VII

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El pelaje ondea al viento mientras corre, sus patas se aferran al suelo para impulsarse en cada zancada. No tiene prisa y aun así corre con todas sus fuerzas. Los músculos de sus patas están acostumbrados a las prisas, no existe la quietud en este momento.

La suave brisa de primavera moja su hocico y borra su rastro, por lo que no se preocupa por que alguien pueda seguirla.

No recuerda con exactitud cuando fue la última vez que se transformó por voluntad propia, solo para correr por el bosque y perderse entre los árboles. Puede contar con los dedos los momentos en los que eso a pasado, exactamente solo le costaría dos dedos. La primera vez que decidió que sus piernas no eran suficientes, no intentaba huir y dejar los problemas como en este momento que deseaba poder alejarse lo más posible de la civilización y aullarle al cielo. La primera vez, buscaba a su hermana, aullaba por ella y esperaba un aullido en respuesta que nunca llegó, que le dijera su paradero para escuchar su versión. No quería creer que había huido sin ella, dejándola atrás con todo el dolor.

Se detuvo al alcanzar el acantilado y aulló. Esta vez no esperaba una respuesta de nadie, se sentía sola y así lo estaba. Volvió a aullar al cielo, a las nubes, al sol y a los pájaros porque a pesar de la brisa que las nubes dejaban, el sol se extendía radiante en el cielo. El Sol lloraba y ella aullaba para cálmalo a él y calmarse a sí misma.

Odiaba su lobo interior, odiaba el pelaje que sobresalía de su piel, las grandes garras y los colmillos afilados. Se odiaba tanto que cada aullido dejaba ver su rabia, su desesperación.

La lluvia cesó y con ella sus gritos.

Se quedó en lo alto del acantilado hasta que su pelaje se secó y sus patas comenzaron a hormiguear.

"Ojalá todo fuera diferente, ojalá compartiéramos el mismo sueño".





De un día para otro, la vida de Seulgi se había puesto patas arriba. Su amor tenía novio, estaba relacionándose con otros lobos y los sueños donde aparecía su hermana se habían convertido en algo habitual. ¿Era posible encontrarse conforme con algo de lo que le estaba sucediendo?

Recostada en la silla de su despacho, miró al techo, las manos cruzadas sobre su estómago y los pies estirados rozando el suelo, se preguntó qué había hecho para merecer esto. Antes de acudir a trabajar había tenido que cubrir sus ojeras con maquillaje, además de cortarse las uñas, ya que muchas de ellas se habían roto.

El despacho se encontraba en completo silencio, dejándola pensar en lo que iba a hacer, en cómo debería asimilarlo. Soltó un largo suspiró, todo el aire retenido salió de sus pulmones para cortar el abrumador silencio que la envolvía.

¿Qué debía hacer? La única pregunta que rondaba en su mente, sin respuesta, envolviendo todo su ser en busca de una contestación creíble.

El teléfono comenzó a sonar y se acomodó en la silla antes de contestar.

—Kang Seulgi —dijo al descolgar el teléfono, con voz firme y concisa.

Tiene una llamada por la línea uno. —La voz de su secretaría suenó lejana en comparación a todos los pensamientos de su cabeza—. Ha dicho que es importante y que su nombre es Jongin.

Se sorprendió ya que Jongin conocía su teléfono móvil, no hacía falta que la llamara a su oficina, por lo que dejó pasar la llamada. Al contestar su voz es firme, sin dejar mostrar la sorpresa e interés que de repente la invade.

—Te he llamado varias veces al móvil —empezó con un tono que podría interpretarse como un regaño. Seulgi sacó del bolsillo el aparato y vió que no tiene batería, fallo suyo el no darse cuenta antes—. Tenemos que hablar sobre lo que está pasando, sino confías en mí o tienes dudas sobre algo en relación con todo esto, nuestra colaboración no va a funcionar.

Flame [EXOVELVET]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora