca fui alguien aficionado a ellas. Siempre las vi como un regalo de la naturaleza, una forma de decirnos que ante todo lo malo que ocurría, aún había algo hermoso por lo que continuar. Algo más allá que sobrevivir.

De niño pensaba que las flores nacían cuando un hada pisaba el suelo, no preguntes porque, todos en el kindergarten hemos tenido una prima o amiga que estaba obsesionada con Campanita.

¡Yo siempre fui Peter Pan! Y también tuve a mi Wendy que me contaba los más increíbles y mágicos cuentos antes de dormir, por ellos aprendí el significado de la amistad, aprendí que aunque no lo parezca todos somos iguales y que la mejor persona del mundo éramos nosotros, dando siempre nuestra mejor versión y, también, supe que vivir con rencor era dañino para el alma, ella no quería que creciera odiando al que siempre traía las flores.

Nunca había puesto atención en las flores por la simple razón de que por lo general los hombres no solemos hacerlo, no al menos hasta que llega la persona que te hace pensar en flores todo el día.

Nunca me interesé en las flores, no me movían en nada. Solo las dejaba estar ahí, adornando este mundo triste y enfermo.

Siguiendo esa línea, si nunca me interesaron las flores, ¿En qué momento comenzaron a darme miedo al nivel que no soporto verlas de otra forma que no sea rotas y sin pétalos?

Tal vez se deba a que las flores también se dan a los muertos.

Block B - "LEGACY"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora