I

372 27 0
                                    

Dedos ágiles danzan por el teclado redactando el último informe de la mañana. Números, cifras y gráficos que se recompilaban en aquel escrito que luego iría a para a manos de los cuatro accionistas mayores de la empresa. Tres hombres con más cara que pelo en sus cabezas; y Seulgi, la presidenta de la empresa con veintiséis años y una gran responsabilidad, que le había dejado su difunto padre, sobre los hombros.

Las largas uñas color lavanda repiquetean sobre las teclas, formando una melodía de ritmo constante. Seulgi se arregla las uñas todas las noches, procurando que esten lo más pulcras posibles, limadas en forma de pico y coloreadas a juego con los tacones que llevaría al día siguiente. Y es que, lo que diferenciaba a Seulgi no era su belleza o aquellas grandes orejas que al contrario que se pudiera pensar, solo añadían más belleza y exotismo a su rostro; lo que resaltaba entre su vestimenta habitual de camisa blanca, falda de tubo negra y americana a juego del mismo color, eran sus uñas siempre ha juego con los tacones, cada día de un color distintos.

Seulgi odiaba perder el tiempo en comprar ropa, por eso toda era igual, sin embargo, se podía pasar horas y horas eligiendo los zapatos adecuados y los esmaltes de uñas a juego.

Tecleó el último punto y le dio a guardar justo cuando su secretaría Seungwang llamaba a la puerta.

—Adelante —invitó a pasar con voz serena.

A pesar de llevar solo tres años al frente de la empresa, había conseguido hacerse respetar por su valía y responsabilidad a la hora de sacar a flote las ruinas que su difunto padre dejó atrás. En tres años, Seulgi consiguió explotar el potencial que le quedaba a la empresa y volver a encabezar las listas de los conglomerados más importantes de Corea del Sur; junto con Woollin SL y Lotto PLUS, el nombre de WINRED aparecía en primera plana cada semana.

—Su mesa en Jung Sik Dang está confirmada para esta noche —informó Seungwan.

La secretaria de Seulgi comenzó a trabajar en la empresa con tan solo veinte años, cuando todavía el señor Kang ocupaba el sillón de aquel despacho con grandes ventanas detrás del escritorio. Y dieciséis años después, Seungwan había permanecido en su puesto sin poner en duda ni un momento a la señorita Seulgi.

—Y la reunión de mañana se ha aplazado para el miércoles a las cuatro. —Con una reverencia Seungwan abandonó el despacho.

Seulgi suspiró y recargó su peso en el respaldo de la silla para descansar un momento. Colocó sus dedos entrecruzados a la altura del diafragma y miró hacia el techo. Su padre también hacía lo mismo justo después de acabar un informe y ella lo había incluido en su rutina como un ritual, una forma más de pensar en su padre solo recordando los momentos buenos y felices, donde ella miraba de reojo a su progenitor mientras terminaba la tarea del colegio.

Recordaba a la perfección esos momentos ya tan lejanos en el tiempo, pues a medida que fue creciendo, hacer la tarea junto a su padre en el despacho de la empresa fue quedando en el olvido y siendo sustituido por visitas a la casa de su mejor amiga.

Ahora, se reprochaba no haber pasado el suficiente tiempo junto a su padre, de esta manera se habría percatado antes de la depresión por la que pasaba y hubiera impedido que se quitara la vida él mismo. Lo extrañaba y ahora lo único que quedaba de él era un mechero y una carta de despedida.

Se limpió una lágrima solitaria lágrima que rodaba por su mejilla y se acomodó de nuevo frente al ordenador. Pulsó el botón de imprimir y esperó a que el ruido de la impresora cesara para recoger el informe que minutos antes había acabado.

Caminó con paso decidido fuera de su despacho, los tacones color lavanda repiqueteaban sobre el suelo de vinilo gris, anunciando a su secretaria que se levantó de la silla, esperando que Seulgi le indicara que hacer.

Flame [EXOVELVET]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora