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En la enfermería de Hogwarts se encontraba Madame Pomfrey atendiendo a tres jóvenes gravemente heridos.

Una chica de grandes rizos castaños, vestida con ropas muggle pero claramente mágica, con un feo corte en las costillas y una pierna rota.

Un hombre de negros cabellos enredados y una peculiar cicatriz en la frente con forma de rayo, presentando varios cortes en su cara y cuerpo apenas algo más que superficiales y una quemadura de tercer grado en su mano, producto de un objeto oscuro.

El ultimo de los chicos, un hombre rubio con el cabello largo hasta los hombros y una extensa cicatriz en su cara deformándole con ella, la mitad del rostro. Teniendo varios huesos rotos, también presentaba varias quemaduras y cortes producto de hechizos en su mayor parte oscuros. Por lo que la recuperación de los tres tardaría alguna semanas en lugar de solo las horas que tardaba curar heridas normales.

Al terminar, Madame Pomfrey se retiro, dejando a unos pocos miembros de la orden del fénix, pensando en el objeto oscuro que cargaban, y que claramente causo la quemadura del moreno, y la suerte que tuvieron de que estos se aparecieran en el bosque prohibido justo cuando lo hicieron; de otra forma jamás los hubieran encontrado.

Los integrantes de dicha organización, decidieron vigilar a sus sorpresivos visitantes por turnos, organizando guardias para rotar cada tres o cuatro horas dejando descansar a los demás.

Siendo esta la razón del porque se encontraba Sirius Black sentado en la silla mas incomoda que pudiera imaginar, viendo a tres jóvenes de la edad de su ahijado, con vagos pensamientos hacia las intenciones de los tres con respecto a esa extraña copa que anteriormente fuera una preciada reliquia de uno de los fundadores de Hogwarts.
Llamenle ingenuidad o inocencia pero al mirar a los chicos luciendo tan apacibles y vulnerables, le costaba trabajo imginarlos como personas peligrosas, solo esperaba el momento en que estos despertaran para poder preguntarles el por que de la gran cantidad de armas que estos portaban. La orden había retirado desde varios pares de varitas mágicas hasta todo tipo de armas muggle e incluso dos colmillos demasiado grandes como para ser de alguna criatura que Sirius pudiera pensar, todos amarillentos y de aspecto viejo.

Pasaron varias horas antes de que uno de ellos reaccionara, tomando por sorpresa a Sirius, pues Madame Pomfrey les había advertido que tomarían días antes de tener una respuesta gracias a la gran cantidad de magia y energía que su cuerpo requeriría para reponerse, esto sin contar la absorbida por los propios hechizos que ellos mismos lanzaron.

Un hombre, el moreno para ser precisos, se levantó de un salto, casi dándole un paro cardíaco al animago por estar desprevenido; parándose y sacando la varita de entre sus ropas, más por instinto que por saber que realmente hacía, se encaro contra el moreno.

-Expelliarmus- grito el ojiverde con la mano extendida hacia el ex-gryfindor, obteniendo un rayo escarlata desde sus dedos, impactando en un muy pasmado hombre, haciendo que su varita saliera volando de su mano hacia el chico que con excelentes reflejos, entrenados durante años, la atrapo, apuntándole con ella de regreso.

-La copa ¿Donde está?- exigió con voz autoritaria y mirada dura.

-No lo sé.

-¿Dónde... esta... la... copa?- pregunto de nuevo lanzándole un hechizo lazerante en el proceso.

El animago gruño de dolor, agarrándose el hombro herido
-Esta a resguardada por el mago mas poderoso del mundo mágico, nadie va a poner sus manos jamás sobre ese objeto maldito- escupió con asco más hacia si mismo que a ellos por comparar a su ahijado con esos jóvenes.

-¿Donde esta la copa?- pregunto por tercera vez, ignorando la respuesta anterior.

Sirius estaba por responder algún insulto hacia su atacante, cuando las pesadas puertas de la enfermería se abrieron dando paso a un extrañado Lupin que al ver la situación, alzo su propia varita contra el extraño, defendiendo a su amigo.

Harry Potter Y El Mundo ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora