III

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Asimilar toda la información que le había dado Jongin esa tarde fue difícil, lo que conllevó que se quedara despierta toda la noche. Todos los lobos que desean el bien son una pieza clave había rectificado el hombre tras el shock inicial de Seulgi por sus palabras. Se trataba de una historia larga y confusa, que llevó toda la tarde ser explicada y, aun así, se encontraba reacia a que fuera cierta.

Esa noche después de mucho tiempo, se acabó dos cajetillas de tabaco enteras, quedando impregnada con el olor a tabaco y menta. Fumar tanto te matará recordó lo que le decía su hermana a su padre y en ese entonces ella había coincidido con su melliza. Ahora, pensar en su familia solo conseguía que otro cigarrillo terminara en su boca, las dos únicas personas que tenía se habían ido de su lado de una manera u otra. Estabas sola y no tenía quién le dijera que se equivocaba al confiar de forma ciega en las palabras que Jongin le decía.

—¿Ves esa pila de documentos? —había comenzado el discurso el hombre con una pregunta, una sencilla y con respuesta afirmativa.

Seguido del asentimiento de Seulgi, se venía la explicación larga y densa. Montones de carpetas con información de lobos, todos los lobos conocidos de Seúl estaban escritos en aquellas hojas.

—Tenemos mucho personal, tanto humanos como lobos, se vigilan y cuando cometen algún delito se persiguen.

Seulgi permaneció atenta a toda la explicación y se preguntó si ella tendría su propia carpeta o por lo menos la tendría pronto, ya que para Jongin ya era conocida.

"Todos los lobos conocidos tienen su carpeta" fueron las palabras que permanecieron grabadas en la mente de Seulgi. Removió su cabellera con una ligera sacudida y se llevó otro cigarro a la boca. ¿Cuántos iban ya?, ¿veintidós? El sol emergía del horizonte a medida que el cigarrillo de menta número veintidós llenaba sus pulmones.

Dirección, nombre, antecedentes, familiares, todo estaba recogido en un par de papeles con una foto adjunta y era posesión de Jongin. ¿Cuánto se habría gastado en detectives? ¿Por qué hacía todo eso? La explicación de que no quería que la humanidad temiera a todos por solo uno no era válida, aquel hombre de brazos fuertes y piel bronceada no tenía pinta de buen samaritano.

El cigarro número veintidós se quedó a la mitad por el sonido del timbre del apartamento. Seulgi apagó el cigarro, se recogió el cabello castaño en una cola de caballo y se dirigió hasta la puerta.

Recibió a su visita en pantalones cortos y camisa de tiras, un pijama poco apropiado para pasar las noches de lo que quedaba de invierno. El calor que le proporcionaba su lobo interior no permitía más ropa. Yerim arrugó el ceño cuando el olor a cigarro impregnó sus fosas nasales, no hacía falta tener un super olfato para sentir que su amiga apestaba a tabaco como si se hubiera bañado en él.

—¿Qué haces aquí? —Preguntó seca Seulgi. No quería ser regañada por su mal vicio y tampoco el no haber dormido ayudaba con su mal humor.

—Bonito look, las manchas negras bajo tus ojos le dan el punto.

Rodó los ojos por el comentario, pero calló y dejó pasar a Yerim. Sabía que eso era lo mínimo que se merecía cuando la otra se mordía la lengua para no reprocharle el insano gusto por el cigarro de menta que la llevaría a la tumba con los pulmones inundados de alquitrán.

—Apenas son las cinco de la mañana.

—Y tú no has dormido nada —respondió Yerim al reproche indirecto por su presencia—. Me han despedido.

Yerim buscó la mirada de su amiga, preocupación y algo de enfado, sabía que era demasiado obvio el motivo del despido ya le había comentado antes a Seulgi que su jefe le tiraba los tejos y que cuando decidiera pararle los pies acabaría en la calle.

—¿Es por lo que estoy pensando? —preguntó la mayor intentando no anticiparse a los hechos y empezando a respirar profundamente para calmar a la bestia que se removía en su interior, desgarrando su alma por querer salir.

No hizo falta una confirmación, la sonrisa incomoda de Yerim lo dijo todo. Seulgi perdió el control y tiró el jarrón que tenía encima de la mesa. Los cristales se esparcieron por todo el salón. Sabía lo que iba después, por lo que ignoró la mano de Yerim intentando alcanzarla y se fue corriendo a encerrarse en el cuarto. Los cristales se clavaron en sus pies descalzos, no importó. En ese mismo momento a Seulgi solo le importaba ocultar los colmillos y garras que comenzaban a sobresalir. Sus ojos cafés se tornaron oscuros y un gruñido gutural brotó de su garganta.

Por Yerim perdía todo el control que había reunido con años de esconderse de los demás, no podía evitarlo, ella era su debilidad.

Cuando logró calmarse, salió del cuarto. Los cristales ya no estaban y Yerim esperaba sentada en el sofá con la cabeza gacha.

—Estas sangrando —se alarmó la pequeña chica de cabellos rubios cuando vio las huellas rojas que dejaba a su paso Seulgi.

Se dejó curar y las dos chicas permanecieron en silencio por un largo rato.

—Lo siento —rompió el silencio Seulgi aprisionando el delgado cuerpo de su compañera entre sus brazos.

Permanecieron juntas, fundidas en un abrazo, por más del tiempo estimado socialmente para que el contacto no resultara violento. Al carajo lo socialmente aceptado había admitido Seulgi cuando se percató del hecho y siguió aprisionando con fuerza a Yerim.

—Buscaré un nuevo trabajo. —Seulgi asintió y Yerim se apartó despacio de los brazos contrario—. No tienes de que preocuparte, en Seúl hay muchos bares de copas.

La forzada sonrisa provocó que la situación se volviera más tensa aún. Las dos chicas ignoraron este hecho y Yerim aceptó la propuesta de acostarse a dormir un rato de Seulgi.





Las cosas fueron más fáciles cuando se encontró con Jongin de nuevo en aquel almacén que suponía que era la guarida de la "asociación Cobo" nombrada por el hombre. Un nombre estúpido pensó cuando lo había escuchado. Se hicieron más fácil de aceptar cuando la foto del antiguo jefe de Yerim apareció en una de las carpetas y Jongin lo había nombrado como el próximo objetivo a capturar.

—¿Qué ha hecho? —Preguntó relamiéndose los labios de gusto por saber que aquel tipo no era una buena persona y que tendría su castigo—. ¿En que puedo ayudar?

Hoy Jongin llevaba una camisa sin mangas, dejando a la vista el tatuaje que en su primer encuentro no había podido ver del todo. Una tortuga tribal. El hombre recostado en el sofá de cuero negro solo respondió con una sonrisa. Seulgi pensó que se podía acostumbrar a que le dedicara aquellas sonrisas.

—Así que al final te has decidido a permanecer con mi asociación con nombre estúpido. —Seulgi se sobresaltó y luego ruborizó al escuchar las palabras que ella había pensado—. Eres muy obvia con las expresiones, es algo que deberías mejorar.

Asintió y volvió a fijar su vista en Haneul, un nombre muy poco apropiado para aquel hombre.

—Te mantendrás alejada de todo esto por ahora, no te he buscado para que caces a lobos —habló buscando las palabras adecuadas para que Seulgi comprendiera su cometido—. Necesito más rastreadores, no tenemos las narices suficientes para buscar los lobos que todavía siguen sin identifican por Seúl.

Seulgi frunció el ceño, cerró la carpeta que dejó sobre la mesa y se sentó en el sofá junto a Jongin, dejando un puesto entre los dos para no invadir su espacio personal.

—¿Y cómo hago eso?

—Tienes mi número, solo necesitas llamar cuando huelas a uno. Llamar e informar de su paradero, nosotros nos ocupamos de la identificación y recolección de datos.

Seulgi asintió, aunque dentro de su cabeza las palabras de Jongin la hubieran desilusionado. De camino hasta allí se había imaginado que trabajar con el hombre sería más emocionante, peligroso o incluso algo educativo ya que parecía saber mucho más de lobos que ella. Puede que después de todo, su condición lobuna solo fuera un inconveniente para ella, ya que Jongin no había dado señales de que a él le molestara no ser del todo humano, o lo que fuera que él mismo se consideraba.

—No pongas esa cara —habló Jongin después de unos minutos observando el ceño fruncido de la chica—. Ya tendrás diversión más adelante.


Flame [EXOVELVET]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora