7 - Sugestiones o realidad, el laberinto de mi cerebro.

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Estaba caminando con el anciano por un camino que parecía ser artificial: a ambos lados se encontraban piedras perfectamente redondas y brillosas, el cual la tierra sólo las cubría, creo yo, hasta la mitad; pareciesen que todos los días éstas eran cepilladas cuidadosamente, ya que el brillo que emanaba era parecido al de una estrella fugaz.

Tan anonado estaba pensando en ello que, en un breve asalto, la desconfianzas me invadió. No pude evitar pensar que quizá aquel viejo de sonrisa amigable me estaría llevando a algún tipo de emboscada, pero no me interesó, así que sólo seguí caminando; mi guía me había descrito con seguridad y certeza los rasgos de mi amigo y mis deseos de verlo opacaba cualquier tipo de prudencia, pero... En mi cabeza había algo que aún no podía comprender ¿Cómo mi amigo pudo haber terminado en esa casa tan pronto? Después de la fuerte sacudida del autobús había perdido todo rastro de él. El entorno se había tornado confuso por el desparrame de las personas, ¿y si mi amigo había sido uno de los primeros que fueron despedidos por la ventana? Entonces en ese caso había posibilidades de que el anciano lo había encontrado y al verlo herido no tardó en llevárselo consigo. Pero, si esto era como yo lo pensaba ¿No hubiera sido mejor para el anciano simplemente socorrerlo hasta que llegasen las ambulancias y que manos expertas se ocupen de él? Me quedaría con la duda. En el campamento no estaba; y mi última oportunidad era aquel anciano de aspecto amable pero enigmático.

Así qué, en el deseo de romper el silencio fantasmal que se condensaba, le pregunté:

—¿Las piedras al borde del camino llevan a su hogar? Por el aspecto parecen muy antiguas.

—Las piedras capaz estén acá descansando desde antes de la llegada de los mismos dinosaurios —repuso sin darse vuelta—. Hace generaciones que mi familia vive en éste lugar, y a pesar de los años éstas piedras nunca se hundieron en el barro ni se mancharon; parece como si estuvieran protegidas, como si fueran a prueba de todo, y que llegaron a este planeta ( si es que llegaron o si siempre estuvieron ) para permanecer sobre toda la eternidad. Cuentan las leyendas que el camino fue hecho guiándose por las estrellas, de tal modo, que piedras y estrellas se encuentran perfectamente coordinadas, y, que pueden llevarte a miles de lugares. Ésto claramente es una creencia popular, pero, ¿quién sabe?, en los mitos, siempre hay algo de verdad.

Tras 10 minutos de un viaje empinado verdaderamente largo, volvimos a un piso totalmente liso. Llevé mí mirada alrededor y ante mis ojos se me presentaron grandes vestigios de piedras relucientes, tan blancas como huesos, y cientos de caminos se moldeaban a ellas.

La voz ronca del viejo me hizo despertar de mi transe:

—Muchacho, ya llegamos a mi auto, no es el mejor, pero para este tipo de lugares me sirve; gracias a que es todo terreno. En menos de 10 minutos estaremos en mi hogar.

Lo escuché y luego lo miré con cierto desconcierto. Había algo en su mirada... no era la misma. No era aquella mirada de ojos de un aspecto algo tristes y melancólicos que me habían saludado la primera vez; sus facciones se habían tornado más duras, sus ojos parecían más despiertos que nunca y ya no parecían los de un anciano en el declive de su vida. Sino más bien; una mirada penetrante y siniestra, parecía que aquel anciano se había rejuvenecido cuando llegamos a ese lugar de las sierras donde el piso se partía en mil caminos y las piedras brillaban al igual que las estrellas.

Me di cuenta que el aire se había hecho mucho más denso, cargada de una energía inexplicable. Una sensación como aquella nunca había vivido en mi vida y por un momento sentí deseos de desmayarme.

—Muchacho, ¿estás bien? Estas más pálido que un papel— Me dijo, con una leve mueca en sus labios. Su mirada seguía penetrándome como una daga en el alma y de repente me di cuenta de todo: sus ojos, su mirada, sus labios eran idénticos al de aquella cabeza decapitada que había visto desde el bote. Como si aquella cabeza inerte pero viva hubiera vuelto de otra manera para espantarme en los recónditos lugares de una sierra totalmente extraña y primitiva. ¡Pero vamos! ¿En que estaba pensando? ¡Yo tan inteligente y voraz! ¡Sentía pena por mi mismo! ¡Por abandonarme a toda clase de sugestiones creadas por mi mente sumamente perturbada! Respiré hondo y contesté:

Un Fin DesoladorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora